Investigaciones recientes muestran que las plantas son capaces de mucho más de lo que sospechamos. Algunos científicos las consideran incluso organismos inteligentes y creen que entender a fondo sus capacidades podría ayudarnos a resolver algunos de los problemas que aquejan la humanidad. A continuación cuatro expertos consultados por la BBC hablan sobre lo que podemos aprender de estos seres vivos.Seguir a @tecnoycienciaEC
Stefano Mancuso: inteligencia real
Mancuso es director del Laboratorio Internacional para la Neurobiología de las Plantas de la Universidad de Florencia, Italia.
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“Estamos convencidos de que las plantas son inteligentes y tienen capacidades cognitivas, por eso usamos técnicas y métodos que normalmente se emplean para estudiar las habilidades cognitivas de los animales.
El principal problema con las plantas es que se mueven mucho más despacio que los animales, por eso necesitamos registrar sus movimientos durante varios días.
Hicimos un experimento con dos plantas trepadoras de frijoles. Si les pones un solo soporte por el que se pueden trepar, compiten por él. Esto muestra que las plantas se percatan del ambiente físico a su alrededor y del comportamiento de otras. A esto, en animales, lo llamamos conciencia. Pero no tenemos una idea clara de cómo funciona esta capacidad en plantas.
Este tipo de seres vivos son mucho más sensibles que los animales. Cada punta de las raíces puede detectar 20 parámetros físicos y químicos diferentes, como la luz, la gravedad, el campo magnético, los patógenos y demás. Asimismo, las plantas tienen distribuido en todo su cuerpo las funciones que en los animales están concentradas en distintos órganos.
Mientras que en los animales casi las únicas células que producen electricidad están en el cerebro, la planta es algo así como un cerebro distribuido en el que cada célula puede producirla. Subestimarlas puede ser muy peligroso porque dependemos de ellas y nuestras acciones están destruyendo sus hábitats“, comenta el especialista.
Suzanne Simard: la red informática del bosque
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Simard es profesora de Ecología Forestal y Ciencias de la Conservación en la Universidad de British Columbia, en Estados Unidos.
“Cada árbol está vinculado a los demás árboles bajo la tierra (como si fuera una especie de 'red informática del bosque'). A través de estas conexiones se hablan entre sí y se comportan de una manera específica.
En nuestro bosque de abetos de Douglas (especie arbórea) tenemos árboles de 300 años de antigüedad con troncos de casi dos metros de diámetro.Están en el centro de la red porque son muy grandes y tienen raíces que crecen en todas las direcciones.
Cuando plantamos abetos de Douglas en una zona donde hay otros de su misma especie y otros diferentes, descubrimos que reconocen a los de su propia familia. También los plantamos junto a pinos ponderosa.
Herimos al abeto sacándole sus espinas y atacándolo con un insecto. El árbol respondió enviado una gran cantidad de carbono al pino ponderosa vecino.
Mi interpretación es que el abeto de Douglas sabía que se estaba muriendo y quiso pasar su legado al árbol vecino, porque eso beneficiaría a los hongos de la comunidad.
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Hay muchas maneras en las que podemos aprovechar este conocimiento. Tratamos a las plantas como objetos inanimados que están allí para nuestro uso. Pero no las hemos tratado con el respeto que se le debe a un ser sensible.
Si podemos cambiar nuestro comportamiento y forma de pensar sobre ellas, eso las beneficiará, así como también a nuestros bosques“, argumenta Simard.
Barbara Mazzolai: robots inspirados en plantas
Mazzolai es coordinadora del Centro de Microbiorobots del Instituto Italiano de Tecnología y construyó el “Plantoide”.
“Muchos robots están inspirados en animales, pero la gente nunca piensa en las plantas como modelo porque las consideran organismos pasivos incapacitados para moverse o comunicarse.
Cuando empecé, la gente me miraba de forma rara. Pero cuando les mostré los movimientos de las plantas al sentir las condiciones cambiantes del ambiente, y cuando les mostré que era posible transformar eso en un objeto capaz de moverse artificialmente, la historia cambió por completo.
El robot plantoide tiene un tronco como una planta real, con ramas, hojas y varias raíces artificiales que pueden crecer gracias al material añadido que se usa en impresoras 3D.
La raíz artificial puede moverse en espacios angostos. Además, puede de forma autónoma buscar oxígeno o agua, así como la presencia de vida.
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Este robot podría usarse para monitorear el medio ambiente, en aplicaciones espaciales o para rescates bajo escombros, ya que se puede adaptar al entorno como cualquier sistema natural.
Cabe resaltar que el robot no tiene una estructura definida, puede crearla a partir de sus necesidades.
Las plantas están subestimadas. Se mueven bajo el suelo y es difícil entender el comportamiento de estos sistemas. Pero tienen rasgos que nos pueden ayudar a entender la naturaleza“, dice.
Daniel Chamovitz: inteligentes no, pero muy útiles
Chamovitz es decano de la cátedra de Ciencias de la Vida de la Universidad de Tel Aviv, Israel, y autor del libro “Lo que las plantas saben”.
“Cualquiera que diga que está estudiando la inteligencia de las plantas está tratando de ser controvertido o está en los límites de la pseudociencia.
Podemos ver la capacidad de la venus atrapamoscas de cerrar la trampa con su hoja. Podría definir este gesto como inteligente, pero eso no me ayuda a entender en lo más mínimo la biología de la planta. Tenemos que ser muy claros en cuanto a la terminología.
No podemos decir que piensan. Podemos decir que perciben su entorno porque están exquisitamente adaptadas a él.
Hay un intercambio de información entre las raíces, las hojas, las flores, los polinizadores y el ambiente todo el tiempo.
La planta está tomando 'decisiones': ¿debo girar 10º a la izquierda? ¿5º a la derecha? ¿Es hora de florecer? ¿Dispongo de agua suficiente? La pregunta es: ¿sabe que está tomando una decisión?
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Toda esta información está integrada a falta de un cerebro y este es un mecanismo increíble del que sabemos muy poco.
Necesitamos entender que el cerebro es una solución evolutiva maravillosa para procesar información.
Lo necesitamos para escribir una sinfonía, para hacer cálculos, pero no es la única solución para integrar información.
Vivimos en un ambiente cambiante (calentamiento global, poblaciones en movimiento), y si no entendemos cómo las plantas perciben y responden a su entorno o cómo se adaptan a él, nos veremos en un gran problema dentro de 50 o 100 años.
Hemos subestimado completamente a las plantas. Las consideramos objetos inanimados, sin darnos cuenta de la compleja e increíble biología que les permite sobrevivir“, señala el experto.