Mucha gente puede pensar que lavar el pollo es bueno. Nada más lejos de la realidad. Lavar el pollo crudo aumenta el riesgo de una intoxicación alimentaria.
La Agencia de Normas Alimentarias de Reino Unido (FSA por sus siglas en inglés) alertó ya hace tiempo que lavar el pollo antes de cocinarlo aumenta el riesgo de propagación de la bacteria campylobacter en las manos, las superficies de trabajo, la ropa y utensilios de cocina por la salpicadura de gotas de agua.
Sin embargo, muchas personas siguen cometiendo el mismo error.
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Cuando se pone el pollo debajo del grifo es habitual que se acabe salpicando todo lo que está alrededor. De esta manera, la bacteria puede acabar pasando a nuestro organismo a través, por ejemplo, de un cuchillo que teníamos cerca del fregadero.
No todo el mundo piensa en esto. De acuerdo con la FSA, un 44% de las personas en Reino Unido lava el pollo antes de cocinarlo. Las razones más citadas para hacerlo fueron para eliminar la suciedad o los gérmenes, o porque siempre lo habían hecho.
La enteritis por campylobacter es una de las causas más comunes de intoxicación alimentaria. Sobre todo cuando se viaja, lo que ha llevado a que sea conocida también como la diarrea del viajero.
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Normalmente la infección se debe al consumo de aves crudas, vegetales frescos o leche sin pasteurizar.
Esta bacteria se contagia al comer o tomar alimentos infectados y, según el sitio MedlinePlus, puede causar diarrea, dolor abdominal, fiebre, náuseas y vómito.
La mayoría de las personas solo están enfermas durante unos pocos días, pero puede ocasionar problemas de salud a largo plazo.
El síndrome de intestino irritado y el síndrome de Guillain-Barré, que ataca el sistema nervioso periférico, pueden surgir como consecuencia de una infección con esta bacteria.
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También puede ocasionar la muerte. Las personas con más riesgos son niños y adultos de edad avanzada.
Normalmente el tratamiento para una infección con esta bacteria consiste en tomar abundante agua; comer pequeñas porciones de alimentos durante el día, en vez de grandes cantidades en el desayuno, almuerzo y cena; llevar una dieta alta en potasio, así como ingerir comidas saladas.
No obstante, cada caso puede variar, por lo que siempre se recomienda visitar al médico.