“J.K. Rowling era extremadamente buena en botánica, y una de las plantas que incluyó en Harry Potter fue la mandrágora”, le dice a la BBC Sandy Knapp, directora de la División de Plantas del Museo de Historia Natural en Londres.
En “Harry Potter y la cámara secreta”, la profesora Sprout le muestra a Harry y a sus compañeros de clase cómo cambiarle la maceta a mandrágoras pequeñas, y les dice que usen orejeras.
“El llanto de la mandrágora es fatal para quien lo escuche”, explica Hermione, alardeando de sus conocimientos.
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(Foto: Captura de pantalla)
Pero las plantas con las que los chicos están aprendiendo “son apenas de semillero”, indica la profesora, por lo que “su llanto no mata aún... aunque pueden dejarte inconsciente por varias horas”, agrega.
Los pupilos se tapan sus oídos y Harry saca una mandrágora de su maceta. “En vez de raíces, lo que salió fue un bebé extremadamente feo, embarrado y pequeño”.
“Tenía la piel de un color verde pálido jaspeado y estaba claramente chillando con toda la fuerza que le daban sus pulmones”.
Esa escena está inspirada en un mito del Medioevo, cuando se creía que cuando se sacaba de la tierra, la raíz de la mandrágora emitía un llanto agudo que enloquecía y mataba a la gente.
Julieta, aterrada
La planta también aparece en Romeo y Julieta de William Shakespeare:
“¡Ay! ¡Ay! ¿Cómo es posible que al despertarme de improviso no enloquezca ante tan espeluznantes horrores y emanaciones tan pestilentes, y entre unos chillidos semejantes a los de la mandrágora al ser arrancada de la tierra, que hacen perder el juicio a los mortales que los escuchan?”.
A los herboristas que querían usar la legendaria planta les aconsejaban taparse sus oídos, amarrar la mandrágora a un perro y poner carne lejos del animal. De esta manera, cuando el can viese la comida correría, jalaría la cuerda y sacaría a la gritona raíz. El perro moriría pero el herborista no, y podía así aprovechar el sacrificio del que debería haber sido su mejor amigo.
Esa práctica fue registrada por el herborista español musulmán Ibn al-Baitar en el siglo XIII. Afortunadamente él cuenta que cuando siguió las instrucciones, al perro no le pasó nada.
Depende de cuánto
Para Knapp, una de las razones por las que hay tantos mitos y leyendas con o acerca de la mandrágora “es que a menudo la raíz se divide y parece que tuviera dos pequeñas piernas como la gente”.
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La mandrágora es más bella por encima que por debajo de la tierra.
“En todas las ilustraciones de hierbas medievales las dibujaban con cabezas y los cuerpos eran las raíces con las piernas cruzadas”.
La planta crece en las áreas áridas del Mediterráneo y Medio Oriente, donde ha sido usada como alucinógeno, analgésico, afrodisíaco y droga para la fertilidad durante miles de años. Pero la dosis tiene que ser la correcta.
La Biblia y las brujas
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Se decía que las brujas le agregaban mandrágora a las pociones.
“Si uno la consume, alucina, se marea y el ritmo cardíaco se acelera; además podría alterarse la visión y la cognición. Si la dosis es suficientemente alta, puede matarte”, señala Michael Heinrich del School of Pharmacy de UCL.
Una antigua referencia a su uso como droga para la fertilidad aparece en “Génesis” (30:14), el primer libro de la biblia. En aquella parte del texto Raquel le dice a Lea que puede pasar la noche con su esposo a cambio de mandrágoras, pues espera que estas plantas la ayudaran a concebir.
Sin embargo, esa raíz también fue usada para cometer actos crueles y ruines por asesinos.
Además se dice que solían darle vino con mandrágora a quienes iban a ser crucificados, para que el fin llegara más pronto. Y que luego, la planta crecía donde caían los fluidos corporales de los asesinos.
Europeos y americanos
La mandrágora es solo una de las 2.500 especies de la familia solanácea, a la que también pertenecen tomates, papas, ajíes, berenjenas, pimentones, tabaco y petunias, entre otros.
Todos contienen alcaloides potentes que afectan el cuerpo humano.
No obstante, “es como una moneda de dos caras: hay malos y buenos”, señala Knapp.
“En Europa hay cosas como la mandrágora, el beleño negro o hierba loca y la belladona, así que las solanáceas en Europa son peligrosas: no se pueden tocar o comer”.
“Las papas y tomates del Nuevo Mundo no tienen esos compuestos tóxicos sino de otro tipo que en un tiempo fueron la base de las píldoras anticonceptivas”, explica.
Inmigrantes sospechosos
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En la actualidad, se cultivan alrededor de 164 millones de toneladas de tomates y 376 millones de toneladas de papas como alimento cada año.
Pero cuando los tomates y las papas llegaron a Europa de Latinoamérica, a principios del siglo XVI, despertaron sospechas pues se parecían mucho a la belladona.
“Inicialmente los tomates fueron caracterizados como un tipo extraño de mandrágora, por lo que no le entusiasmaron mucho a la gente”, relata Knapp.
Por ello, los tenían sólo como plantas ornamentales en el norte de Europa y de América hasta el siglo XVIII.
La papa tampoco les pareció muy confiable por un tiempo: comerse la raíz de la mandrágora ciertamente no era recomendable así que ¿por qué arriesgarse con una papa?
No obstante, cuando los europeos decidieron probarlas, el efecto fue extraordinario.
Lo bueno, lo malo y lo incomprensible
“Una parte muy importante de la dieta del norte de Europa irrumpió entre 1600 y 1700”, le dice a la BBC Andrew Smith, escritor y catedrático de la historia de la comida en New School University de Nueva York, refiriéndose a la papa.
“Y es la principal razón por la que la población del norte de Europa se dobló en cien años... ¡una historia fascinante de demografía!”.
Los tubérculos de la papa proveen almidón y vitaminas en abundancia, pero sus frutas de la planta contienen altos niveles de solanina, uno de los alcaloides venenosos de la familia de las solanáceas.
Por otro lado, Eduardo Giovannucci, profesor de nutrición y epidemiología del Harvard School of Public Health, llevó a cabo unos experimentos a finales de la década de 1990 que mostraban que los hombres que comían dos o más porciones de tomate a la semana reducían las posibilidades de sufrir de cáncer de próstata, gracias al licopeno.
“La forma de la molécula de licopeno la hace muy efectiva para sofocar a los radicales libres”, dice.
“Aún no lo entendemos bien pero el licopeno puede tener propiedades específicas que protegen las células de una manera en que otros antioxidantes no lo hacen”.
Y no solo eso...
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Una de las bonitas de la familia: la petunia.
Se ha seguido investigando sobre la habilidad de los tomates de ayudar a reducir la presión sanguínea, prevenir derrames y reducir el colesterol.
También se investiga la posibilidad de que los pimentones rojos contribuyan a reducir el riesgo de desarrollar la enfermedad de Parkinson.
Y esta familia es considerada como “la especie de plantas más prometedoras para desarrollar medicinas efectivas y más seguras para la diabetes y sus complicaciones”, según el Journal of Drug Delivery and Therapeutics.
Así que las solanáceas son un grupo diverso de plantas que nos alimentan, nos envenenan, nos llevan a viajes alucinantes, nos calman el dolor y hacen que los jardines se vean bonitos.
Desde los brebajes de las brujas hasta la medicina moderna, siguen siendo una parte fundamental de nuestras vidas y siguen siendo mágicas.