Cuando en el 2012 Paula se sometió junto a su esposo y su hija a un análisis de ADN en Utah, Estados Unidos, tan solo esperaba descubrir algún detalle más sobre el árbol genealógico de la familia. Pero con los resultados llegó la pesadilla: la hija no tenía la herencia genética de su padre, Jeff.
La pareja, que tenía problemas para concebir, recurrió hace 20 años a una clínica de reproducción asistida en Utah, donde se produjo el cambio de esperma. “Lo impensable e increíble se hizo realidad”, afirmó Paula ante las cámaras de televisión.
Para aclarar lo ocurrido, el matrimonio acudió a la genealogista Cece Moore. Pero lo que ésta descubrió no fue un error de laboratorio, sino algo que apunta mucho más a un intercambio intencionado de esperma. Y es que el padre biológico, Thomas Lippert, trabajó durante años como empleado de la clínica a la que acudieron Paula y Jeff.
UN PASADO OSCURO“No está claro como ocurrió este suceso”, afirmó la Universidad de Utah en un comunicado. Una investigación tendrá que aclarar ahora lo que en 1991 ocurrió en el laboratorio Reproductive Medical Technologies Inc. (RMTI), que ya no existe. Por el momento no hay indicios de que pueda haber más padres afectados, pero la universidad ofrece pruebas genéticas a los clientes que recurrieron a RMTI en la época en que trabajó Lippert.
La genealogista Moore cree que Lippert podría haber intercambiado decenas de recipientes de esperma en los nueve años que pasó trabajando en el laboratorio. Posiblemente el misterio no se aclarará nunca: en 1999, tras un largo periodo de alcoholismo, Lippert murió a los 49 años.
Pero el caso no acaba ahí. Según las actas policiales, en 1975, cuando Lippert trabajaba como profesor de Derecho, secuestró durante tres semanas a una estudiante, por lo que pasó dos años en prisión. Según la fiscalía, quería obligar a la víctima “a enamorarse de él mediante un lavado de cerebro”. Para ello la encerró y la sometió a descargas eléctricas.
La viuda de Lippert, a la que durante sus 20 años de matrimonio amenazó varias veces con la muerte, afirma que su marido tenía un deseo frustrado de ser padre. Sobre su escritorio había decenas de fotos de bebes, recuerda Paula sobre una visita al laboratorio. Lippert llegó a mandar orgulloso a su madre, de 99 años, la foto de uno de sus hijos. Sin embargo, los antiguos vecinos de Lippert aseguran que odiaba a los niños.