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Parece que fue ayer cuando compraste esa laptop reluciente de la más alta especificación, esa cámara de millones de millones de píxeles, ese televisor de pantalla del otro mundo. Un momento: ¿no fue ciertamente ayer?
El diccionario atribuye a la palabra obsoleto dos acepciones: 1. poco usado y 2. anticuado, inadecuado a las circunstancias. En el caso de los aparatos de última tecnología, lo primero no condiciona, pero lo segundo es cosa segura.
Sea que uses o no esa computadora portátil, esa cámara o esa televisión, lo más probable es que a la vuelta de un par de años (o hasta unos meses) se haya quedado atrás y tengas que reemplazarla.
Condenados al olvido.
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La tecnología avanza a una velocidad que podemos encontrar difícil de comprender. No menos por el empuje que le da el controvertido concepto de “obsolescencia programada”, un esquema de producción que existe hace más de un siglo y por el cual los fabricantes planean sus productos con ciertos ciclos de vida.
De esta manera se garantizan que los consumidores tengan que reemplazarlos en plazos definidos... y que el dinero siga fluyendo en dirección a sus cajas registradoras.
Nadie nos dijo eso cuando cambiamos nuestra colección de LP por una de CD. O cuando descartamos la de VHS para comenzar de cero con el DVD. Una tarea que probablemente no completamos antes de que llegara el Blu-ray.
¿Qué mató la tecnología que una vez amamos y cuál logró sobrevivir el apocalipsis de fin de siglo? ¿Qué va a durarnos lo suficiente como para justificar la inversión?
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En 2002 todavía se podía ser rico y famoso, como P. Diddy, y dejarse ver con un buscapersonas.
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¿Cuánto tiempo le queda, doctor?
Como si de un paciente terminal se tratara, blogueros y expertos de tecnología hablan de la expectativa de vida de los aparatos electrónicos. BBC Mundo consultó PC Magazine, CNET, Scientific American, Petapixel y otros blogs especializados para conocer la prognosis en cada caso. Descubre lo que encontramos.
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La última víctima
En Reino Unido, la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS) acaba de sacar el navegador satelital (también conocido como satnav) de la canasta de productos con que se mide la inflación. La gente simplemente ha dejado de comprarlo. El teléfono inteligente lo ha venido matando desde hace rato.
En octubre de 2009, cuando Google anunció que su sistema operativo Android 2.0 soportaría la navegación de Google Maps, las acciones de los fabricantes de satnav como Garmin y TomTom se desplomaron.
Además, cada vez más automóviles vienen con un GPS incluido. “Sólo el 39% de los usuarios tiene un navegador en casa, comparado con 46% hace 18 meses”, dice Paul Davies, analista senior de Mintel.
Es verdad que el GPS tuvo un período de gran popularidad a comienzos de siglo, pero en general ha tenido una ventana muy pequeña de utilidad.
La marcha de la tecnología no se detiene ante nada.
¿Y quién recuerda el buscapersonas o pager? De uso exclusivo de los médicos en el pasado, durante un período breve en los 90 tener uno al cinto se convirtió en el símbolo máximo de estatus. Luego se desvaneció.
En 2001 Motorola lo había descontinuado. El teléfono celular lo devolvió a su nicho y lo convirtió en un artefacto culturalmente irrelevante.
Lo mismo le pasó a la agenda electrónica. Casualmente, por la misma época.
El MiniDisc -lanzado por Sony en 1992 como una alternativa al CD- ocupa una categoría ligeramente diferente. Muy amado por sus compradores, nunca logró entusiasmar al público en general. En su primer año en el mercado sólo se vendieron 50.000 unidades.
Eso no evitó que Sony describiera el año de 1998 como “el del MiniDisc”. De hecho, para entonces ya se habían lanzado los primeros reproductores de MP3 y, cuando el iPod hizo su debut sólo tres años después, todo cambió sin remedio. Los MiniDisc siguieron vendiéndose en ámbitos profesionales pero salieron de la línea de producción en 2013.
En la década del 80, el disco láser es otro ejemplo de callejón sin salida para formatos duros. Antecesor del DVD y el Blu-ray, el “Discovisión” -como se lo llamó en Estados Unidos- se vendió como una alternativa superior al VHS.
Pero debido a su alto precio, su gran tamaño y la imposibilidad de grabar en ellos, nunca llegó a ser popular.
Uno de los problemas es qué hacer con toda esa tecnología que nos la pasamos reemplazando.
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Ventanas más pequeñas
La pregunta es si estas “ventanas de utilidad” seguirán encogiéndose cada vez más.
“No creo que todas las categorías de tecnología necesariamente enfrenten un problema de obsolescencia, al menos no en el futuro inmediato”, dice Jason Stamper, analista de 451 Research y exeditor de tecnología de la publicación New Statesman.
“Por ejemplo, el radio fue inventado cerca de 1900 y todavía mucha gente lo usa. Aunque, ciertamente, los aparatos destinados a nichos muy pequeños siempre están amenazados por los de uso más general, que pueden hacer muchas más cosas sin costar mucho más dinero”.
Es una lección para quienes planean comprar un libro electrónico. Los futurólogos han estado prediciendo por algún tiempo que las tabletas, más baratas, pronto harán que un aparato que sólo sirve para leer libros sea -¿cómo decirlo en forma elegante?- bastante “singular”.
El estatus de otros aparatos es más difícil de definir.
Muchos pensarían que hace rato que el fax mordió el polvo, cortesía del email.
Pero, para algunos, sigue siendo una alternativa superior a las basadas en internet, sobre todo cuando se trata de transmitir documentos de naturaleza delicada.
Todavía hoy en día se cuenta que las transferencias de futbolistas de la Liga Premier viene acompañada de los pitos y sonidos del fax común.
Pero también están los productos como el Blu-ray. No es descabellado pensar que el nuevo formato HD, que apenas acaba de agregarse a la cesta de medición de inflación de la ONS, salga de ella por donde entró en sólo unos pocos años.
Eso sí sería una ventana de utilidad corta.