TAILANDIA (EFE). Muchos niños tailandeses vienen al mundo con algo más que un pan bajo el brazo, se traen los recuerdos de sus vidas pasadas, una creencia budista arraigada sobre todo en las zonas rurales.
Como todos los niños, Nopporn Jairaew nació inocente, al menos hasta que a los dos años de edad reveló a sus padres que en su existencia anterior murió de un disparo tras entrar a robar en la casa de un vecino.
Al principio, sus progenitores se resistieron a creer al niño, que insistía incluso en que en aquella vida se llamaba Teep. “Para probar si Nopporn era la reencarnación de Teep, lo llevamos al médico. Entonces, descubrimos que tenía tres marcas en los mismos lugares donde el disparo había entrado y salido en la mandíbula y la cabeza”, explicó a Efe su madre, Po Jairaew.
Según los creyentes, los niños sólo rememoran sus vidas pasadas hasta los siete u ocho años por lo general y, después, van perdiendo los recuerdos hasta que los olvidan por completo.
Así le ocurrió a Moowan, que en sus primeros años de vida se reveló a su vecina como su abuela renacida y le contó detalles personales sobre su pariente fallecida, como dónde guardaba sus vestidos y hasta detalles de sus propiedades.
Moowan, que actualmente tiene cerca de 7 años, ya no recuerda con claridad su supuesta vida pasada, aunque mantiene una relación muy estrecha con la familia de su vecina, a los que visita regularmente y considera su segundo hogar.
PUNTO DE VISTA CIENTÍFICO
La afluencia de casos de niños que alegan recordar sus vidas pasadas en Tailandia atrajo entre los años 1970 y 1980 a un psiquiatra estadounidense, Ian Stevenson, quien recorrió en varias ocasiones el país para catalogar testimonios.
El psiquiatra, que murió en Estados Unidos en 2007, recabó cerca de 3.000 supuestos casos de renacimientos en varios continentes y dedicó un libro a los casos que había documentado en Tailandia y Birmania: “Twelve Cases in Thailand and Burma”.
Stevenson consideraba que muchos problemas fisiológicos tenían su explicación en las vidas pasadas, como la fobia al agua de las personas que, en su vida pasada, murieron ahogadas.
El psiquiatra se topó con el escepticismo y el rechazo de muchos de sus colegas, pero su tenacidad y una donación del inventor de la fotocopiadora, Chester Carlson, le permitió crear en 1967 la División de Estudios Perceptivos en la Universidad de Virginia, quizá el primer departamento de parapsicología en el mundo.
Un año antes de su muerte, Stevenson escribió un artículo titulado “Media carrera con lo paranormal” en la que instó a sus colegas a seguir investigando este campo sin importar las incomprensiones que, precisó, también padecieron en su día científicos como Galileo, Wegener o Jenner.