Cecilia Martínez tiene claro que los retos para las mujeres indígenas, dentro de sus territorios, son diversos y complicados. También sabe que participar activamente en la toma de decisiones y ganar espacios en las estructuras organizativas son metas que pueden alcanzarse cuando se trabaja en colectividad. Por eso creó una escuela de liderazgo.
“No hay mujeres lideresas jóvenes dentro de la Federación o en las comunidades indígenas; siempre hay un jefe varón, en la toma de decisiones sólo están varones, pero ahora nosotras queremos hacer algo diferente”, afirma la ingeniera agrónoma y coordinadora del equipo técnico de la Federación de Comunidades Nativas Yanesha (Feconaya).
Su objetivo es que haya más mujeres indígenas con estudios profesionales en la Reserva Comunal Yanesha, en la selva central del Perú, que conozcan sus derechos y defiendan su territorio. Así ha identificado a jóvenes cursando sus últimos años de secundaria, para brindarles herramientas que fortalezcan su desarrollo personal y además mostrarles las oportunidades que existen afuera de sus comunidades: estudios, becas e independencia.
“Necesitamos formar más jóvenes lideresas y que sean mejores que una, que tomen mejores decisiones y que sepan qué hay más allá de su comunidad”, dice Martínez. “Eres mujer indígena, pero también puedes ser mujer indígena profesional, y regresar y trabajar para tu comunidad”.
El inicio: sembrar para conservar
La pérdida de los bosques peruanos, además de representar una amenaza directa a la biodiversidad, también significa una problemática para las artesanas de los pueblos indígenas que dependen de ellos para obtener la materia prima con la que elaboran bisutería y textiles tradicionales. Con la llegada de la pandemia del COVID-19, se volvió particularmente difícil para las artesanas conseguir cortezas, raíces y semillas esenciales para elaborar o teñir sus producciones. Entonces Cecilia Martínez, desde su campo de estudio, decidió actuar.
“El objetivo era generar pequeños bancos de germoplasma dentro de las comunidades nativas con la propagación de plantas de uso e interés en la bisutería y la artesanía yanesha. Hemos propagado recursos no maderables, tanto árboles como arbustos: chiyuski (Coix lacryma-jobi), huayruro (Ormosia coccinea), lágrimas de la virgen (Allium triquetrum) y algunos árboles como el huito (Genipa americana), que son colores de la tierra que usa el pueblo yanesha”, enlista Martínez.
Así inició la primera colaboración con 30 artesanas de dos comunidades yanesha: Tsachopen y Ñagazú, en un proyecto financiado y acompañado por la organización Conservación Internacional, donde Martínez obtuvo una beca dentro del Programa de Mujeres Indígenas de la Amazonía, implementado con el apoyo del Gobierno de Francia, junto a aliados locales.
El proyecto de Cecilia Martínez es parte de una serie de iniciativas de conservación, liderazgo y medio ambiente en siete países de la Amazonía, basadas en los conocimientos tradicionales de las mujeres indígenas. Más de 50 becarias se han unido a este programa donde fueron acreedoras a un fondo para ejecutar sus iniciativas, así como acceso a formación, intercambios y mentorías, con el fin de contribuir al bienestar de sus comunidades y sus territorios.
Durante un año, Martínez trabajó en la recolección de semillas que, eventualmente, formaron parte de viveros para las comunidades, hasta que las plántulas pudieron ser trasplantadas dentro de las parcelas en la casa de cada mujer.
“Desde jóvenes, hasta mujeres adultas y también sabias, trabajamos con el objetivo de transferir conocimiento una a la otra”, explica Martínez. “Y, al mismo tiempo, rescatar estos árboles de interés para ellas y sus artesanías, con las que tienen un poquito de independencia económica, para que sigan desarrollando sus costumbres, como el uso de las cortezas, raíces y las hojas para pintar el tejido”.
El proceso consistió en identificar y georreferenciar árboles semilleros dentro de las comunidades. Luego, se trabajó en investigación adaptativa para lograr la siembra de plantas originarias de pisos altitudinales distintos a los de las comunidades nativas. Y, finalmente, se trabajaron métodos distintos para la germinación de las semillas.
“Por ejemplo, para el huayruro, hemos tenido que escarificar la semilla para que la humedad ingrese y pueda germinar”, explica Martínez. “Eso lo hemos hecho dentro de un vivero con egresados de la Escuela de Agronomía de la Universidad Nacional Daniel Alcides Carrión, en Oxapampa, como una transferencia de tecnología. Hemos empleado varias técnicas, como frotar las semillas sobre una superficie áspera y generar una grieta por dónde puede ingresar la humedad, esa es la escarificación. También hemos utilizado partes vegetativas de algunas plantas para propagarlas y con algunas semillas se sembró directamente”.
Las propias artesanas fueron quienes realizaron el monitoreo de los viveros, también se encargaban de regar las plantas y verificar que no hubiera plagas o enfermedades. Una vez listas, las plantas se distribuyeron equitativamente.
“En el caso de los árboles, se les recomendó que se sembraran como lindero o como rompevientos dentro de sus parcelas, porque van a tener un desarrollo más prolongado en comparación con algunos arbustos que sí podían tener dentro de su jardines”, agrega Martínez.
En medio de este proceso, Cecilia Martínez decidió articular un nuevo proyecto con el que ya soñaba: una escuela de liderazgo para las más jóvenes. Entonces consiguió una segunda beca.
La motivación: reducir brechas y detener la violencia contra las mujeres indígenas
“Vemos muchos problemas dentro de las comunidades, hay muchos embarazos precoces, muchas violaciones y definitivamente este es el momento de hacer el cambio”, dice Martínez.
Mirko Ruíz, coordinador de Monitoreo y Género en Conservación Internacional, explica que Cecilia Martínez ha sido una colaboradora destacada en la organización por su genuina intención de expandir el liderazgo entre mujeres. Esa iniciativa la ha llevado a expandir su proyecto a más jóvenes originarias de cinco comunidades de la Reserva Comunal Yanesha.
“Cecilia es una profesional bien consolidada, es un referente para las jóvenes y esta beca brinda esa oportunidad para fortalecer voces y evidenciar al mismo tiempo algunas problemáticas que, durante mucho tiempo, han sido invisibilizadas”, explica Ruíz. “Este programa brinda la posibilidad de poner en agenda los temas de las comunidades indígenas que muchas veces no son evidenciados por líderes indígenas”.
Ruíz reitera que ambos proyectos encabezados por Cecilia Martínez están interconectados, al vincular a las jóvenes participantes de los viveros con la escuela.
“Cecilia no solo busca identificar a estas jóvenes que están terminando el colegio, sino también fortalecerlas, brindarles la orientación para que puedan ir a la universidad, formar un liderazgo en sus comunidades y que participen de espacios públicos”, concluye Ruíz. “Sus comunidades son muy cercanas a la ciudad y la presión de la ciudad está haciendo que se pierdan los conocimientos ancestrales y la identidad; lo que ella busca es revalorar todo esto”.
En su juventud, Martínez también enfrentó obstáculos por ser mujer y por ser indígena. Sin embargo, logró estudiar gracias al apoyo de su madre y se convirtió en la primera mujer de su familia en contar con un título profesional.
“Para mí sería una satisfacción inmensa saber que mi persona y todo el equipo marcamos la diferencia”, concluye Martínez. “Si antes era difícil que una mujer yanesha fuera profesional, ahora puedo decirle a estas jóvenes que sí pueden. Va a haber muchas barreras en todo su camino, sea económico, social o cultural, pero no serán impedimento para ser profesionales y trabajar por sus comunidades. Yo también salí de una comunidad, también me esforcé y lo logré. Si todas trabajamos por nuestra comunidad, definitivamente, las comunidades serían diferentes, con más oportunidades y más gente comprometida”.
*Imagen principal: Cecilia Martínez, ingeniera agrónoma y coordinadora de la Federación de Comunidades Nativas Yanesha (Feconaya). Foto: Conservación Internacional / Marlon del Águila.
El artículo original fue publicado por Astrid Arellano en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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