Las artistas Elisenda Estrems y Nani Cárdenas exponen “Mitad ceniza, mitad latido”. (Fotos: Víctor Idrogo)
Las artistas Elisenda Estrems y Nani Cárdenas exponen “Mitad ceniza, mitad latido”. (Fotos: Víctor Idrogo)
Czar Gutiérrez

Una habitación en Roma, un apartamento en Jena, una playa de Cerdeña. Su casa en el número 4 de la calle Stampa de Milán. Un cuerpo que padece de una antigua enfermedad violeta cuyo nombre es melancolía y cuyo emblema es una silla vacía. Con un gato enredado entre sus piernas, como un nudo. Nudos de ropas, de sábanas. Grandes nudos de palabras como cielos. Como constelaciones infinitas. Como cuerpos celestes que pulsan lentamente el acorde universal.



Porque el arte de Jorge Eduardo Eielson (1924 - 2006), en cualquiera de sus formas, es una constelación. Que partiendo de los confines del yo va atando sistemas de signos, ritmos e imágenes líricamente articuladas para mostrarnos con nitidez qué es la belleza. Por eso ya en los ochenta existió una insólita banda de rock de vanguardia que solo cantaba sus versos. Por eso dos jóvenes artistas plásticas exhibieron el año pasado un ensayo bifronte en San Francisco y repiten el plato desde hoy en el Centro Cultural de la Cancillería.

-Al principio, el quipu-
“Acababa de morir mi padre, yo me mudaba de taller después de 10 años y estaba en México. Entonces con una amiga nos propusimos hacer un estudio de Eielson a nuestro modo y compartir los avances de una investigación que nos ayudara a fijar ciertos anclajes y luces que intuíamos preexistentes. En ese momento él se convirtió en el referente que marcaría el ritmo”, dice la artista Nani Cárdenas (Lima, 1969), artífice junto a Elisenda Strems de "Mitad ceniza, mitad latido - un diálogo plástico en torno a la poética de Jorge Eielson".

Así, partir del sistema incaico de nudos para contar de manera fractal e interconectada —léase “Quipu - Escultura de palabras”, obra en acrílico, plástico, cobre, bronce e hilo encerado—, Cárdenas establece su propio hilo conductual hacia el universo Eielson. Un tríptico de impresiones fotográficas en bronce —“Nudo”, “Magnolia” y “Tigre”— como preámbulo al conmovedor bosque de esculturas “Cuerpo en exilio”, “Cuerpo transparente” y “Último cuerpo”, asociados a “La noche oscura del cuerpo”, edificados en fieltro, cobre, níquel, acrílico, terciopelo y latón impreso.

La cabeza de Eielson aparenta el típico trofeo que un cazador cuelga en la pared, pero está hecho de “Nudos y vacíos” junto a unos níveos cuadernos de cartón, lino, pintura látex y acrílico. Sigue una delicada trama de hilos de metal —“Diálogos infinitos. Sillas y escalera”, en fierro enlozado, cobre plastificado, latón, cobre y níquel— antes de anudar cielo y tierra con la pieza “Estar”, un traje de cobre repleto de aleaciones a la manera del poema “Inventario”. El tour desemboca en “Soñar sólo caballos”, escultura que yace en su hemorragia de monedas.

-Carne de pixel-
“Yo no abordo en ningún momento su obra plástica, no he trabajado sobre el ‘nudo’, sí en la creación del signo, como lo es el nudo en los quipus, que en mi caso son distintos grises. El signo como unidad material de la construcción del lenguaje. Yo creo que la mía, si bien tiene una factura artesanal, es una obra totalmente cerebral y enfocada en el código, en el lenguaje digital. Es la reducción a pixeles de los poemas de Eielson”, dice Elisenda Estrems (Lima, 1975).

Así, crea un alfabeto cromático de 26 tonos de grises en una escala donde la “a” es negro y la “z” es blanco. Entonces corporeiza “Primera muerte de María” en esmalte sobre petate mexicano de paja, “Poema en forma de pájaro” y “Variaciones ante una puerta” en papel de algodón y terciopelo, “Inventario” en pedrería de fantasía y esmalte sobre terciopelo, “Solo de sol” sobre tejido de paja y papel fotográfico. También hace un doble collage fotográfico para “Metamorfosis” y con una trama de placas de acrílico recompone “Variaciones en amarillo, rojo y verde”, para terminar escribiendo el poema "Nocturno" en fotogramas que asignan una imagen a cada letra de su paleta cromática.

Y completando el anclaje de imagen y sonido, la edición en vinilo de la efímera banda ochentera Benito Lacosta —Jaime Bedoya en batería, Gabriela Ezeta en voz, Humberto Polar en cuerdas y Octavio Susti en teclados— cuya coincidencia accidental en la eclosión subterránea de los años ochenta, trasvasando a un pop vanguardista los poemas de Eielson, terminó por descuadrar la escena. Pero reivindicó desde el principio el arte de un creador empeñado en luchar todas las noches con un tigre hasta convertirlo en magnolia.

Más información
Lugar: Centro Cultural Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores. Dirección: Jr. Ucayali 391, Cercado. Fechas: Desde hoy hasta el 5 de mayo. Horario: De martes a viernes de 10 am a 8 pm. Sábados, domingos y feriados de 10 am a 6 pm.

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