La violencia, inherente al ser humano, acompaña al hombre desde el comienzo de los tiempos. Ahora, el estudio de un cráneo de hace 430.000 años acaba de confirmar que por aquel entonces el hombre ya era capaz de asesinar.Seguir a @tecnoycienciaEC!function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
El estudio, publicado hoy en la revista PLOS ONE, analiza las lesiones mortales de un cráneo hallado en el yacimiento de la Sima de los Huesos, en la sierra de Atapuerca (Burgos, centro de España).
El cráneo en cuestión fue recuperado junto a los restos de otros 27 individuos en excavaciones realizadas entre 1990 y 2010.
Los sedimentos de la capa geológica y los rasgos morfológicos de estos individuos permitieron determinar que todos ellos pertenecían al mismo grupo y que tenían una antigüedad de 430.000 años.
Estos restos, hallados en una recóndita sima de la Cueva Mayor de Atapuerca, estaban enterrados juntos, un hecho que durante décadas ha generado uno de los mayores debates de la prehistoria entre los científicos.
Para los miembros del equipo de Atapuerca, esta acumulación de cadáveres podría considerarse el primer indicio de enterramiento o acto funerario, mientras que para otros paleontólogos, podría deberse simplemente a la acción de los carnívoros y carroñeros o a la acción geológica de corrientes de barro y agua. Estas hipótesis fueron descartadas por los últimos estudios realizados.
Solo quedan dos opciones que expliquen esta acumulación de cadáveres: que los individuos cayeran de manera accidental por la sima vertical que da acceso a la Cueva Mayor (13 metros de caída) o que fueran depositados deliberadamente, como un acto funerario.
El estudio publicado hoy, basado en el análisis de las fracturas del cráneo número 17, cierra el debate y confirma que este individuo fue asesinado y acumulado intencionalmente.
“Primero hicimos un estudio para descartar que las señales hubieran sido hechas por carnívoros, después analizamos datos geológicos y, por último, analizamos el tipo de fractura de los huesos. Con estos datos pudimos ir descartando hipótesis”, explica la principal autora del trabajo, Nohemi Sala, investigadora del Centro UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos.
“Solo quedaban dos posibles causas: la caída accidental y la acumulación intencional”, concluye.
Los investigadores estudiaron el cráneo 17 para determinar en qué momento se había hecho las fracturas, postmortem (tras la muerte) o perimortem (tiempo cercano a la muerte).
El cráneo 17 presenta dos orificios en el hueso frontal, “justo encima de la cuenca del ojo izquierdo. El estudio del contorno, tamaño y forma de las fracturas permitió determinar que se hicieron con el mismo objeto, y que fueron hechas cuando había tejido blando, es decir, o estaba vivo o acababa de morir”, puntualiza Sala.
“Nadie se cae por una pendiente y se golpea dos veces en el mismo sitio y con el mismo objeto”, argumenta Sala..
Además, la suma de datos, el tipo de lesiones y el lugar en que se encuentran “entran dentro de los patrones utilizados por los forense para determinar que ha habido un encuentro o conflicto cara a cara”, afirma la investigadora.
“El estudio prueba, por primera vez, un asesinato que tuvo lugar hace casi medio millón de años. Probablemente el acto violento confirmado más antiguo de la historia”, subraya Sala.
En el trabajo han participado investigadores del Centro Mixto de Evolución y Comportamientos Humanos y de otros centros investigadores de España, París, Beijing y Nueva York.
Fuente: EFE