A pocos metros de ti, casi con certeza, hay un vampiro alimentándose. Atrapa a su víctima, le perfora la piel y le chupa todos sus fluidos corporales. Este proceso demora tan solo unos minutos.
Después, se deshace de la cáscara marchita de su presa y se acomoda para digerir su comida. Quizás, también aproveche este momento para crear nuevos vampiros. No estamos hablando de Drácula ni de ningún otro personaje.
Las “amebas vampiro” fueron descritas por primera vez en 1865 por un biólogo ruso.
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Vampyrellida
Los vampiros a los que nos referimos son organismos unicelulares llamados Vampyrellida, que atacan a todos los organismos unicelulares e incluso a animales mucho más grandes que ellos, como por ejemplo gusanos.
Son voraces, antiguos y, según dos estudios recientes, están por todas partes.
Las “amebas vampiro” fueron descritas por primera vez en 1865 por el biólogo ruso Leon Semenowitj Cienkowski, uno de los fundadores de la microbiología.
Él descubrió criaturas unicelulares de un color rojo brillante, semejantes a las amebas, que atacan a las algas perforando sus paredes celulares para extraer sus contenidos.
Como su comportamiento le recordaba el de los vampiros de la tradición popular decidió llamarlas Vampyrella.
Más tarde aparecieron otros organismos a los que se llamó con el nombre colectivo de Vampyrellida. Hoy día, se piensa que las Vampyrellida pertenecen a un grupo muy diverso de organismos unicelulares llamados Rhizana. Su modo macabro de alimentación ha fascinado a microbiólogos por 150 años.
En 1926, un estudio describe cómo la Vampyrella lateritia se posiciona alrededor de su víctima y, en alrededor de un minuto, se hincha rápidamente debido “a la inyección de los contenidos de la células de alga en al animal, a través de un orificio ovalado”.
Sabemos ahora que no sólo atacan a las algas. Algunas especies pueden atacar hongos o incluso animales multicelulares, específicamente los nematodos.
Si no hay suficiente comida, las células de algunas especies pueden fusionarse con otras para formar estructuras más grandes. Éstas pueden llegar más lejos para buscar alimentos.
Según estudios recientes, hay muchas más Vampyrellida de las que se creía.
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En agua y en tierra
Cuando terminan de alimentarse, las Vampyrellida construyen una pared dura a su alrededor llamada quiste.
“Permanecen en un estado de inmovilidad y digieren su comida”, dice Sebastian Hess, de la Universidad de Colonia, en Alemania. Esto toma un día o dos. Y, al mismo tiempo, la célula se divide.
Como resultado, cuando se abre el quiste puede que haya dos amebas vampiro donde antes había solo una.
Hess y sus colegas han estado investigando cómo están relacionadas entre sí las distintas especies de Vampyrellida. En el laboratorio, su equipo cultivó ocho tipos de Vampyrellida y secuenciaron sus ADN.
Según Hess, las pruebas de ADN confirmaron que todas pertenecen al mismo grupo.
No obstante, Hess descubrió que hay al menos dos subgrupos relacionados dentro de las Vampyrellida: uno está formado por varias especies de Vampyrellida, y el otro contiene organismos como el Leptophrys vorax.
Esta división está basada según donde viven: todas las Vampyrellida viven en charcos y estanques, mientras que los miembros del otro grupo viven en la tierra.
¿Cómo lo hacen?
Un año más tarde un equipo de investigadores del Museo de Historia Natural de Londres descubrió ocho nuevos tipos de Vampyrellida que viven en el mar o en aguas saladas.
También descubrieron 454 secuencias de ADN que pertenecen claramente a Vampyrellidas, halladas en muestras de distintas partes del mundo.
Esto significa que hay muchas más amebas vampiro de lo que imaginaban, especialmente en el mar, donde hasta ahora nadie se había fijado.
Sin embargo, lo que aún ningún investigador ha podido entender es cómo esos organismos logran romper las duras paredes celulares de una bacteria o de un hongo para absorber sus contenidos.
Estas paredes son muy duras: las de los hongos están hechas de quitina, el mismo material que forma las conchas de las langostas.
Sabemos que ocurre rápido, dice Hess. “La perforación de la pared celular demora entre cinco y diez minutos”. Hess cree que es un proceso químico.
“Deben tener un conjunto de encimas que pueden digerir las paredes celulares de las plantas. Estoy empezando a investigar eso”, explica.
Pero la pregunta no es sólo una cuestión académica. Muchas empresas y científicos están interesados en crear biocombustibles a partir de las algas.
Esto podría convertirse en una fuente limpia de combustibles con cerca de cero emisiones de dióxido de carbono.
El problema es que es muy difícil romper las paredes exteriores de las algas para obtener los azúcares ricos en energía que están en su interior.
En este sentido, afirma Hess, las enzimas de las amebas vampiro podrían ser una gran ayuda.