ALBERTO REVOREDO
Antes que guitarras flamencas tocan gaitas. Más cerca que Madrid les queda el territorio portugués. A pesar de sus increíbles playas, lo que más pregonan los habitantes de Ferrol son sus celebraciones por Semana Santa. Y es que a pesar de pertenecer a España, esta ciudad gallega pareciera mirar más hacia el mar que al continente.
Quizá por eso orientó su economía –desde el siglo XVIII– a la construcción de barcos de guerra.
Hoy, con la crisis europea, la ruta de la construcción naval es solo un atractivo turístico, que incluye el mayor museo de Europa dedicado a la construcción naval. Otro lugar que despierta interés, y que también está ligado a su historia es el Castillo de San Felipe, construido allí en el siglo XVI, dada su posición estratégica.
En el plano religioso –aunque también ligado al histórico– los ferrolanos viven intensamente su Semana Santa. Un episodio que se lleva a cabo a mediados de marzo, y que más allá de la fe que se profese, cobra particular interés por su tradición y despliegue. Semanas antes de estas fechas, e incluso durante las mismas, suelen presentarse muchas lluvias, por lo que es recomendable ir preparado. No hay que temerle al aguacero, lo peor que puede pasar es que se moje.
FERROL A PIE La Ferrol citadina es relativamente pequeña, así que vale la pena recorrer a pie sus empedradas calles. Destaca en particular el barrio de la Magdalena, con sus balcones de hierro, sus animados cafés y bares –para salir de tapas– y un puñado de tiendas para quienes gustan de las compras.
Sus restaurantes son tema aparte, y cómo no con el mar al lado. La taberna do Cantón es una excelente alternativa. Langostinos, bacalao, zamburiñas y pulpo, entre otros tesoros marinos.
El primer puesto sin embargo es para los percebes, pudiendo bordear un plato los 80 euros, debido a lo peligroso que resulta extraerlos de las peñas.
Para abrir el apetito previamente, nada mejor que una visita al mercado de la Magdalena, un espacio reducido pero muy pulido y decoroso, donde encontrará los mejores productos de la gastronomía gallega, en particular en las zonas de carnes y fiambres, y en el área de pescadería.
Si lo que busca es maximizar el tiempo durante su estancia, puede también rentar una bicicleta, ya que el entorno resulta bastante accesible para recorrerlo en este vehículo. Hay empresas que incluso ofertan la posibilidad de visitar las afueras de la ciudad conduciendo una bicicleta eléctrica.
PLAYAS Y NATURALEZA Para los amantes de la naturaleza, Ferrol alberga un sinnúmero de insospechados lugares, que han hecho que su gente se vuelva amante del senderismo y los paseos al aire libre.
Escalada de montaña, recorridos guiados por bosques y una serie de actividades acuáticas como vela, buceo, windsurf y surf. Sí, surf. Aunque no lo crea la afición por este deporte en esta zona de España es para tener en cuenta. No solo por sus increíbles playas y respetables olas, sino porque cuentan con todo un equipo de profesionales brindando clases y visitas a las principales rompientes.
Con un poco más de tiempo, Ferrol es también un buen punto de partida para recorrer ciudades muy cercanas, igualmente atractivas como Betanzos y La Coruña.
Ferrol, una ciudad apacible y entrañable, que ha sabido conservar sus tradiciones, y que ahora busca abrirse –mucho más que antes– al turismo internacional, a ese viajero curioso y ávido de nuevas y enriquecedoras experiencias.
Puede encontrar vuelos muy baratos desde la capital Madrid o desde Barcelona, así como muchas conexiones para viajar ya sea en tren o en bus.