Desde bendiciones hasta bajarse del autobús para orinar, los astronautas que viajan a la Estación Espacial Internacional siguen una serie de rituales que nacieron en la antigua Unión Soviética.
Los cosmonautas son muy disciplinados y están muy entrenados. Después de un riguroso proceso de selección y al menos cinco años de entrenamiento intensivo, aprenden a volar una nave, arreglar una estación espacial y a ir al baño en el espacio. Pero aun así, nada se deja al azar.
La Soyuz rusa es la única nave capaz de llevar astronautas a la Estación Espacial Internacional (EEI), pero subir a bordo -desde el cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán- implica un sinfín de supersticiones, procedimientos y protocolos.
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Los mitos, leyendas y tradiciones han estado presentes en los lanzamientos desde la primera puesta en órbita de Yuri Gagarin en abril de 1961.
No todo tiene sentido. Sin embargo, cuando estás a punto de sentarte encima de 274 toneladas de combustible explosivo para cohetes, no creo que quieras tentar a la suerte pasando por debajo de una escalera.
Esta es una lista de algunos de los rituales que hay que seguir antes de subir a bordo de un transbordador ruso:
1. Animadoras y pompones dorados
Baikonur, noviembre. Un fuerte viento sopla a lo largo de la estepa kazaja, levantando la nieve del suelo. El cielo gris y plomizo se mezcla con el gris de la pista de aterrizaje. El hielo cuelga de las tuberías rotas de los hangares.
Un pequeño jet se detiene, y unos hombres ataviados con abrigos de piel gruesa se colocan junto a la puerta. Tres figuras descienden al cemento agrietado y la música suena estruendosamente a través de un sistema de sonido de la época soviética.
Entonces una fila de mujeres, también vestidas con abrigos, sombreros y guantes, empiezan a agitar pompones dorados en el aire.
Esta es la bienvenida tradicional para los astronautas y cosmonautas que llegan a Baikonur para hacer su viaje al espacio. Sus orígenes son inciertos, pero ningún viaje se lleva a cabo sin el apoyo de los pompones dorados.
2. Silla giratoria
El efecto más inmediato y debilitante al salir del planeta es el mareo espacial, una queja común entre los astronautas. Con viajes a la EEI que duran solo seis horas, y con docenas de correcciones de rumbo complejas que coordinar por el camino, lo último que necesitas es una tripulación víctima de los vómitos.
Una de las soluciones diseñadas por los fisiólogos espaciales rusos es intentar desorientar deliberadamente a los astronautas antes de que despeguen.
Unas pocas horas antes del vuelo, cada miembro de la tripulación se sienta en una silla giratoria y comienza a girar. También se tumban boca abajo en unas camas especiales que les preparan para la experiencia de gravedad nula.
Hay cierto debate en la comunidad espacial sobre si esto es eficiente. Sin embargo, teniendo a mano una bolsa para vomitar, al menos puedes probarlo en casa.
3. Una pala y un árbol
Uno de los homenajes más conmovedores a los vuelos espaciales es una avenida de árboles en Baikonur. Plantado a lo largo de los últimos 50 años, cada árbol representa cada misión y a los cosmonautas que volaron. No solo conmemoran a aquellos que fueron al espacio, sino que también es un homenaje a los que no volvieron.
Hoy, es tradición para cada miembro de la tripulación el plantar su propio árbol, una tarea bastante sencilla en la primavera kazaja pero no tanto en el duro invierno cuando la tierra está dura como una roca.
4. DVD de una película de culto de 1970
¿Qué hacer la noche anterior a un despegue? Ver una película. Pero no cualquier película. Según IMDb, “The White Sun of the Desert” es una “película americana del oeste con un toque ruso”, y es, aparentemente, un clásico. Cada astronauta que ha volado desde Baikonur desde principios de los 70 ha visto religiosamente esta película antes de cada lanzamiento.
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5. Una buena firma
En Rusia todo tiene que firmarse, y eso incluye el cohete. Es tradición que la tripulación estampe su firma en el transbordador a modo de aprobación de que la aeronave cumple con los requisitos necesarios para volar.
El astronauta estadounidense Steve Swanson firma el mítico muro de Baikonur. (Foto: NASA)
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Pero como no han estado involucrados en su construcción, no está claro qué pasaría si no se firmara. La tripulación también firma en un muro del museo de Baikonur y en la puerta de su habitación tras su última noche en tierra firme.
Al igual que los árboles, sirven como testigo de la longevidad de los programas espaciales soviéticos y rusos. A su vuelta, es frecuente que los astronautas firmen también la cubierta exterior carbonizada de su cápsula espacial.
6. Monedas
Se considera como mala suerte que la tripulación vea cómo el cohete se traslada hacia la plataforma de lanzamiento, por lo que los austronautas se mantienen alejados.
No obstante, y al igual que los pasajeros, los ingenieros y los familiares también tienen tradiciones que mantener.
La Soyuz es transportada desde su hangar en una línea ferroviaria, empujada por una locomotora diesel a lo largo de varias horas.
Cuando el tren se mueve hacia la plataforma, los espectadores ponen monedas en la vía para que las ruedas las aplastaden.
Se cree que esto trae buena suerte a la misión, y hasta el momento esta costumbre no ha provocado descarrilamientos o ningún otro accidente.
De paso, una vez que el cohete llega a la plataforma de despegue, es bendecido por un sacerdote ordodoxo.
7. Peluches
En los videos del interior de la cápsula de cualquier lanzamiento ruso, se puede ver un peluche colgando del panel de control.
Durante el despegue de la expedición Nº40 a la EEI, el juguete en cuestión era un peluche de jirafa de la hija de un astronauta de la Nasa, Reid Wiseman.
Pero estos juguetes no solo sirven como mascotas, también sirven para un propósito serio: cuando los cohetes han terminado de quemarse y la Soyuz alcanza la órbita, los peluches flotan libremente indicando que los astronautas están en estado de ingravidez.
Es el equivalente a usar un canario en una mina para controlar la calidad del aire, aunque en este caso, cualquier animal de juguete vale.
8. CD de canciones de amor rusas
En toda la historia de los vuelos al espacio rusos y soviéticos, hasta donde sabemos, solo cuatro cosmonautas han perdido la vida durante una misión: el piloto de la Soyuz 1, Vladimir Komarov, en 1967 y la tripulación de tres hombres de la Soyuz 11 en 1971.
Ninguna otra nación tiene tan honorable registro y los rusos están orgullosos de mantenerlo. La lógica de la superstición dice que si algo se hace de una forma particular y todo fue bien, entonces no hay que cambiar nada.
¿Por qué arriesgarse a cambiar? Una de estas tradiciones viene desde tiempos del mismísimo primer cosmonauta, Yuri Gagarin. En abril de 1961, Gagarin fue amarrado a su cápsula en la plataforma de lanzamiento; se habían cerrado compuertas, realizado comprobaciones y estaba listo para volar.
Con nada que hacer salvo mirar al panel de instrumentos a unos pocos centímetros de su cara, pidió al equipo de control que pusieran algo de música por el intercomunicador. Pusieron canciones de amor rusas.
Exactamente lo mismo pasa hoy, aunque la selección musical es más amplia en cuanto a gustos y es seleccionada por la tripulación entera. Por cada canción de amor rusa seguro que hay una de “Rocket Man” o techno alemán.
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9. Vaciar la vejiga
Probablemente la tradición más extraordinaria del programa espacial ruso también se remonta a la época de Gagarin.
Aparentemente (nadie lo sabe a ciencia cierta), en su camino hacia la plataforma de lanzamiento, Gagarin pidió al conductor de autobús que parara para hacer sus necesidades. Salió y orinó en el neumático trasero derecho.
En 1961 esto tenía sentido, ya que el primer hombre en el espacio no quería que hubiera glóbulos de orina flotando por su cápsula.
Hoy los astronautas llevan pañales que están atados a sus trajes espaciales de tres capas, que son sellados y probados en busca de fugas antes de subirse al autobús.
De todas formas, los astronautas masculinos aún salen del autobús, se bajan la cremallera y orinan en el neumático trasero derecho.
Los encargados de los trajes tienen entonces que hacer todo el lío de sellar los pañales nuevamente. Se sabe que las astronautas mujeres traen muestras de su orina para echarlos por la rueda.
10. Una toalla
Cada viajero espacial sabe lo extremadamente útil que es tener una toalla. También gracias al libro de ciencia ficción “Guía del autoestopista galáctico”, de Douglas Adams, en el que se describe este elemento como una herramienta multiuso que puede servir desde máscara de gas hasta incluso como arma de combate.
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Por eso algunos astronautas celebran el día de la toalla el 25 de mayo, una nueva tradición espacial de la cual Yuri Gagarin estaría orgulloso.