La naturaleza es muchas veces fascinante y muchas otras espantosa. Inspirada en ella podríamos construir espantosas historias de terror. Tomaríamos como fuente para los relatos las relaciones entre parásitos y huéspedes del mundo de los insectos.
Millones de años de evolución han permitido la aparición de sofisticados mecanismos de control mental en los que las víctimas entregan hasta su propia vida en beneficio del organismo que los ha infectado.
Tal comportamiento apasiona a la neuroparasitología, una rama que trata de entender las bases biológicas de estas prácticas despiadadas. En un reciente estudio publicado en “Frontiers in Psycgology”, un equipo de investigadores de la Universidad Ven-Gurion del Neveg, en Israel, intenta dar más luces sobre el tema.
El Dicrocoelium dendriticum es un parásito que comienza su ciclo en el hígado de animales como las ovejas. Allí ponen huevos que luego son expulsados a través de las heces y pasan a infectar a caracoles que se alimentan de estas. A su vez, los caracoles producen unas mucosidades que atraen a las hormigas, quienes terminan infectadas.
Mientras la mayoría de los parásitos se quedan en el hemofilio, la sangre de las hormigas, un único parásito migra hasta la cabeza del insecto, y segrega un tipo de sustancia para controlar el comportamiento de su víctima.
Llegada la noche, las hormigas infectadas salen de sus colonias hacia la superficie, abandonando al grupo, esperando a que algún animal las devore y terminar en su hígado para que el parásito pueda completar su ciclo. Si esa noche no lo logran, volverá la siguiente. Lo más curioso de todo es que por la mañana la hormiga actuará con total normalidad, como una más de la colonia.
Existe un tipo de oruga capaz de infiltrarse en las colonias de las hormigas Myrmica schencki, evitar las defensas y usurpar la posición de la reina. La Maculinea rebeli logra tal engaño gracias a que puede imitar a la perfección el sonido de la reina. De esta forma, obtiene todos los beneficios del cargo. La única consciente del engaño es la verdadera reina.
Sin embargo, no todo es tan perfecto para esta oruga. Aunque parezca increíble, la abeja Ichneumon la detecta, hace que las hormigas engañadas se ataquen entre ellas gracias a unas sustancias químicas que segrega y finalmente ataca a la usurpadora.
Similar al caso de las hormigas que buscan ser devoradas por otros animales para que sus parásitos continúen su ciclo de vida, los ratones infectados por toxoplasmosis, a diferencia de lo que tienen por costumbre, se sienten atraídos por el olor de la orina de los gatos. De esta manera, el microorganismo logra pasar de ratones a gatos para completar su ciclo vital.
Los parásitos logran este cambio de comportamiento produciendo quistes en el cerebro de los animales que producen una enzima que limita los niveles de dopamina. Con un exceso de este neurotransmisor en el organismo, los roedores se vuelven temerarios, algo que se ha observado en algunos humanos infectados por toxoplasmosis.
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