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Hasta 1973 la homosexualidad fue considerada una “perturbación sociopática de la personalidad”. Pero un psiquiatra, empeñado en clasificar empíricamente las enfermedades mentales, la sacó de la lista.
Fue Robert Spitzer, considerado el padre de la clasificación moderna de enfermedades mentales, quien murió el viernes a los 83 años, debido a un problema cardíaco. Spitzer jugó un rol fundamental en el desarrollo del Manual diagnóstico y estadístico de enfermedades mentales (DSM, según sus siglas en inglés), considerado como la “biblia” de la psiquiatría a nivel mundial.
Sin embargo, tras su investigación, el psiquiatra determinó que la homosexualidad no era una enfermedad, mientras los homosexuales se sientan cómodos con su sexualidad. Lo mismo con los heterosexuales.
En 1973 Spitzer logró un acuerdo mediante el cual el diagnóstico fue reemplazado por “perturbación orientación sexual,” para describir a las personas cuya orientación sexual, homosexual o heterosexual, les causaba angustia. “Un trastorno médico debe estar asociado a angustia subjetiva, sufrimiento o discapacidad de la función social”, le dijo Spitzer al “Washington Post”.
Antes del DSM, un diagnóstico variaba de un especialista a otro. La redacción de un manual basado en información empírica como el que desarrolló Spitzer es “el mayor hito de la profesión”, le dijo Janet Williams, su mujer y colega a la agencia de noticias AP.
“Fue por lejos el psiquiatra más influyente de su era”, aseguró el doctor Allen Frances, editor de la última edición del manual, citado por el New York Times.
Jack Drescher, un psicoanalista gay asegura que dejar de considerar la homosexualidad como una enfermedad ha sido el mayor avance en la defensa de los derechos de los homosexuales.
“El hecho de que hoy se permita el matrimonio gay se lo debemos en parte a Bob Spitzer”, le dijo al “New York Times”.
Revés
Spitzer estuvo nuevamente al centro de la polémica luego de publicar un estudio en 2001 que pretendía apoyar la terapia para “convertir” a los gays en heterosexuales. La iniciativa causó rechazo de los activistas.
Diez años más tardes, Spitzer pidió disculpas y aseguró que esa investigación era lo único que lamentaba de su carrera.