“Mis papás viajaron a conocer Disney justo cuando me salía una obra teatral a los dieciocho años y recuerdo que en aquella ocasión no pude ir, pero al saber que yo era fanático de los dibujos animados, decidieron revivir esta experiencia. Fuimos para recibir el año nuevo.
Tuve la oportunidad de visitar todos los parques temáticos de Disney en Orlando, de subirme a las montañas rusas más alucinantes del mundo, en donde esa sensación de vértigo recorre cada parte de tu cuerpo y también de ir a The Wizarding World of Harry Potter de Universal. Aquí, quien es ídolo de la saga y se ha leído todos los libros, como yo, la va a pasar de lo mejor.
Puedes comprarte las varitas, sombreros, ¡todo lo que aparece en la película! si yo no me llevé la escoba voladora fue porque no me entraba en la maleta, pero así como eso, también podrán disfrutar de ingresar al banco de Gringotts o al Callejón Diagon, probar una cerveza de mantequilla y mucho, mucho más, que los hará sentir como parte de la historia.
Tanto a Disney como al parque temático de Harry Potter, pueden ir grandes y niños. Yo a pesar de ser adulto me sentí como chiquito. Es un viaje familiar que te saca ese espíritu divertido.
Luego fui a Epcot, que también pertenece a Disney, está más orientado a enseñar sobre las diversas culturas del mundo. Quizá este sea un plan para los más grandes pero igual de fabuloso. Hay un pabellón dedicado a Francia, otro a Italia, China y también Canadá. Uno puede ver cómo son sus casas tradicionales, vestimenta, comida, idioma, entre otros atractivos particulares.
Vayan por lo menos una semana, de pronto, cuando lleguen, no van a querer irse nunca porque todo es perfecto. Vale la pena ahorrar para ir con los seres queridos“.