Se trata de una leyenda urbana, alimentada por el morbo y el temor, pero que muy poco tiene de realidad. El tráfico de órganos, a partir de acciones al paso, no es viable. Lo que nos han vendido las series policíacas y el cine –las imágenes de personas desmayadas en tinas repletas de hielo, o de otras que despiertan con cicatrices en la espalda a la altura de los riñones– solo pertenece a la ficción.Seguir a @tecnoycienciaEC!function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
“Un trasplante no es un procedimiento quirúrgico más. No es sencillo de realizar”, señala a El Comercio el médico Juan Almeyda, director ejecutivo de la Dirección de Donación y Trasplantes de Órganos, Tejidos y Células, del Ministerio de Salud (Minsa).
—Hay mucho en juego—
Los actos de descontrol y violencia ocurridos el jueves en Huaycán se habrían originado debido a una alerta, que circula en redes sociales, que señala la existencia de una pareja que recorre diversos barrios de la ciudad con una camioneta blanca, asesinando a menores de edad para traficar con sus órganos.
Sin embargo, de acuerdo con el especialista, realizar una extracción de órganos “al paso” es imposible. Y no solo por la ausencia del instrumental y personal adecuado, sino porque el tema de los trasplantes “no es de cortar, sacar y poner, ni tampoco se puede hacer en cualquier lugar”.
Durante todo el proceso para realizar un solo trasplante intervienen unos 30 profesionales altamente especializados, cuyas labores van desde la detección del donante y pruebas de compatibilidad, pasando por la cirugía, hasta la recuperación y tratamiento posterior.
Pero si eso no lo convence, Almeyda presenta las primeras razones por las que es demasiado difícil la existencia del tráfico de órganos.
“Debe haber compatibilidad entre donante y receptor a nivel de tejidos y de grupo sanguíneo. Además, se debe saber que el donante no haya tenido enfermedades infectocontagiosas ni tumores, si no, el trasplante no es viable”, dice el médico.
—Donantes sin vida—
Otra razón para dudar de la posibilidad de un tráfico de órganos es la imperiosa necesidad de contar con los equipos y el lugar adecuado. De lo contrario, el trasplante no servirá.
Por ello, este tipo de intervenciones no se puede realizar en cualquier establecimiento de salud. “Se requiere una infraestructura adecuada, una unidad de cuidados intensivos con personal que sabe manejar a estos pacientes. En el Perú, hay varios establecimientos acreditados. No es algo que se pueda hacer en cualquier clínica u hospital”, explica Almeyda.
Pero eso no es todo. Si nos centramos en órganos vitales que requieren un donante sin vida, el especialista detalla que no cualquier fallecido es candidato para ser donante.
“Para donar sus órganos la persona debe tener muerte encefálica, o muerte cerebral. Y como no es un estado muy frecuente, cualquier fallecido no puede ser donante. Los órganos para ser viables necesitan contar con irrigación. Es decir, no se puede levantar un cadáver cualquiera de la calle y pretender tomar sus órganos. No serían viables. Por eso se necesitan las condiciones adecuadas también para mantener en buen estado los órganos que se pretenden trasplantar”.
—La salud del receptor—
Además de los exámenes preparatorios, la buena conservación del órgano, el personal calificado y las instalaciones ideales, para que un trasplante sea exitoso hay que preocuparse del buen estado de quien recibirá la donación.
“La persona que va a recibir el órgano no debe tener ninguna enfermedad. No puede tener ni siquiera caries, pues podrían convertirse en focos infecciosos que deriven en el rechazo del órgano o alguna complicación adicional”, recalca Almeyda.
Tema pendienteEntre el deseo y la autorización. En nuestro país, menos de tres peruanos por cada millón de habitantes son donadores de órganos y tejidos. En mayo pasado, el Congreso aprobó una ley para que los ciudadanos peruanos acrediten a través de una declaración jurada su deseo expreso de ser donantes de órganos. Actualmente, los médicos consultan a la familia, aunque la decisión del fallecido esté expresa en su DNI.