Pedro Infante: de carpintero a galán
Pedro Infante es uno de los artistas mexicanos más queridos e importantes de todos los tiempos. Aunque su vida fue muy corta -murió en un accidente aéreo- su legado sigue encantando a todos aquellos que disfrutan de películas de calidad. Recordemos al inmortal Pedro durante su visita a Lima hace 53 años.
Al amanecer del 8 de enero de 1957, una gran cantidad de admiradores se congregó en el aeropuerto de la Corpac con la ilusión de acercarse a la estrella mexicana. Al ser su primera visita a nuestro país, Pedro quedó asombrado con el recibimiento al que calificó como “magnífico”. Una persona sencilla que cae bien desde el principio, así era Pedro Infante.
“Soy del pueblo y vivo para el pueblo”, diría Pedro a los periodistas peruanos que asistieron al cóctel ofrecido por el artista en el hotel Bolívar. Estas palabras no eran una pose de divo. Por el contrario, resumían sus orígenes humildes en el estado de Mazatlán. Desde muy joven trabajó en una carpintería. Cuando consiguió su primer contrato en una productora cinematográfica no sabía leer ni escribir. “Tenía 24 años cuando junté mis primeros pesos y me entregué con cuerpo y alma al cine”, relató en la amena reunión. Su porte varonil, sus dotes histriónicas y su incomparable voz lo llevaron a realizar más de 56 películas y a cantar en los escenarios más importantes de Latinoamérica.
A pesar de haber alcanzado el éxito, el mexicano quería seguir creciendo como profesional. “Quiero dirigir, soy de los que observa con atención las cámaras, decorados y maquinarias en general. En fin, quiero superarme en mi trabajo artístico”, declaró en una entrevista concedida al periodista de El Comercio Luis Jaraba Sanz.
Su estreno en las tablas limeñas fue un rotundo éxito. Los teatros más importantes como el City Hall y El Porvenir fueron invadidos por una legión de admiradores que cantaron y bailaron a ritmo de rancheras.
Lejos de las cámaras y de los flashes, el buen Pedro se convertía en el Comandante Cruz, pues su otra gran pasión era pilotear aviones. “Pos, esto de volar me atrae fuertemente. Piloteando mi avión me siento otro”, confesaría Infante. Su afición lo llevó a fundar la compañía de aviación TAMSA. A pesar de haber sufrido un accidente que le costó sobrellevar una placa de platino en el cráneo y un injerto de pelo, continuó volando hasta que no pudo escapar de la muerte.
Pedro Infante falleció prendido del timón de su avión un lunes 15 de abril de 1957. Una falla mecánica habría sido la causa de que el cuadrimotor se estrellara contra una casa cerca del aeródromo de Mérida (México). A los pocos meses de su muerte ganó el Globo de Oro y el Oso de Plata de Berlín a mejor actor por su interpretación del indio Tizoc en la película del mismo nombre. Una leyenda había nacido.
(Lilia Córdova Tábori)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio