Las “graves” sequías de los últimos veinte años en la cuenca del Amazonas han provocado que los períodos con niveles bajos de agua duren unos 30 días más de lo habitual, lo que conlleva “importantes impactos” en la población, de acuerdo con un estudio publicado este viernes.
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Publicado en la revista ‘Communications Earth & Environment’, el estudio ha sido elaborado por el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB) y dirigido por la científica brasileña Leticia Santos de Lima, en colaboración con investigadores de la Universidad Federal de Minas Gerais (Brasil) y del Woodwell Climate Research Center (EE.UU.).
Los datos recogidos indican que las sequías -especialmente, las más duras de los años 2005, 2010 y 2015/2016- “no sólo redujeron drásticamente los niveles de agua en una parte sustancial del sistema fluvial más grande del mundo, sino que dieron lugar a períodos más largos de niveles bajos de agua” que superaron los 100 días, un mes más de lo habitual.
Este “aumento sustancial de la frecuencia e intensidad de los fenómenos extremos en la Amazonía debido al cambio climático” afecta sobre todo a cerca del 50 % de las localidades no indígenas y al 54 % de las aldeas indígenas de la parte brasileña de la cuenca amazónica.
Estos enclaves dependen de ríos y humedales para desplazarse por la zona a través de barcos y botes, su medio de transporte más importante, y se ven abocadas “al aislamiento durante las sequías severas”, lo que afecta a su acceso a los principales bienes y servicios, el desplazamiento hasta los centros urbanos y la conservación de sus medios de vida.
Por ello, las sequías “las condenan a largos períodos de escasez de bienes, aislamiento, acceso restringido a la sanidad y la educación, acceso limitado a los lugares de pesca y caza y otros impactos importantes” como demuestra la información recogida “minuciosamente” en estas zonas mediante “el análisis espacial, los métodos hidrológicos y el análisis del contenido de los medios de comunicación”.
El documento alerta también sobre la “insuficiente respuesta gubernamental” porque “sigue manteniendo una actitud reactiva al problema en lugar de planificar una adaptación a largo plazo”.
En ese sentido, subraya que las carreteras “no son la solución contra el aislamiento de las comunidades” durante la época de sequía, ya que actúan como “un conocido motor de deforestación que provoca cambios en las precipitaciones y contribuye a un mayor volumen de sedimentos en los ríos”, lo que perjudica aún más la navegabilidad.
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