Micheline Bernardini tuvo sus quince minutos de fama aquel día del 5 de julio de 1946.
Hasta entonces sólo había cautivado a los clientes habituales del Casino de París, un conocido local de espectáculos de variedades de la ciudad, donde trabajaba como bailarina nudista (stripper). Aunque algunos dicen que también se la veía con cierta regularidad en las fiestas privadas más escandalosas de la capital francesa.
La mayoría de los relatos no cuentan cómo fue que el diseñador francés Louis Reard -un ingeniero mecánico de 49 años que se había encargado del negocio de ropa interior de su madre- la encontró.
Pero fue ella, a sus 19 años, la única que se atrevió a modelar en público la minúscula pieza recién creada por Reard, tan pequeña que cabía en una caja de fósforos.
Era el bikini. Que, para más señas, dejaba el trasero bastante descubierto. Era una especie de tanga, colalés o “hilo dental”, como le dicen en algunos países, hecho de tela con diseño de periódico impreso; cuatro triángulos en total, sacados de un pedazo de tela de unos 75 cms. por lado.
Así, pues, en la célebre “Piscine Moitor”, una de las piscinas públicas más famosas de París, Bernardini entró a los libros de historia cuando, con gran alboroto, el bikini fue presentado oficialmente a la prensa.
Pero su fama fue tan breve como pequeña era la pieza que la catapultó a ella: apenas es posible encontrar referencias sobre su vida después de aquel escandaloso lanzamiento.
Algunos señalan que continuó su carrera como actriz. Y una revista en Polonia reproduce una foto suya 50 años después, en traje de baño, sosteniendo otra gráfica del histórico momento, sin muchos detalles de su historia personal.
En cambio, cuando se piensa en trajes de baño y famosos, algunas imágenes icónicas saltan a la memoria. BBC Mundo recuerda algunas de ellas.