Trabajadores del Servicio Agrícola Ganadero (SAG) alertaron, en 2003, que la población del picaflor de Arica (Eulidia yarrellii) estaba desapareciendo. Los ornitólogos lo confirmaron luego, ya que cada vez era más difícil avistar a esta pequeña ave. Estos antecedentes sirvieron como base para que un grupo de investigadores, liderado por Cristián Estades, Ingeniero Forestal de la Universidad de Chile, implementara el primer censo poblacional de esta especie.
Los resultados fueron críticos: solo quedaban 1600 individuos. Desde entonces los números no han hecho más que bajar y actualmente esta especie, también conocida como Estrellita Chilena o Colibrí de Cara Rosada, es considerada el ave más amenazada del país y está clasificada en Peligro Crítico de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Sin embargo, esta ave abriga todavía una esperanza que se consolidó con la creación del Monumento Natural Picaflor de Arica y la implementación de «microrreservas» para proteger la población de esta especie.
Estos lugares, que se han transformado en espacios clave para la preservación de esta ave, fueron el resultado del trabajo constante del monitoreo que nació en 2003 de la mano de Cristián Estades. A partir de ese año, cada mes de octubre un grupo de profesionales viaja hasta la región de Arica, ubicada a poco más de 2000 kilómetros al norte de Santiago, capital de Chile, para internarse por 10 días en los paisajes más áridos del mundo y contabilizar a estos pequeños individuos que no miden más de 90 milímetros de largo y su peso apenas alcanza los 3 gramos.
“No es un trabajo fácil”, recalca el ingeniero forestal, pues además de soportar las altas temperaturas de estas inhóspitas tierras de clima seco, los investigadores deben lidiar con la similitud de otros colibríes. Uno de ellos es el picaflor de Cora (Thaumastura cora), originario del Perú, y el otro es el picaflor del norte (Rhodopis vesper). “Hay que tener un ojo muy entrenado para no confundir la especie y además para poder avistarla”, afirma Estades.
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Las amenazas
El grupo multidisciplinario que realiza el monitoreo se llama Aves Chile y pertenece a la Unión de Ornitólogos de Chile. Cuando en 2003 identificó y localizó los 1600 individuos, vio que estos estaban distribuidos principalmente en tres valles: Azapa, Camarones y Vítor, que incluye la localidad de Chaca y Codpa. Además, estableció que la especie es endémica de estos valles, es decir, que solo habitan en esos espacios del extremo norte del desierto de Atacama, el más árido del mundo.
Registros más actuales, sin embargo, han revelado que en el valle de Azapa la especie se encuentra “prácticamente extinta”, debido a que gran parte de la vegetación natural de la zona ha sido reemplazada por la agricultura. Estades cuenta que plantaciones de tomates, olivos y hortalizas cubren grandes extensiones del valle de Azapa, destruyendo gran parte del hábitat del picaflor de Arica. “Existe menos del 10 % de vegetación nativa en Azapa”, afirma el investigador, lo que constituye la principal causa del declive poblacional de la especie.
Según Estades, en los últimos 10 años, la Estrellita Chilena del valle de Azapa se ha deteriorado de manera estrepitosa debido a que los agricultores de la zona usan mallas antiáfidos en reemplazo de los pesticidas que tienen un mayor costo. Estas mallas se caracterizan por ser de una tela muy fina que permite la entrada de aire, pero no de los insectos que se alimentan de los árboles y plantas. El ingeniero forestal agrega que el uso de la malla se ha popularizado tanto que prácticamente hay lugares del valle que están todos bajo esta cubierta. “El valle de Azapa se está convirtiendo en un gran invernadero”, dice. El problema es que si no ingresan los insectos tampoco ingresan las aves y entonces “el picaflor de Arica no puede alimentarse del néctar de las flores”, precisa el experto. Las mallas antiáfidos inicialmente parecían una buena medida, afirma el investigador, pero se ha transformado en un arma de doble filo y en estos momentos la situación acelera de manera abrupta la destrucción del hábitat del picaflor.
El estado del colibrí de Cara Rosada podría empeorar más, ya que todo parece indicar que esta idea de ‘agricultura protegida’ se implementará también en el valle de Vítor, pues cuenta el investigador que ya se observan las primeras mallas antiáfidos en ese territorio, agregando que es lamentable ver “mares plásticos” en estos valles.
No obstante, existe un lugar esperanzador en la recuperación del hábitat del picaflor de Arica: el valle de Camarones. Allí se realiza una agricultura más extensiva, es decir, que ocupa mayor superficie, pero al contrario de los demás valles está enfocada en la ganadería y por lo tanto se adapta de mejor forma al hábitat de esta pequeña ave, cuenta el ingeniero forestal. De hecho, en este sector vive la mayor parte de los individuos censados, una porción de la población del colibrí que es la “cuenta bancaria” de la especie, dice el experto, por lo que agrega que se trata de “un valle clave”.
Otra potencial amenaza para la Estrellita Chilena es la colonización del picaflor de Cora —que comenzó en la década de los 90— y que compite por el alimento con el picaflor de Arica, desplazándolo de su hábitat. Sin embargo, Estades afirma que si bien esta amenaza existe “no es tan relevante”, pues registros poblacionales de Aves Chile indican que actualmente el picaflor de Cora está catalogada como una especie escasa en la zona norte de Chile.
Monumento Natural Picaflor de Arica
El Monumento Natural Picaflor de Arica (MNPA) posee una extensión de 10,8 hectáreas y está ubicado en el valle de Chaca. Esta área protegida se creó en 2019 luego de que los investigadores de Aves Chile la identificaran como un sitio clave para la nidificación del amenazado picaflor. Héctor Peñaranda, director regional de Corporación Nacional Forestal (CONAF), entidad que administra el parque, cuenta que “esta área es un logro ya que permitirá aportar a este sueño de recuperar las poblaciones de esta especie”.
Aquí existe un ecosistema denominado ‘bosque espinoso tropical interior del Chañar (Geoffroea decorticans) y del Algarrobo blanco (Prosopis alba)’, dos árboles entre los cuales el picaflor de Arica puede vivir y reproducirse, cuenta Joel Meri, funcionario de CONAF de la región Arica y Parinacota y único guardaparques del lugar.
Esta área protegida es testigo de uno de los cortejos de apareamiento más fascinantes de la naturaleza entre el macho del picaflor de Arica, que se caracteriza por tener un parche en la garganta de color púrpura con tonalidades azules y la hembra, completamente blanca desde la garganta al abdomen. Durante el ritual, el macho se agrupa con sus pares en sitios tradicionales llamados “leks” donde realiza avezadas piruetas y cantos para defender su territorio y así atraer a una hembra. Ilenia Lazzoni, Doctora en Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Chile, explica que la hembra visita un lek y “elige al macho más apropiado para su apareamiento”, pasando así a la etapa de reproducción que se da entre mediados de agosto e inicios de septiembre aparentemente de manera sincronizada con la floración del chañar, dice la especialista.
Estades cuenta que la hembra del picaflor tiene a su cargo todo el proceso de reproducción, el que dura aproximadamente 48 días entre la construcción del nido, la puesta del huevo y la crianza de los polluelos. Al ser esta etapa tan prolongada la especie tiene muchas más restricciones para reproducirse con éxito, explica el investigador, ya que existen probabilidades de que el nido se destruya por causa de fuertes vientos o que sea atacado por depredadores. Estos factores junto con el corto período de floración de las principales especies utilizadas por el picaflor de Arica para alimentarse, sugieren que posiblemente “son pocas las probabilidades de que las hembras puedan tener dos nidadas”, agrega.
En forma paralela, la reproducción del picaflor de Arica enfrenta otro problema que recae en el macho de la especie: la quema de su lek. Estades cuenta que “esta especie tiene una altísima tenacidad al sitio”, es decir, que son muy fieles a estos lugares por lo que los individuos parecen no responder de forma adecuada al deterioro de su hábitat. Así, en vez de moverse a otros lugares cuando las condiciones ambientales decaen, el picaflor de Arica permanece en el lugar hasta el último momento. En junio de 2010 se registró el caso de un macho que permaneció varias temporadas en un sitio que lentamente fue siendo convertido en un basural clandestino. Dentro del área ya no quedaban flores por lo que el ave debía alimentarse en una plantación de porotos vecina que estaba siendo tratada con pesticidas. “En septiembre del mismo año el individuo no fue visto más”, cuentan los ornitólogos de Aves Chile que seguían el caso.
Ante estas condiciones Lazzoni creó, junto a un grupo de investigadores de Aves Chile, una potencial herramienta de manejo al interior del MNPA denominada Simulación de los leks machos. La doctora, quien además es la coordinadora del experimento, explica que instalan muñecos falsos en ramas de árboles acompañados de parlantes que emiten la vocalización lo más genuina posible del picaflor. El objetivo es atraer machos —especialmente jóvenes— a ciertos sectores que podrían ser protegidos para la conservación y así poder generar nuevos espacios de apareamiento.
Pero esta estrategia no es fácil de llevar a cabo ya que exige dar autonomía energética a los parlantes que emiten el sonido de las aves y tener personal capacitado para el reconocimiento de la especie y que además pueda hacerse cargo de monitorear el experimento.
Los últimos refugios: las microrreservas
Existen antiguos relatos que cuentan que durante mucho tiempo la Estrellita Chilena fue un ave muy común en la ciudad de Arica. Visitaba árboles floridos, jardines y plaza, y hasta se hablaba de que en ciertos lugares de la zona existían verdaderos “enjambres” del picaflor. Esta situación contrasta diametralmente con el estado crítico actual de la especie. Datos recientes indican que desde la primera estimación poblacional del ave en 2003 (1600 individuos), la población en 2019 se ha reducido a menos de 492 y un estudio realizado por investigadores de Aves Chile sentencia que existe una alta probabilidad de que la especie se extinga durante la próxima década.
El picaflor de Arica —junto con el huemul (Hippocamelus bisulcus), el queule (Gomortega keule) y el zorro de Darwin (Lycalopex fulvipes)— es parte del Proyecto para la Conservación de Especies Amenazadas, una iniciativa impulsada por el Ministerio del Medio Ambiente (MMA) en conjunto con la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y que cuenta con el financiamiento del Global Environment Facility (GEF). Este proyecto tiene como objetivo incorporar criterios de conservación de estas especies cuyos hábitat “ricos en biodiversidad y altos en endemismo de especies se han visto amenazados por prácticas productivas no sostenibles”, cuenta Paula Arévalo, Coordinadora Regional del proyecto que incluye La Red Microrreservas.
En entrevista con Mongabay Latam, Arévalo explica que gracias a las investigaciones que realiza Aves Chile desde 2003, varios sitios de importancia para la conservación del picaflor a lo largo de los valles de Arica y Parinacota se han identificado. Sin embargo, no fue hasta el 2017 que se logró crear acciones de conservación en estos territorios. “Antes, estos lugares eran verdaderos basurales. No se tomaba en cuenta que eran sitios claves para el hábitat del picaflor”, afirma la coordinadora.
A partir de entonces, esos sitios comenzaron a conocerse como “Microrreservas”, y en la actualidad cinco sitios integran La Red de Microrreservas, cumpliendo los objetivos de proteger los sitios de nidificación, las áreas de agregación de los machos (lek) y aumentar las zonas de alimentación. Cada uno de los sitios que componen esta alianza tiene un atributo que los destaca. Así, la Microrreserva de Azapa, con una superficie de 2,54 ha, se caracteriza por ser una zona de tránsito con recursos alimenticios para el picaflor. También se encuentra la Microrreserva de Chaca (0,7 ha), que sirve como zona de nidificación y donde recientemente se registró el nacimiento de dos polluelos. La tercera y más extensa es la Microrreserva del valle de Vítor (15,9 ha), que cuenta con infraestructura para impartir clases de educación ambiental al aire libre y, por último, las Microrreservas de Puquios 1 (11,65 ha) y Puquios 2 (0,91 ha), que son dos zonas ubicadas en sitios de difícil acceso “protegidas para el apareamiento”, afirma Arévalo, y rodeadas por huertos de cítricos y paltos. Todos estos territorios se encuentran cercanos a cauces de ríos, por ende alejados de las áreas intensamente productivas que han transformado el suelo para la agricultura.
Estos territorios que reciben la denominación de Zonas de Destinación para la Conservación, pretenden ser parte del Servicio Nacional de Áreas Terrestres Protegidas (SNASPE) y así ser declaradas áreas protegidas. Existe la intención, por parte del MMA y CONAF, de traspasar estos cinco polígonos al Monumento Nacional Picaflor de Arica convirtiéndose “en un corredor de la biodiversidad único en la región”, dice Arévalo. Agrega que son áreas que sirven no solamente para la conservación del picaflor de Arica, sino también para la flora nativa y para una serie de reptiles que habitan en la zona.
Por su parte Cristian Estades, pionero en el estudio de la Estrellita Chilena, sostiene que con suficientes recursos financieros se puede salvar la especie ya que el conocimiento técnico para resolver el problema, existe.
El artículo original fue publicado por Barinia Montoya en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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