“Trabajar con el arte es trabajar para abrir las ideas”
Patrick Da Cruz
Artista urbano francés
Nací hace 39 años en el distrito XIX de París. La diversidad era tan grande en mi barrio que en mi salón había niños de 20 nacionalidades diferentes. Mis padres son emigrantes portugueses que llegaron de ilegales. Tengo un hijo de 16 meses.
Por: Renzo Giner Vásquez (@SebGiner)
Las calles fueron el mejor museo que Da Cruz encontró a los 12 años, cuando empezó a pintar grafitis sobre los problemas sociales que veía en su barrio de París. El hip hop fue su puerta hacia la cultura y su talento con el aerosol lo llevó a viajar por Latinoamérica, Europa, África y Medio Oriente. “Ahora estoy en el Perú para una exposición sobre la tolerancia a la comunidad LGBT”, cuenta mientras guarda la última lata de pintura en spray.
—¿Por qué ha pintado una máscara precolombina?
Nací en una familia muy religiosa y pese a que yo no lo soy, respeto a quienes crean en religiones. Pero la idea de que una representación puede atraer algo místico me pareció muy interesante y la máscara me parecía una puerta a algo que está afuera, algo que cada uno define qué es. Me has hecho recordar una experiencia que viví hace unos años en el Perú.
—Cuéntenosla…
Cuando estuve en Nasca hace unos años pinté una máscara de Costa de Marfil y la gente pensó que era una de acá. Eso me demostró que mezclar arte con elementos de épocas contemporáneas es la verdadera globalización. La gente se puede conectar entre sí, así estén en Nasca o en Costa de Marfil.
— Veo que ya conoce del Perú. ¿Cómo sería un grafiti sobre mi país?
No sé, de eso estaba hablando con los chicos de la Alianza Francesa antes de comenzar la entrevista [risas]. Me gusta hacer un tour y nunca digo qué pintaré, solo pinto lo que siento. El grafiti es como una foto, debes incluir todos los elementos y nace en el momento. Puedo tener ideas pero el resto sale con la interacción y el intercambio con la gente, con la ciudad.
—¿Qué pintaba en el distrito XIX entonces?
El XIX era una zona muy popular y digo era porque se está transformando en un lugar con muchos edificios, en un barrio rico. Cuando empecé a pintar la gente aún pensaba que el grafiti era vandalismo. Yo me considero grafitero, pero mi rollo también es interactuar con la gente. Quiero provocar cosas extraordinarias en la gente, hacer que se pregunten a sí mismos sobre muchas cosas.
—¿Cosas como qué?
Acompañar la transformación para hablarle a la gente que ya vivía ahí y a los que iban a llegar. Pero sobre todo trabajar sobre una cosa muy importante: la memoria. Ya sabes lo que está pasando en Francia y acá saben bien lo que es pasar por momentos así por lo que vivieron en los 80 y 90. Lo que vivimos no es como lo que pasó en Estados Unidos [el 11 de setiembre].
—¿Por qué no?
Porque no es terrorismo externo, vivimos un terrorismo interno. Por eso hablo de memoria, hay que trabajar con cosas que puedan unificar a la gente. Estamos perdiendo la memoria y eso deja espacios vacíos, a la naturaleza no le gusta eso porque puedes poner cosas malas ahí. Pero no todos lo entienden, muchas veces la gente me preguntaba: “¿para qué sirve lo que haces?, ¿te pagan por eso?”. Y aunque no lo creas eso también me enseñó mucho.
—¿En qué sentido?
El artista debe estar muy cerca de la gente. Esas preguntas pueden parecer muy simples pero es como un golpe contra la realidad, aprendí a contestarles que no me pagaban –al contrario yo pagaba mi pintura– y en cuanto a si servía, les preguntaba si les gustaban los colores. Respondían que sí pero que no conocían nada de arte. Ellos pensaban eso pero si tienes impresiones o sensaciones, solo con sentir algo,así sea bueno o malo, eso es el inicio de vivir el arte. En tiempos difíciles, sea el país que sea, la base común es la cultura y mejor hablar de la cultura que nos une.
—Pero cuando empezó no había una amenaza terrorista…
No, pero ya me estaba anticipando. En Francia hay un problema muy grande de integración. Yo creo que la religión es la base de la desigualdad porque te dice qué religión es buena o qué sexualidad es buena. Y con eso volvemos a lo que hago en la calle, quiero enfocarme más en lo que nos une que en lo que nos separa.
—De estos ataques, imagino que como artista el más impactante debió ser la matanza de “Charlie Hebdo”.
El caso es muy especial porque ya se cristalizaban muchas cosas desde hace un par de años. Sus caricaturas ponían a la religión de una forma bastante delicada. Fue algo lamentable, pero lo que me afectó más fue ver que eran franceses matando a franceses. Es un gran problema ver a estos terroristas como extranjeros. Es algo de lo que no hablan en Francia, por eso siguen los problemas. El segundo ataque en París también lo sentí en particular.
—¿Por qué?
Yo estaba en Ghana pero conocía a gente que murió ahí, era gente que trabajaba en centros culturales, con jóvenes de barrios populares o con gente necesitada y estuvieron en el momento equivocado. Tanto víctimas como victimarios eran muy jóvenes. ¿Qué puede motivar a gente tan joven a hacer algo así? Hoy hay miles de jóvenes de entre 14 y 25 años que salen a Siria todos los días, somos el país europeo de donde salen más jóvenes hacia allá. Lo que te dije, la falta de integración.
—Otro ejemplo de falta de integración es la postura frente a la comunidad LGBT…
Minorías en general, no hago diferencias porque desde que clasificas ya trabajas como la gente que hace separaciones. Así sea étnica, religiosa o sexual.
—En el Perú hay posturas divididas ante esas minorías. ¿Cómo puede ayudar el arte en eso?
Hablando de la vida. En el arte no hacemos diferencias, en el arte trabajamos los unos con los otros. Los artistas trabajamos por la libertad y eso es para todos, no creemos que exista una sola buena forma de vivir porque existen millones. Trabajar con el arte es trabajar para abrir las ideas.