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“Las selvas tropicales, tal como las conocemos, están en peligro de extinción”, advierte la profesora australiana Susan Laurance, que investiga el comportamiento de las selvas tropicales bajo condiciones de sequía extrema.
Laurance es profesora de Ecología en la Universidad James Cook en la ciudad de Cairns en Australia, y conoce a la naturaleza tropical desde la infancia.
La experta explica que la selva siempre estuvo expuesta a inundaciones y sequías y el ecosistema está preparado para adaptarse a esas dificultades. “Sin embargo, el cambio climático es una perturbación mayor. El ecosistema no puede reponerse frente a las sequías y las olas de calor cada vez más frecuentes, y se vuelve vulnerable frente a parásitos”, explica.
Con el objetivo de conocer el efecto de la sequía extrema sobre los árboles, Laurance produjo una sequía artificial en una hectárea en la selva tropical cerca de Cairns (Australia). Su equipo cubrió 4.000 metros cuadrados de suelo con lonas de plástico similares a las que se utilizan en los invernaderos.
Las lonas de plástico utilizadas dejan pasar la luz pero retienen hasta un 90 por ciento del agua de lluvia. Una grúa de 47 metros le permite a Laurance examinar copas de árboles y troncos en la altura.
Las selvas tropicales son los pulmones del mundo, dice Laurance. “Se ubican en el Ecuador, están muy expuestas al sol y es el lugar en el que mejor crecen los árboles y las plantas, que generan grandes cantidades de dióxido de carbono que ayudan al clima”, explica.
Hace cinco años los investigadores simularon una sequía en la selva tropical a través de la computadora y en el laboratorio. “Estudiamos qué especies son más resistentes a las sequías”, indica Laurance. “Así sabemos qué pasará en el futuro con estos reservorios de dióxido de carbono”.
Este tipo de experimentos son difíciles, agrega el experto en selvas tropicales Douglas Sheil, de la Universidad NMBU (Noruega), porque solo es posible investigar un número limitado de especies de árboles en escenarios de sequía acotados.
No se pueden simular la humedad en el aire o el movimiento de los animales. “Pero espero ansioso los resultados, necesitamos muchos más estudios”, dice Sheil.
Dan Nepstad del Instituto de Innovación Terrestre en California sigue el experimento de Laurance con especial atención. El investigador norteamericano vivió 30 años en la cuenca del Amazonas y entre 1998 y 2005 trabajó en un proyecto similar.
Los resultados del trabajo de Nepstad resultan aterradores: bajo condiciones de sequía extrema, la probabilidad de que un árbol muera aumenta un 38% y los árboles grandes son los más vulnerables. “Árboles gigantes murieron frente a nuestros ojos dentro de un período de tres meses. Algunas especies no se vieron afectadas”, cuenta.
“Descubrimos que las grandes sequías son como filtros que actúan sobre la selva. Algunas especies logran superarlas, otras no. Este es el mundo que nos espera, un mundo en el que (solo) habrá especies que puedan sobrevivir a fenómenos meteorológicos extremos”, dice Nepstad.
A partir del experimento de Nepstad se desarrollaron nuevos métodos de investigación. Laurance espera obtener resultados todavía más precisos. “Cada agua deja su marca. Mis colegas pueden determinar hoy si la humedad en una hoja proviene del suelo o de la lluvia”.
La selva tropical de Daintree al norte de Cairns, Patrimonio Natural de la Humanidad desde 1998, tiene más de 100 millones de años. Sus especies de fauna y flora son las más amenazadas y extrañas. De sus 430 especies de aves, hay 13 que pueden encontrarse solo en este lugar.
Frente al problema de que algunas especies no son capaces de sobrevivir frente a sequías extremas, Laurance dice que se puede revisar si cada una de las especies en peligro ya está establecida en zonas secas y calientes, en donde pudo haber desarrollado nuevas capacidades de resistencia.
Para la investigadora, la selva tropical es más que un objeto de estudio. “Estar ahí es casi una experiencia religiosa”, dice. “Es tranquilo. Claro que hay serpientes, insectos y escorpiones. Pero ellos hacen su vida y no están para complicarnos a nosotros”, asegura.
Laurance tiene dos hijos y vive con su familia en Cairns justo en el borde de la selva. “En armonía con la naturaleza”, dice.
Fuente: DPA