Follow @vamos_ecpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
No puedes dormir. Te duelen las articulaciones. La comida es (en el mejor de los casos) insípida. El aire está demasiado caliente. Y ahora demasiado frío. No sabes dónde poner las rodillas. Y un bebé acaba de romper en llanto.
¿Te resulta familiar? La mayoría de nosotros hemos experimentado ciertos niveles de incomodidad en un avión. Y si viajas en clase turista en un vuelo transatlántico, no suele ser algo placentero.
Hay razones detrás de ello, por supuesto.
Los aviones modernos suelen volar a una altura de entre 1.828 y 2.438 metros, lo cual equivale a la altura de una montaña pequeña.
Por eso hay menos oxígeno y los gases se expanden en nuestras cavidades corporales.
También hay otros factores de estrés, como los retrasos en el vuelo, los controles de seguridad, el ruido y las vibraciones a bordo, los cambios de temperatura, la humedad, la falta de espacio y el jet lag.
Pero hay formas de hacer que el viaje mucho más llevadero. Te contamos algunas. (function(d, s, id) { var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0]; if (d.getElementById(id)) return; js = d.createElement(s); js.id = id; js.src = “//connect.facebook.net/en_US/sdk.js#xfbml=1&version=v2.4&appId=465882020151522”; fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs);}(document, 'script', 'facebook-jssdk'));Vamos