Aún hoy, en una pizarra del comedor de la prisión de Alcatraz se lee lo último que almorzaron los reclusos el 21 de marzo de 1963: huevos revueltos, corn flakes, tostadas y café. Tras el desayuno, esos últimos 27 presos, esposados de manos y pies, abandonaron La Roca en la bahía de San Francisco rumbo a otro centro penitenciario.
El cierre de Alcatraz fue un espectáculo mediático, cuenta Alexandra Picavet, portavoz de la autoridad de parques de San Francisco. Salvo los presos y vigilantes, hasta entonces nadie había visto la cárcel por dentro, ninguna mujer, ningún periodista, ningún niño. Y es que durante 29 años, Alcatraz fue el destino de los peores entre los peores.
Era un presidio especialmente a prueba de fugas para criminales notables como Al Capone, George Machine Gun Kelly, Alvin Creepy Karpis o Robert Stroud, el legendario pajarero de Alcatraz.
La isla era la última parada de delincuentes belicosos y fugitivos. Todos los 1.576 hombres tenían asignado un número con el que cruzaban las enrejadas puertas de la cárcel, aunque nunca había más de 300 presos. Muchos de los vigilantes vivían con sus familias en la árida isla acantilada, donde se llegaron a contar 50 niños.
Desde hace tiempo, La Roca es un museo y lugar de anidación para muchos pájaros. Está protegida como monumento y como bien natural, y anualmente atrae a más de 1,4 millones de turistas de todo el mundo.
DE PRISIÓN A ATRACTIVO TURÍSTICO Alcatraz es la isla con peor fama del mundo, se escucha por los altavoces del ferry que transporta a los visitantes desde San Francisco. El trayecto dura apenas un cuarto de hora, pero para amenizarlo se cuentan horripilantes historias. En verano, a menudo estos tours cuelgan el cartel de completo durante semanas.
También como motivo de su 50 aniversario, que se celebra mañana, los tickets para las visitas volaron. Las autoridades invitaron a los antiguos vigilantes y algunos de los pocos ex presos sobrevivientes. Además, se inaugurará una exposición con fotos nunca vistas del traslado de los últimos reclusos en 1963.
Motivos para el fin de Alcatraz había más que suficientes. Los costos de gestión eran demasiado altos y las condiciones de vida allí se calificaban de inhumanas. El agua y los alimentos llegaban en barco a la isla, donde el viento marino iba minando los viejos edificios.
Desde el primer día en que empezó a funcionar la cárcel, en 1934, se pensó en el cierre, cuenta Picavet. Además, el mito de un presidio a riesgo de fugas se desmoronaba.
FUGAS Y DESAPARICIONES En junio de 1962, un trío de reclusos consiguió una fuga espectacular. Con ayuda de cucharas y un improvisado tubo, los hombres consiguieron excavar un túnel de ventilación a que atravesaba los muros. A día de hoy sigue sin haber rastro de ellos. La Justicia está convencida de que se ahogaron en las gélidas aguas y sus peligrosas corrientes, y que sus cuerpos fueron arrastrados bajo el Golden Gate hacia el Pacífico.
A lo largo de los años, unos 40 presos intentaron salir de Alcatraz. La mayoría fueron detenidos, algunos murieron por disparos durante la huida y otros se ahogaron. Sólo en cinco casos no se sabe qué ocurrió.
Las frías y monótonas celdas, con sus oxidados barrotes, hacen que al visitante se le ponga la piel de gallina. Todo el mundo debería ver este lugar como forma de intimidación, recomendaba el ex preso Darwin Coon en 2006 durante una charla con vigilantes y antiguos reclusos.
En 1959, este ladrón de bancos fue trasladado a la prisión, y allí vivió su cierre en 1963. Veintinueve días en el bloque D, en una celda oscura y endemoniadamente fría, sin electricidad eran sus peores recuerdos.
Más tarde, Coon escribió un libro sobre su condena en la cárcel y ahora reside de cuando en cuando en San Francisco. Es claramente mejor contemplar la isla desde aquí que ver la ciudad desde la celda, dijo en 2006. Hasta su muerte, hace dos años, Coon regresó con frecuencia como orador y guía turístico.