Las mujeres indígenas han demostrado que sin su trabajo, muy probablemente, los bosques que hoy conocemos en el planeta no serían los mismos. Sus propuestas y acciones desde los territorios han sido fundamentales para la defensa de la naturaleza, no sólo para el bienestar de sus pueblos, sino para la vida del mundo entero.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) recuerda que el 80% de la biodiversidad que queda en el mundo se encuentra en tierras indígenas. El conocimiento ancestral, compartido entre las mujeres por generaciones, ha sido una guía clave para el rescate y preservación de toda esta biodiversidad. Pero, ¿cuáles han sido los costos? Es sabido que, en Latinoamérica, su defensa de la naturaleza les ha traído graves consecuencias, como la persecución, la criminalización e incluso la muerte.
Con todo, las mujeres indígenas no se han rendido y, por el contrario, han construido redes de autocuidado para ellas y sus familias. Han enseñado a sus hijas e hijos que, sin la naturaleza, no hay futuro.
Desde 1983, el Día Internacional de las Mujeres Indígenas se conmemora cada 5 de septiembre. Además de reivindicar sus luchas y demandas, se trata de una jornada para rendir un homenaje a Bartolina Sisa, mujer aymara asesinada en 1782, por liderar desde Bolivia la sublevación indígena frente a la corona española. Hoy es recordada como una de las mujeres más valientes de América Latina.
Para unirse al Día Internacional de las Mujeres Indígenas, Mongabay Latam presenta la historia de Teresa Chiriapa, lideresa indígena Achuar que ha logrado la conservación de 50 000 hectáreas de bosque en la Amazonía ecuatoriana.
Renacer de las cenizas
La comunidad presenciaba un juego de fútbol cuando una columna de humo se alzó a lo lejos. Desde allí no era difícil adivinar de qué se trataba. Teresa Chiriapa se levantó de su asiento y corrió; su casa, construida de madera, fue consumida por el fuego. El 24 de marzo de 2022 vio su vida reducirse a cenizas. El incendio se lo llevó todo.
“Mi vida, mi futuro. Todo. Estaba mi título de bachillerato, las imágenes de mis bebés… Empezar de cero fue súper duro. Algunos han dicho que el incendio fue provocado, otros dicen que fue un cortocircuito. Yo nunca investigué”, dice Chiriapa, de 32 años y madre de dos niños pequeños.
Teresa Chiriapa es también la primera mujer presidenta de la comunidad Achuar de Mashientz —ubicada en plena Amazonía ecuatoriana— y la única que lidera una de las 89 comunidades Achuar en las provincias de Pastaza y Morona Santiago de Ecuador. Sus gestiones han logrado un sistema de agua, paneles solares, internet y un proyecto de bioeconomía en ciernes con mujeres de su comunidad, a través de la elaboración de artesanías para vender fuera del territorio ancestral.
“Como soy la primera mujer Achuar en hacer muchísimas cosas, hubo comentarios de que fue para desanimarme, para ver hasta dónde podía aguantar. Pero nunca me importó eso”, asevera la lideresa indígena.
Entre los documentos perdidos, también se encontraban los correspondientes a la legalización de la comunidad y los necesarios para que Mashientz ingresara al Programa Socio Bosque, una iniciativa del Gobierno de Ecuador que otorga incentivos económicos directos para las comunidades, a cambio de su compromiso de conservar áreas de bosque.
Ese fue el sueño de Teresa Chiriapa desde que inició la presidencia de Mashientz: proteger al bosque que sostiene la vida de su comunidad.
“Ni una lágrima lloré el día que perdí mi casa. Mis hijos —la primera tiene siete años y el varón cumplirá seis— lloraban y me decían: ‘Mamá, mis juguetes, mi ropa’. Era una desesperación tan grande ver cómo me abrazaban. Si lloraba yo también, habría sido tremendo. Pero yo les dije que eran cosas materiales y que se podían recuperar, quería tranquilizarlos”, explica.
Así la presidenta volvió al sitio del encuentro deportivo, con la única pertenencia que le quedaba —su teléfono celular— y tomó el micrófono. Repitió a la comunidad que, aunque tomara tiempo, lo material regresaría y agregó que, al día siguiente, saldría rumbo a la ciudad de Quito a gestionar, en todas las dependencias necesarias, para recuperar los documentos perdidos. Su familia la impulsó a no rendirse. Le recordaron que era el ejemplo para muchas otras mujeres indígenas. Entonces se vistió con la ropa prestada de su mamá y salió de su comunidad.
“Fui a las instituciones y las puertas sólo se cerraban. Poco a poco fui luchando, consiguiendo los documentos. Todavía no tengo mi título de bachillerato porque me enfoqué en recuperar los papeles de la comunidad, porque lo que más me interesaba era entrar en los programas sociales”, explica.
Salvar el bosque
Mashientz es un pueblo pequeño conformado por 35 familias. Teresa Chiriapa describe a la comunidad rodeada de un bosque hermoso, lleno de frutas y de incalculables plantas medicinales. Su territorio está enmarcado por distintos ríos, como el afluente del Pastaza, en donde se puede pescar en paz.
“Es una comunidad llena de selva, es una comunidad llena de vida”, asegura Chiriapa.
Pero este bosque también enfrenta amenazas. Una de ellas es la deforestación provocada por la extracción de madera en la ribera del río Pastaza. En Ecuador existe una “fiebre” por la madera de balsa (Ochroma pyramidale), pues la comercialización de esta especie ha tenido un auge en los últimos años. Aunque los pobladores de Mashientz sí aprovechan este recurso, todavía están lejos de incorporarse a esta actividad a gran escala, el avance de una carretera cercana —ubicada en Copataza, a unas seis horas de distancia a pie— amenaza con expandir la deforestación.
“La carretera está avanzando y, con el tiempo, puede llegar a la comunidad. Eso preocupa, por la deforestación del bosque. Mashientz también desea que llegue la carretera porque puede haber beneficios, pero tiene consecuencias. Las personas podrían migrar de la comunidad, y la naturaleza, que es tan hermosa, se puede perder por la tala de madera”, dice la lideresa.
Cuando inició la presidencia, Chiriapa dijo: “Tengo que hacer algo aquí. Tenemos más de 73 000 hectáreas, hay millones de cosas que podemos hacer y yo ya había escuchado del Programa Socio Bosque. Somos cinco comunidades cercanas —Mashientz, Kapawari, Pukuan, Kanus y Kuankua— y los beneficios tienen que ser para todos, porque tenemos una sola escritura. Entonces empecé a trabajar, porque quería dejar algo para nuestra generación”, afirma. Acabar con la selva para producir madera, definitivamente, no era una opción.
En su búsqueda, conoció a la organización Conservación Internacional y allí fue cuando su sueño comenzó a tomar forma.
“Teresa nos buscó, por recomendación de Socio Bosque, para apoyarla a generar toda la documentación y el proceso participativo que se requiere para ingresar al programa. Empezamos un interesante proceso con las cinco comunidades, sobre toma de decisiones y de consulta”, dice Tatiana Carvajal, ingeniera ambiental y especialista en Gestión territorial de Conservación Internacional Ecuador.
Así, en conjunto, se creó un mapa participativo en el que se definió el área a conservar.
La esperanza para el bosque
De las 73 000 hectáreas que comprenden el territorio de las cinco comunidades Achuar, 50 000 fueron destinadas a mantener el bosque nativo intacto. Las 23 000 restantes se destinaron al uso colectivo de sus habitantes, en donde pueden desarrollar los proyectos productivos que más les convengan.
Esto se logró el 24 de febrero de 2023, fecha en que se firmó el convenio de conservación del Programa Socio Bosque, con el que las comunidades han comenzado a recibir —a partir de junio pasado— un incentivo financiero directo de 91 400 dólares al año.
“Ahora que ya estamos en el Programa Socio Bosque, animé a las cinco comunidades a que inviertan y hagan algo productivo, un plan de manejo que les va a servir no ahora, sino para el futuro. Les he dicho que pueden trabajar con actividades como la agricultura, con la siembra de yuca o papa china, para que puedan vender, beneficiarse y superarse económicamente, y que no sólo dependan del fondo de Socio Bosque, sino que puedan darle la vuelta”, detalla Chiriapa.
Por su parte, Teresa Chiriapa ha encabezado acciones como la capacitación a guardabosques comunitarios para monitoreo, vigilancia y levantamiento de información geográfica de la zona. Con la colaboración y apoyo técnico de los expertos de Conservación Internacional Ecuador, se dotó de smartphones a los nueve guardabosques, con las herramientas de software libre necesarias para documentar su patrullaje.
“Los guardabosques comunitarios hacen monitoreo de cobertura vegetal y se encargan de realizar sus informes mensuales, hay un formato que el Ministerio del Ambiente les entrega y ellos salen a hacer su recorrido para identificar si existe algún riesgo o alguna amenaza que esté afectando al bosque. Nosotros, como Conservación Internacional, hemos apoyado con los equipos para el levantamiento de información en campo y también facilitamos la capacitación”, detalla Carvajal.
Además, se ha comenzado con la señalización para delimitar el bosque en donde está prohibida la tala. Finalmente, estas acciones beneficiarán a 380 personas de las 90 familias Achuar involucradas en todo el territorio.
“El trabajo con Teresa también ha sido un proceso de aprendizaje para nosotros, porque vemos que las mujeres de la nacionalidad Achuar se encuentran en un nivel de participación mucho más bajo que en otras nacionalidades. Sin embargo, este proceso ha ido abriendo más caminos y más espacios de participación para otras mujeres”, agrega Carvajal en referencia a los logros de la presidenta.
Una vez que ella se hizo notar —dice la experta— han surgido nuevas lideresas a nivel de la nacionalidad. Ahora mismo hay otra comunidad que ya eligió a una nueva mujer como presidenta, se ha conformado una nueva organización de mujeres indígenas y también se ha abierto el diálogo, a nivel de la dirigencia de la nacionalidad Achuar del Ecuador —con cargos históricamente ocupados por hombres— para que, a partir de este mes de septiembre, se actualicen sus estatutos y se incluya a una dirigente mujer. “Desde hace un año, Teresa ha sido inspiración para que se hayan dado todos estos pasos”, concluye Carvajal.
Teresa Chiriapa está segura de que todas las mujeres indígenas son líderes. “En la selva, las mujeres cantan, las mujeres hacen artesanía, las mujeres tejen trajes típicos, las mujeres saben hacer medicina ancestral”, enumera. La diferencia está allá afuera, en las grandes ciudades, considera.
“Nos falta un empujón. Yo, simplemente siendo bachiller, logré legalizar a la comunidad, ahora pude ingresar 50 000 hectáreas al Programa Socio Bosque. Pronto también habrá canoas para la comunidad e internet”, afirma Chiriapa.
Si hubiera la oportunidad de que organizaciones y gobiernos dirigieran sus miradas a la selva, con las mujeres indígenas, la historia de muchas sería distinta. “La capacidad sí tenemos”, concluye Chiriapa. “Hay muchas cosas que aprender, pero también muchas experiencias que contar”.
Imagen principal: Teresa Chiriapa, presidenta de la comunidad Achuar de Mashientz, Ecuador. Foto: Sebastián Espín / Conservación Internacional Ecuador
El artículo original fue publicado por Astrid Arellano en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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