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Por: Miguel Ángel Farfán
Más de la mitad del territorio peruano es selva. A pesar de esto, llegan más personas a la costa y a la sierra que a esta zona. ¿Por qué no hacer turismo al nororiente del país? Te presentamos aquí solo cinco razones para que viajes a contactarte con la naturaleza.
1. Tarapoto al natural
Todo empezó con una palmera. Su nombre es Taraputus y sirvió para bautizar este lugar de la región San Martín. Fundada a fines del siglo XVIII, a orillas del río Shilcayo, esta zona frondosa y verde te transportará al Edén: naturaleza, pureza y bienestar representados en cataratas, lagos, ríos, una fauna boyante y hasta pueblos escondidos.
No es difícil llegar. Hay salidas diarias de tres aerolíneas (LAN, Peruvian Airlines y Star Perú) desde Lima y también hay vuelos desde Chiclayo, Pucallpa e Iquitos. Por bus, se llega por la carretera Fernando Belaúnde Terry en alrededor de 22 horas.
Recomendación: ir de preferencia cuando no haya lluvia. En la ciudad, son imperdibles las visitas a los mercados para probar las frutas y los platos (incluso un pollo a la parrilla que tiene sabor amazónico). Por la noche, hay varias discotecas donde la diversión no tiene fin. En la selva pura, hay dos puntos imperdibles: el Sauce, con la Laguna Azul como principal atractivo; y Lamas, donde vive la comunidad quechua más grande de la selva, está erigido un castillo de estilo colonial y se disfruta del folclor amazónico.
Hay más: el orquideario, el pueblo de Chatuza (con sus rápidos), Paucar Yacu (y sus baños termales), Ahuashiyacu y mucho más. Hay lodges, chozas y hoteles con piscina e infraestructura moderna.
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2. Diversión extrema en Iquitos
Hay muchos reconocimientos que ha recibido el país y entre ellos está el tener la ciudad más grande a la que no se llega por carretera. Es un dato no menor para conocer su origen: hacia 1757, una expedición de jesuitas encontró este lugar habitado por una tribu que le dio el nombre a la ciudad: su atractivo fue tan fuerte que desde siempre requirió largas horas de navegación (y ahora dos horas por avión con LAN, Taca y Peruvian Airlines) para llegar. Incluso el aventurero máximo de la ficción, Indiana Jones (Harrison Ford), llegó hasta allí.
Las aventuras son muchas: puedes recorrer el Amazonas a bordo de un crucero confortable y lujoso, comer y tomar tragos en bares y restaurantes con vista al río, ver algunas de las 25 mil especies de plantas (entre las que destacan las heliconias) o las 2.500 de mariposas, recorrer la ciudad y ver la esplendorosa arquitectura que floreció en la época del caucho (destacan la Casa de Fierro, hecha por el autor de la Torre Eiffel; y el complejo de Quisticocha con su zoológico, sus playas y sus puestos de artesanías). Hay también muchas zonas protegidas, parques privados y hospedajes para todos los gustos y precios. La noche es de las más intensas del continente, con conciertos que duran desde el ocaso hasta el amanecer.
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3. Tambopata o el origen del universo
El primer indicio de lo que vivirás en la Reserva Nacional de Tambopata lo sentirás en el aire: desde la ventana del avión que te llevará desde Lima hasta Puerto Maldonado, vía Cusco, verás el manto espeso y verde de los bosques (un millón y medio de áreas protegidas), los serpenteantes recorridos del río Amazonas y algunas poblaciones y hospedajes insertados en la selva.
Al ras del piso la diversidad es enorme y hasta se dice que cuando caminas dentro de su espesura es posible encontrar una nueva especie de árbol cada diez pasos. Los servicios tradicionales de turismo incluyen visitas a la mayor colpa de guacamayos; al jardín de mariposas (aunque se debe ver la disponibilidad); al brillante y enorme lago Valencia, donde se puede navegar hasta por tres horas a bordo de una canoa; o al prístino lago Sandoval, al que se llega tras una caminata que incluye el paso por un puente colgante.
También se pueden hacer recorridos nocturnos, hacer expediciones para ver monos, caimanes y, si tienes suerte, incluso jaguares. Dentro está el parque Bahuaja Sonene, otra área protegida que destaca también por su variedad en flora y fauna. Los hoteles y los lodges aquí son muy apacibles e incluyen actividades para toda la familia.
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Tambopata es uno de los ecosistemas con mayor biodiversidad del planeta: 10 mil especies de plantas, mil de mariposas, más de 600 de aves y 200 de mamíferos.
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4. La amplitud de vidas en Pacaya Samiria
Los números a veces parecen tan fríos que es mejor obviarlos, pero en el caso de las zonas de la selva, y en especial de esta reserva nacional, la calidad cuantitativa es muy importante: en un área de más de dos millones de hectáreas, el seis por ciento del inmenso departamento de Loreto, viven más de mil especies de animales y por encima de 960 especies de plantas silvestres. Es todo un universo natural.
La mayor parte del lugar es bosque inundable y abundan islas y cochas. La laguna El Dorado es la que tiene mayor cantidad de vida animal y vegetal y es el principal destino de los viajeros. Las lluvias en este corazón de la biodiversidad tienen un encanto particular y duran todo el año, aunque con bastante menos frecuencia entre junio y septiembre, época de friaje.
Las caminatas aquí son reveladoras paso a paso. Entre las actividades principales está la visita al nacimiento del río Amazonas (el encuentro entre los ríos Ucayali y Marañón) y comunidades nativas. Se pueden ver delfines rosados, paiches y una inmensa variedad de aves. Los principales circuitos son tres: la cuenca Yanayacu-Pucate, la cuenca baja y media del río Samiri y la cuenca baja del Pacaya. La mejor época para apreciar todo es de junio a enero. Todos los lodges son rústicos y conservan el encanto natural de la zona. Para llegar, primero se va a Iquitos y luego se navega por tres horas desde el puerto de Nauta.
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5. El centro de la selva: Chanchamayo
Nuestro país es en un 60% zona selvática. Por eso existen muchos destinos que aún falta explorar y, en el buen sentido, explotar. Desde este año se ha instalado la mesa de desarrollo de la selva central y su objetivo es promover más las zonas de Pichanaki, Villa Rica, San Luis de Shuaro y Chanchamayo.
Este último destino no solo tiene como atractivos la fauna y la flora, sino también su gastronomía. En cuanto a paisajes, se pueden ver cataratas de más de 60 metros de altura (Velo de la Novia y Bayoz son las más atractivas), a unos 30 kilómetros del valle del Perené. El puente Kimiri, a tres kilómetros de La Merced, es un importante punto de conexión para vivir muchas aventuras. Por allí se llega a un camino que pone a punto la resistencia del viajero: tendrás que hacer escalada en roca, saltos con lianas y un trekking de al menos dos horas para llegar a un río con una caída de agua llamada Las Reynas.
También por ese puente se descubre las caídas de agua de Borgoña. Una de las actividades imperdibles es estar con las comunidades asháninkas, que abren sus hogares y su cultura a los visitantes. Incluso se puede hacer turismo vivencial. De más está decir que esta es la zona donde se disfruta del mejor café del país y que solo se requieren siete horas en bus para conocerla.
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