La curiosa noticia fue publicada en 1845 en la revista británica “Illustrated London News”. Se reportó que un perro negro, descrito como “fino, hermoso y valioso”, intentó suicidarse dejando sus patas “perfectamente quietas”, en vez de nadar en el río.Seguir a @tecnoycienciaEC !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Tras ser rescatado, “se lanzó nuevamente al agua, buscando hundirse de nuevo” hasta que finalmente tuvo éxito en su aparente misión suicida y murió.
Según la prensa victoriana, no fue un caso aislado. Poco después, un pato se ahogó a propósito y una gata se ahorcó en una rama tras fallecer sus crías.
Sabemos que los animales pueden sufrir problemas de salud mental de la misma forma que los humanos, sintiendo estrés y deprimiéndose, factores que contribuyen al acto de suicidio en los humanos. Pero ¿realmente pueden llegar a quitarse la vida intencionalmente?
-Antiguo misterio-
Esta interrogante no es nueva. Hace más de 2.000 años Aristóteles citó el caso de un semental que se lanzó hacia un abismo al enterarse que, como Edipo, se había apareado con su propia madre.
También en Grecia, en el siglo II, el erudito Claudius Aelian registró 21 aparentes suicidios de animales, incluyendo perros que murieron de hambre tras fallecer sus dueños y un águila que “se sacrificó en la pira donde fue incinerado el cadáver de su dueño”.
El historiador de la medicina Duncan Wilson, de la Universidad de Manchester (Reino Unido) señala que en la época victoriana los activistas de los derechos de los animales buscaron humanizar las emociones animales.
En 1875, una edición de la revista Animal World, de la Sociedad Real para la Prevención de la Crueldad contra los Animales (RSPCA, por sus siglas en inglés), ilustró su portada con un ciervo saltando hacia su muerte.
El editorial señaló que el venado salvaje prefirió lanzarse al vacío antes de ser atrapado por sus perseguidores.
-Análisis-
A medida que la medicina fue avanzando en el Siglo XX, la actitud humana hacia el suicidio se volvió más clínica.
El investigador Antonio Petri, psiquiatra de la Universidad de Cagliari (Italia) revisó cerca de 1.000 estudios publicados en 40 años y no encontró evidencia de que realmente los animales intentaran suicidarse.
Se sabe ahora, por ejemplo, que las muertes de ratones de Noruega que aparentemente se suicidan desde elevados acantilados son una desafortunada consecuencia de la emigración masiva de una densa población al mismo tiempo.
Y Preti afirma que los casos de mascotas que mueren luego de fallecer sus amos pueden explicarse por la interrupción de un vínculo social.
El animal no toma la decisión consciente de morir, sino que está tan acostumbrado a su amo que ya no acepta comida de otro individuo.
“Pensar que murió de un suicidio como una persona después de la muerte de un cónyuge es solo una proyección de un estilo (romántico) de interpretación humana”, dice.
-Estrés y autodestrucción-
El estrés puede cambiar el comportamiento de un animal de una forma que puede amenazar su vida. Sabemos, por ejemplo, que las orcas en cautividad pueden desarrollar comportamientos repetitivos, como golpearse contra los lados de los tanques y romperse los dientes.
Barbara King, profesora de antropología del College of William & Mary (EE.UU.), dice que es importante entender la profundidad de las emociones experimentadas por los animales.
“Que yo sepa, la mayoría de casos (de autodestrucción animal) se deben a la intervención humana, como resultado de la caza ilegal o el confinamiento,” sostiene King, quien ha escrito extensamente sobre sufrimiento animal y suicidio.
Muchos otros animales bajo condiciones traumáticas también experimentan condiciones similares al estrés, trastorno de estrés postraumático (TEPT) y depresión.
En China se reportó que una osa cautiva mató a su cría y luego se quitó su propia vida, luego de que el cachorro recibiera una dolorosa inyección de un catéter para extraerle la bilis, que es usada en la medicina china.
Los artículos de prensa sugirieron que su acción buscaba impedir más años de tortura. Sin embargo, podría haber actuado de manera antinatural debido al estrés, no con la intención de matarse y de matar a su cachorro.
Otros animales vinculados con intentos de suicidio son las ballenas que quedan varadas. No está claro por qué eso sucede. Una idea es que se debe a un individuo enfermo que busca la seguridad de aguas poco profundas.
Debido a que las ballenas forman grupos sociales, otras lo siguen y también quedan varadas. Se le llama ahora la hipótesis del líder enfermo, pero no se le considera suicidio.
También está el caso de las arañas madre que terminan sirviendo de alimento para sus crías, pero este sacrificio no es suicidio, sino un acto extremo de atención materna. Puede comportarse de ese modo para proporcionar alimento, no para quitarse la vida.
Sin embargo, igual que hemos subestimado la cognición animal, aun no podemos leer la mente de un animal.
“No estoy convencida de que (el suicidio animal) sea una pregunta que la ciencia puede responder”, dice King.
-Intento planificado-
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Por qué algunas ballenas buscan la orilla, donde pueden encontrar la muerte, sigue siendo un misterio. (Foto: Getty Images)
Otros investigadores están en desacuerdo. Sostienen que, a diferencia de los animales, algunas personas intentan suicidarse debido a diferencias en su capacidad cognitiva. Lo clave, dicen, es que los humanos podemos pensar en el futuro lejano.
Planificar un suicidio requiere una comprensión detallada sobre nuestro lugar en el mundo y pensar que ya no estaremos presentes. Requiere imaginación.
“Tenemos una capacidad de imaginar escenarios, reflexionar sobre ellos e incorporarlos en narraciones más largas”, indica Thomas Suddendorf, un psicólogo evolutivo de la Universidad de Queensland (Australia).
Esa capacidad tiene un costo. “Nos preocupamos de muchas cosas sobre las que poco podemos hacer y experimentamos una persistente ansiedad sobra cosas que quizás nunca sucederán”, dice Suddendorf.
La mayoría de nosotros supera esas preocupaciones. Tenemos un sesgo optimista incorporado que nos da una visión más esperanzadora del futuro.
No es el caso de quienes sufren de depresión y suelen ver un panorama sombrío por delante.
Las personas deprimidas aprecian verdaderamente la realidad, concuerda Ajit Varki, de la Universidad de California (EE.UU.), quien ha escrito ampliamente sobre la unicidad del ser humano y nuestra capacidad para negar la muerte.
“Una realidad es que vas a morir”. Los demás tenemos una increíble capacidad para ignorar esta eventualidad que Varki llama como “una peculiaridad evolutiva”.
Algunos participamos en actividades temerarias como escalar montañas peligrosas, conducir automóviles demasiado rápido y tomar drogas que alteran la mente.
Varki, por lo tanto, propone que todos los casos de aparente suicidio animal pueden ser explicados por otros medios.
Los animales expresan lamento, reconocen sus muertos y tienen miedo de cadáveres. Sin embargo, no le tienen miedo a la muerte “como una realidad”. “Es un miedo a situaciones peligrosas que potencialmente llevan a la muerte”, dice Varki.
Pensarlo de esa forma tiene más sentido. Si los animales negaran los riesgos de la muerte, las cebras pastarían conscientemente cerca de los leones, los peces nadarían con los cocodrilos y los ratones mirarían fijamente a las culebras.
El hombre es el único hombre capaz de entender y soportar su propia mortalidad, argumenta Varki, precisamente porque somos unas criaturas tan optimistas con un sofisticado nivel de autoconciencia.
“¿Qué es el suicidio?”, pregunta Varki. “Es inducir tu propia mortalidad, pero ¿cómo inducirla si no sabes que tienes la mortalidad? Es (por lo tanto) bastante lógico que el suicidio debería ser exclusivamente humano”.