Tu respiración se acelera, tu corazón palpita más rápido, sudas, tus músculos se tensan... ¿Qué sucede dentro de ti cuando tienes una reacción fóbica?
En tu cerebro, la amígdala reconoce que ésta es una situación de peligro.
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El hipotálamo desencadena tu respuesta de lucha o huida.
Y el hipocampo toma nota de tu miedo, para recordártelo la próxima vez que te enfrentes a algo similar.
Para entonces, hay más glucosa en tu sangre, lo que aumenta tu energía.
En la mayoría de los casos, la corteza prefrontal, la parte racional y exclusivamente humana del cerebro, puede calmar la amígdala.
Pero si tienes fobia, ese proceso no funciona muy bien, y tu cerebro se queda atascado en modo ataque/defensa.
¿De dónde vienen las fobias?
La primera fobia en la historia de la que tenemos noticia la sintió un hombre al que le aterrorizaba la música de flauta, pero solo si la escuchaba de noche.
Fue descrita hace 2.500 años por Hipócrates, el padre griego de la medicina, aunque él no usó la palabra fobia, esto ocurrió 500 años después, cuando el autor romano Celso la usó en 30 d.C.
Describió la hidrofobia como “una enfermedad muy miserable en la que la persona enferma es atormentada al mismo tiempo por la sed y el miedo al agua y en la que hay poca esperanza”.
Aunque Celso, como otros autores clásicos, sabían que la hidrofobia y la rabia estaban relacionadas, usaban el término "rabia" para la enfermedad que atacaba a los animales, mientras que hidrofobia era el nombre para la versión humana de la dolencia.
Hoy, la hidrofobia -el horror al agua- se usa en el contexto de la enfermedad de la rabia, pues es un síntoma característico de quienes la padecen.
El miedo irracional y enfermizo al agua o a nadar se llama acuafobia.
Celso tomó la palabra fobia del dios griego Fobos, que era tan aterrador que los guerreros lo pintaban en sus escudos para asustar a sus enemigos.
Miedo + deseo = fobia
Uno de los casos más célebres del psicoanálisis es el que Sigmund Freud describió en "Análisis de la fobia de un niño de cinco años" en 1909.
Ese niño, conocido como "El pequeño Hans", había sido testigo a la edad de 4 años de un evento que lo aterró cuando estaba en el parque local en compañía de la criada de la familia.
Un caballo de carro que tiraba de una pesada carga colapsó.
Eso llevó a que desarrollara un miedo de salir a la calle, centrado en un terror a los caballos -equinofobia- y a las cargas pesadas.
Para Freud se trataba realmente un miedo inconsciente de su padre y relacionado con los sentimientos sexuales por su madre.
Los psicoanalistas modernos todavía creen que las fobias pueden ser causadas por conflictos internos secretos como este.
Tabulas no tan rasas
Otra teoría es que al menos algunos miedos son innatos.
La teoría es que el miedo nos dio una ventaja evolutiva.
En un estudio que parece avalar esta teoría los investigadores le mostraron imágenes de arañas y serpientes a bebés pequeños y descubrieron que sus pupilas se dilataban, una señal de miedo. O de intensa concentración.
Alrededor del 5% de las personas tienen estas fobias.
Y quizás el mismo mecanismo nos dejó con otras fobias comunes, como el miedo a las alturas, la oscuridad, los espacios confinados, todo ello peligroso cuando estábamos evolucionando.
Sin raíces
Desde la época del pequeño Hans han sido detectadas y nombradas una gran cantidad de fobias, desde la iatrofobia -miedo a los médicos- hasta la pogonofobia -a las barbas-, pasando por la deipnofobia, el miedo irracional y patológico a mantener una conversación durante una cena, comida o sobremesa.
Y aunque es posible que no conozcamos la causa raíz de las fobias, sí sabemos cómo se desarrollan.
Puedes contraer una fobia al ver el miedo de otras personas.
O te pueden "enseñar" una fobia: aprender sobre los gérmenes, por ejemplo, puede conducir a la bacilofobia.
O puedes desarrollar una fobia tras tener una experiencia traumática, especialmente en la infancia.
Curiosamente, las fobias comunes son muy similares en todas las culturas. Pero una de las pocas que es culturalmente específica es el taijin kyofusho, la fobia japonesa de avergonzar a otras personas.
Simples y complejas
Todas las fobias que hemos mencionado se clasifican como fobias simples, es decir, son miedos a cosas específicas.
Pero hay dos fobias complejas.
La fobia social se desencadena al estar cerca de personas que desconocidas, y la agorafobia al estar fuera de casa, especialmente en un lugar sin rutas de escape.
Si bien estas son condiciones graves, pueden tratarse con terapia y medicamentos.
Las fobias simples, a pesar del sufrimiento que causan, son más fáciles de tratar.
Muchos doctores recomiendan la terapia cognitivo-conductual, con un terapeuta que ayuda a acostumbrarse gradualmente a lo que causa el terror.
Así que, si una fobia te molesta, puedes ir al médico... A menos, por supuesto, de que seas iatrofóbico.
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