Doris Vice Ruiz es buzo artesanal desde los 17 años. Es una de las pocas mujeres que forman parte de la cadena productiva de las conchas de abanico en la provincia de Sechura, en Piura, al norte del Perú. Al igual que la mayoría de familias de la bahía, la de Vice Ruiz se dedica por completo a la maricultura de este recurso. Su madre vende los equipos profesionales para los buzos artesanales, mientras que su padre forma parte de la Asociación de Pescadores Artesanales y Extractores de Mariscos Exitosos de Sechura.
Pese a lo peligroso que puede resultar el buceo artesanal —sobre todo si se realiza de manera informal— y lo complicado y costoso que resulta obtener los permisos para extraer las conchas de abanico, Doris Vice Ruiz asegura que la maricultura de este recurso sigue siendo la actividad económica más rentable de la provincia. Después del ciclón Yaku en el 2023, sin embargo, el panorama se volvió desalentador para los maricultores.
“Luego de la pandemia quisimos retomar la actividad que estuvo paralizada, pero hubo mortandad masiva de las conchas de abanico por el ciclón Yaku y toda la producción desapareció. Muchos perdieron y eso nuevamente nos obligó a parar la actividad”, cuenta Vice Ruiz.
Según José Aldana, especialista en acuicultura y vocero del Consejo de Maricultores de la Bahía de Sechura, en el 2021 se exportaban 121 millones de dólares en conchas de abanico, pero en el 2023, tras el paso de Yaku, esta cifra se redujo a casi la mitad: 62 millones de dólares.
Ante la situación, algunas familias maricultores decidieron migrar a otras actividades económicas. Las que se quedaron, optaron por repoblar algunas zonas de la bahía con conchas de abanico e iniciar un proceso de formalización para, entre otras cosas, disminuir los riesgos de descompresión a los que están expuestos.
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El repoblamiento de conchas de abanico
Perú es el tercer exportador mundial de conchas de abanico y la provincia de Sechura, en la región Piura, concentra más del 80% de la producción nacional de este molusco. España, Francia y Estados Unidos son los principales destinos.
Antes del ciclón, ya “veníamos del fenómeno de La Niña que inhibe la reproducción de conchas de abanico”, cuenta Aldana. Para enfrentar ese problema, los maricultores sembraron semillas de conchas de abanico, aunque los precios se habían duplicado. “Se sembró el producto aunque estaba caro y llegó el ciclón Yaku devastando todo”, dice Aldana.
Con el fin de contrarrestar la crisis generada en esta actividad extractiva tras los fenómenos climáticos, el Ministerio de la Producción autorizó, en julio del 2023, la transferencia de S/ 49.5 millones ( cerca de 13 millones de dólares) a favor del Fondo de Desarrollo de la Microempresa (Fondemi), para promover la reactivación económica de la producción de conchas de abanico. Sin embargo, no todos los maricultores ni los buzos artesanales han accedido aún a este crédito.
El proceso de repoblamiento, cuenta Doris Vice Ruiz, se hace cada vez que el recurso se agota y consiste en que “los buzos vuelven a cultivar la semilla que se trae de laboratorios. Se compran las conchas, se llevan en cilindros, siempre de madrugada, y se echan al área del mar que ha sido autorizada. Después, se tienen que hacer faenas semanales porque puede ser que el caracol o el cangrejo te lo depreden. Nos tenemos que meter hasta 12 metros de profundidad una a dos veces a la semana para monitorear”, explica.
El cultivo de las conchas de abanico depende de las semillas que se puedan obtener de la producción en laboratorios y de la recolección en el mar. Actualmente, solo existen laboratorios privados que venden las semillas de conchas de abanico a las grandes empresas, por lo que los micro y pequeños empresarios, deben extraerlas de las profundidades del mar, a través de los buzos artesanales.
Por eso, los representantes de la la Federación de Pescadores Artesanales de la Categoría Productiva Amypes (Acuicultura de Micro y Pequeñas Empresas) de la bahía de Sechura presentaron al Gobierno Regional de Piura un proyecto para la instalación de un centro de producción de semillas de conchas de abanico. El objetivo es que este centro de producción provea anualmente a los maricultores de 50 mil manojos de semillas, cada uno de los cuales tiene 96 conchas de abanico.
“En el 2024 pocos sembraron por el miedo del fenómeno de El Niño que se anunciaba para fines de año. Esa es la producción que está comenzando a salir este año para el mercado exterior”, cuenta Aldana. Aún así, “este año creemos que llegaremos al 40% de producción en comparación con el 2021″, sostiene.
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Un proceso de formalización en marcha
Desde los 14 años, Marcos Marino Morales se coloca el traje de buceo, el visor y el snorkel para explorar las profundidades del mar de Sechura. Hoy, cinco décadas después, recuerda que aprendió a bucear en la caleta Constante cuando unos buzos profesionales llegaron desde Lima y alquilaron la lancha de su padre para navegar en Sechura.
“Hace 40 años, el mar era una maravilla, era un mundo nuevo. Yo aprendí porque mi papá tenía una lancha que alquilaba a los buzos y me encantó. Luego nos hicimos maricultores cuando empezó el cultivo de conchas de abanico”, cuenta.
Marino Morales es uno de los 1100 buzos artesanales que, aproximadamente, se dedican al cultivo y extracción de conchas de abanico en la bahía de Sechura. Ha dedicado toda su vida a trabajar bajo el mar y, aunque bucea menos que hace unos años, asegura que el buceo artesanal es una actividad que aún le resulta rentable y apasionante. “Toda nuestra vida ha estado vinculada al mar. Cuando sales a pescar quieres seguir explorando y te fascina”, dice. El problema, reconoce, es que “el buceo artesanal de conchas de abanico tiene un riesgo muy alto y, ante ello, lamentablemente estamos desprotegidos”.
Los buzos artesanales pueden llegar a 12 metros de profundidad bajo el mar para recolectar las conchas de abanico. En ocasiones deben estar hasta dos horas bajo agua y pueden sufrir descompresiones por la falta de oxígeno. Esto ocurre cuando, al subir muy rápido hacia la superficie, la presión atmosférica se reduce bruscamente pudiendo obstruir una arteria y provocar, por ejemplo, un infarto.
“Si estás en la informalidad y te da la descompresión, ahí quedó todo porque no hay nadie quien te auxilie. Pasas directo al grupo de los fallecidos”, dice Marino. De hecho, se calcula que cada año unas 12 personas fallecen en Sechura por esta razón, asegura Aldana.
Según la Dirección de Capitanía de la Marina (Dicapi), para realizar esta labor en las zonas del mar autorizadas, los buzos artesanales deben conocer a cabalidad la norma pesquera y sanitaria vigente que establece las tallas mínimas de captura, restricciones, períodos de veda, prohibiciones y sanciones por infringir la norma.
Sin embargo, la gran mayoría de los buzos artesanales dedicados a la extracción de conchas de abanico opera en la informalidad. Por lo mismo, aún no existe un registro oficial que contabilice el número de personas que se encargan de realizar esta labor y que estén autorizados por la Dicapi para realizar la extracción de conchas de abanico.
Continuar en la informalidad no solo impide que los buzos puedan formar organizaciones o asociaciones legales y proteger sus derechos laborales y de salud, también impide que su labor sea monitoreada para evitar el mal uso del recurso marino.
Como parte de la solución al problema de la informalidad, el Fondo Social del Proyecto Integral Bayóvar (Fospibay) —una asociación civil sin fines de lucro, integrada por la Municipalidad Provincial de Sechura, el Ministerio de Energía y Minas, la comunidad campesina San Martín de Sechura y el sector privado— iniciaron en el 2024 un proceso de formalización de buzos artesanales.
Un primer grupo de 200 buzos ya aprobó el proceso de formalización y se espera que otros 550 buzos también sean formalizados en diciembre de este año, aseguran desde la gerencia de Fospibay.
El proceso de formalización incluye una capacitación para reforzar ciertos conocimientos como, por ejemplo, saber regular los tiempos bajo el agua para evitar la descompresión.
La Dirección de Capitanía de la Marina exige como condición para entregar la licencia de buzo en categoría artesanal, no solo que estos conozcan el tiempo que pueden estar bajo el mar según las tablas de descompresión, sino también que sepan la ubicación de los centros médicos que cuentan con cámara hiperbárica en caso sufran de este problema.
Sin embargo, pese a que el Centro de Salud de Sechura es el más cercano a la bahía y cuenta con una cámara hiperbárica para atender estos casos de emergencia, de acuerdo con los buzos y Fospibay, esta se encuentra inoperativa. “Si ocurre el problema se tienen que ir hasta Talara —que queda a tres horas de distancia de Sechura— donde hay una cámara hiperbárica que es del sector privado”, comenta Aldana.
Pese a que la labor es ardua y peligrosa, los buzos artesanales continuarán en el rubro esperando que la formalización sea pronto un objetivo logrado para todos.
*Imagen Principal: Los maricultores de la Bahía de Sechura intentan superar la crisis que dejó el ciclón Yaku en el mar. Créditos: Produce.
El artículo original fue publicado por Lourdes Fernandez en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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