Por David Cuen/BBC Mundo
Primer paso: sacar el celular del bolsillo. Después, abrir nuestra app preferida y pedir un taxi. El teléfono sabrá nuestra ubicación así que sólo tenemos que decirle a dónde vamos. La aplicación nos dará una tarifa estimada y preguntará si queremos pagar con tarjeta o en efectivo.
Después solo hay que esperar (o elegir a uno de los taxistas sugeridos). La app nos informará del progreso del conductor, nos dirá cuando esté por llegar, y una vez terminado el servicio nos pedirá que lo califiquemos.
Suena sencillo y a juzgar por la cantidad de apps de este tipo en el mercado, la fórmula parece exitosa. Una simple búsqueda en la tienda de apps de Google y Apple revela (una vez que se eliminan los juegos) centenas de aplicaciones para contratar taxis. ¿Pero qué tan efectivas son?
Decidí poner a prueba algunas de las que existen en Inglaterra. Durante cinco semanas tuve que viajar cada martes fuera de Londres y regresar al sureste de la capital británica hacia las 11 pm. En la primera de esas excursiones, salí de la estación abrí una de las apps (Uber) y en menos de 10 minutos un taxi estaba ahí. Como era la primera vez que usaba la app, tenía un crédito promocional así que el viaje salió gratis.
Desde el principio tuve una fotografía del conductor y un mapa enseñándome dónde estaba. El servicio fue bueno y al llegar a casa pude calificar la experiencia otorgándole un determinado número de estrellas al conductor.
Las siguientes cinco semanas mi suerte cambió radicalmente. Todas las veces que llegué a la misma estación Uber nunca encontró un taxista que estuviera cerca de mi. Traté con otras apps como Minicabster, Hailo y EasyTaxi. El resultado siempre fue el mismo. Nunca había conductores, a través de las apps, pero siempre había una fila de taxis afuera de la estación y autobuses que paraban a la hora indicada. En cuatro de las cinco semanas todas las apps brillaron por su ausencia y el mercado tradicional obtuvo la victoria.
Hailo, por ejemplo, una app diseñada en el Reino Unido trabaja sólo con los icónicos taxis negros que pueden ser difíciles de encontrar en horas de alta demanda. Un día de prueba mostró que el beneficio es que el taxi sabe dónde estoy y llega a mí sin que yo tenga que buscarlo. Pero como usa taxis con licencia, el costo es más alto.
Minicabster, por su parte, sólo funciona como intermediario. Uno le dice dónde está y a dónde va (aunque la dirección tiene que estar forzosamente en su base de datos) y la app regresa una lista de tarifas sugeridas por operador. Entonces sólo basta elegir la más barata o la más confiable y pagar en efectivo o con tarjeta. En este caso la app no trabaja con taxistas, sino con operadores o radio taxis o taxis de sitio, como se les conoce en algunos países.
Pero apps como Uber cambiaron el modelo de intermediación o cooperación por uno de perturbación. En vez de usar taxis públicos (como los negros de Londres), la empresa hace convenios con choferes particulares -con licencia para operar taxis- que son mucho más baratos porque no están sujetos a las mismas licencias o restricciones que sus contrapartes públicos.
Para el usuario el beneficio salta a la vista. El precio es menor, el taxi está disponible la mayoría de las veces (a menos que uno llegue a una estación en el sureste de Londres), se puede conocer su rostro, ubicación y tiempo estimado de llegada.
Pero al darle a los operadores privados la misma posibilidad de recoger a usuarios en la calle (así sea porque estos los reservaron a través de una app) el mercado se sacude y afecta a quienes antes se beneficiaban de las reglas convencionales.
Por ello los conductores de taxis negros de Londres protestaron hace una semanas quejándose del hecho de que ellos tienen que pagar tarifas altas para poder operar en la calle, tomar pasajeros y usar carriles especiales, mientras que los operadores de Uber no tienen que absorber dichos costos.
Pero un conductor de Uber me comentó que él se enteró de la app gracias a dicha protesta. “No sabía quiénes eran o de qué se trataba”, me cuenta. “Cuando fui a registrarme a sus oficinas al día siguiente, había una fila de unas 100 personas; todos se habían enterado de la empresa por la cobertura de las protestas”, asegura.
¿Es negocio para el taxista?, le pregunto. “Depende del día. Yo trabajo en una empresa de taxis y uso Uber cuando no tengo turnos para ganar más dinero. A veces tengo suerte y me tocan viajes al aeropuerto. Pero otras ocasiones puedo hacer sólo viajes cortos”.
Y agrega a BBC Mundo: “Uber se queda con el 20% de la tarifa por lo que si a eso le sumas combustible, mantenimiento del auto y más, puedes hacer muy poco dinero al día. Aún así, es mejor que nada”.
Pero esta no es la única app que está perturbando el mercado. En San Francisco, Lyft es una aplicación que permite conectar a gente que necesita viajar en auto con un conductor comunitario (alguien que ofrece ser un taxista informal por algunas horas) a cambio de una tarifa. La compañía asegura que los conductores son investigados previamente para asegurarse que no tengan antecedentes criminales. Las críticas de las empresas de taxis que sienten su negocio amenazado, no se han hecho esperar.
En China las dos empresas más grandes de internet cuentan cada una con una app para taxis que está atrayendo la atención de las autoridades. En un mercado donde hay una gran demanda por estos servicios, las aplicaciones permiten a los usuarios ofrecer una propina extra a los taxistas, por encima de la tarifa, que estos usan para decidir a qué usuario recoger. Las apps subsidian parte de la tarifa por lo que, en apariencia, el resultado es bueno para conductores y pasajeros. Pero los reguladores creen que está inflando el mercado y por tanto podrían pronto restringir las subastas informales.
En América Latina, apps como Uber y EasyTaxi están comenzando a generar ruido con su aterrizaje en la región en los últimos meses. Pero ahí también hay jugadores locales.
Yaxi, de México, es uno de ellos. La app trabaja con conductores y sitios de taxis. Como sus competidores, permite a los usuarios llamar a taxis registrados, ver la foto del conductor, calificar el servicio y pagar con efectivo o tarjeta de crédito, lo cual no suele ocurrir en otros servicios.
La empresa le dijo a BBC Mundo que sus ventajas respecto a la competencia son sus algoritmos de aprendizaje que les permiten evitar “fraudes”, realizar “cobros y calificaciones” en el servicio. Desde su perspectiva su desafío más grande es “cubrir la demanda de servicios”.
Pero ¿hasta qué punto se trata de una revolución tecnológica y no sólo de un intermediario más como las páginas amarillas de antaño o los operadores telefónicos?
“Es un cambio tecnológico a todos los niveles, pero los más beneficiados son los taxistas”, me dice Alejandra Cors de Yaxi.“El mayor beneficio para ellos es la bancarización y la introducción al ahorro”, asegura.
La empresa asegura que la app cuenta con 600.000 usuarios y que su conocimiento de las “necesidades locales” les da una ventaja sobre la competencia internacional.
Más allá de las realidades, los problemas y las críticas que algunas de estas apps enfrentan en algunos mercados, lo cierto es que están aprovechando una necesidad en el mercado. Y los inversionistas lo están notando. Uber consiguió US$258 millones en una ronda de inversión y Hailo US$50 millones, entre otros.
Las apps para taxis parecen haber llegado para quedarse, pero su éxito y la forma en la que están perturbando los mercados locales están atrayendo más de una mirada. La regulación podría estar en camino.