La sociedad cada vez nos incita a desechar más cosas para tener nuevas. La tecnología hace que cada instante pueda ser inmortalizado pero, en cierto modo, va perdiendo su verdadero significado. Las cosas han cambiado con el tiempo y solo hay una manera de volver al recordarlas: con nuestras viejas cosas.
¿Te acuerdas de esos objetos especiales que de niña mantenías bajo siete llaves? Hoy ellos pueden ser tu máquina del tiempo y hacerte retroceder unos años a esas épocas alegres de tu vida. Estos son esos tesoros que no debes dejar ir.
1. Cartas del colegio
Volver a leer las cartas que recibías en la época escolar es igual a risas aseguradas. Al tenerlas contigo puedes darte cuenta lo mucho que has madurado en el tiempo y como han cambiado tus prioridades en la vida pero eso no implica que perdiste tu esencia. Si aún las conservas, planea una divertida reunión con tus amigas y recuerden ese vínculo especial que hasta hoy las une.
2. Fotos impresas
La aparición de los smartphones y las cámaras digitales fueron dejando de lado las fotos impresas y, con ellas, su significado especial. En su momento, estas imágenes nos permitieron inmortalizar experiencias inolvidables y algunas tenemos la suerte de tenerlas hasta hoy. Su valor es irremplazable así que dales el cuidado que necesitan.
3. Tu peluche favorito
No importa que ese muñeco esté roto, un poco despintado o tenga algún huequito por ahí, lo que lo hace realmente especial es el sentimiento que nos genera cuando lo tenemos nuevamente en nuestros brazos. Él fue tu compañero de aventuras y se convirtió en parte de tu vida así que no lo dejes ir.
4. Un diario especial
Todas en algún momento de nuestra vida hemos tenido un diario en el cual plasmamos nuestros sentimientos, experiencias, tristezas y alegrías. Hoy, unos años después, volver a leerlo te arrancará una sonrisa mientras recuerdas esas experiencias que te convirtieron en la mujer que eres ahora.
5. Tu cuento favorito
Cuando éramos niñas teníamos una historia que nos encantaba, un cuento que no nos cansábamos de escuchar todos los días pese a que nos lo sabíamos de memoria. Una tierna razón para conservarlo es tener la oportunidad de leérselo a tus hijos años después y verlos disfrutar tanto de él como lo hiciste tú en su momento.