Pollos Norky’s, vehementes tatuadores, olor a pizza recién horneada y saldos de exportación. Todo eso había -o hay, ya no se sabe por la cuarentena- en el Jirón de la Unión pero el Jirón de la Unión no era el mismo sino no estaba él. Él era Esteban “Avelino” Chávez, el “Superman peruano”, un personaje pintoresco bastante querido y conocido y por ello no es exageración decir que muchos peruanos están tristes con su partida. Había clonado al Hombre de Acero en la ropa, el rulo en la frente y esos lentes de carey negros que mostraban la versión Clark Kent.
El mítico superhéroe le ponía color a las atiborradas calles del centro de la ciudad. Le pedían fotografías y él siempre accedía con una sonrisa, en actitud de héroe posaba y saludaba con alegría con su clásica palabra: “súper amigo”.
Sin embargo, el glaucoma le hizo perder la vista, su trabajo y el contacto con el público que lo admiraba. Sin ser precisamente el prototipo del superhéroe alto y fuerte, “Avelino” se ganó el respeto y cariño de todo el que pasaba por la Plaza de Armas de Lima y quedaba sorprendido de verlo siempre vestido con gabardina roja, traje azul y el cabello engominado.
La depresión y la tuberculosis hicieron que su salud se deteriore todavía más, así lo reveló su hermana Mercedes. El sábado 18 de abril a los 65 años, este inusual Superman falleció en el Hospital Dos de Mayo. El 30 de abril era su cumpleaños.
“Estamos muy adoloridos por el fallecimiento de mi hermano, él después que perdió la vista se entregó a la depresión y enfermó de tuberculosis, no ha sido contagiado de coronavirus, a él lo ha matado la pena”, dijo la hermana.
Desde que perdió la vista su vida no fue igual, tenía la gran frustración de oír todo a su alrededor, solo eso. “Estoy en las tinieblas”, le decía con frecuencia a su familia. El ‘Superman peruano’ se sentía abandonado por la poca cantidad de amigos que llegaban a visitarlo.
Esteban Abel Chávez nos ha dejado físicamente, pero su figura quedará inmortalizada en todos los espacios del Jirón de la Unión, plazas y calles del Centro de Lima donde caminó, y anduvo por más de veinte años.
Esa metrópoli a veces injusta, despiadada, que muchas deja en el olvido a los que alguna vez contribuyeron de hacerla un lugar mejor.//