PATRICK ESPEJO M.

La orden de jugar un nuevo partido ante Austria era una imposición inaceptable para la delegación peruana que participaba en los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936. La FIFA había aceptado el reclamo de los europeos por la invasión del campo de unos aficionados (en la que, de acuerdo con la FIFA, al menos uno de los jugadores austríacos terminó agredido) y obligaba a que un día después, el 10 de agosto, se disputara un nuevo partido, a puertas cerradas.

No importaba que el equipo de fútbol que tenía a Lolo Fernández y a Alejandro Villanueva como principales figuras haya vencido 4-2 en el tiempo suplementario en el partido correspondiente a los cuartos de final. Atrás quedaba el 7-3 sobre Finlandia en la rueda inicial.

La historia dice que ese día, en una reunión extraordinaria del Comité Olímpico Peruano, presidido por Eduardo Dibós, se envió un telegrama urgente al presidente de la delegación peruana en Alemania, Claudio Martínez: “Anulación inaceptable. Orden presidente Benavides regresar a Lima urgente”.

Así, un día como hoy, hace 75 años, Perú abandonó la Villa Olímpica y emprendió el viaje de regreso a Lima, donde fue recibido como un verdadero campeón (el torneo lo ganó Italia, al superar precisamente a Austria en la final).

EL REGRESO A CASA La decisión se tomó pese a que había otras disciplinas que estaban marchando bien. El equipo de básquet, por ejemplo, había ganado 35-22 a Egipto y 29-21 a China para acceder a los cuartos de final (perdió por W.O. ese partido ante Polonia, que sin jugar llegó a semifinales).

Ya habían competido los maratonistas Gabriel Mendoza (puesto 26), Guillermo Suárez (35) y José Farías (42) o nadadores como Walter ‘El Brujo’ Ledgard estaban ya clasificados a la ronda final.

La orden privó a varios de competir. Países del área sudamericana se solidarizaron con Perú, pero solo Colombia cumplió su palabra y también abandonó la villa. La delegación nacional llegó al Callao y fue recibida por millares de personas, quienes la vitorearon como verdadera campeona.

Difícil saber qué habría pasado con el fútbol y con las otras delegaciones de haberse quedado. Quizá hoy no tendríamos solo una medalla de oro y tres de plata. Para el Perú, el regresar a casa fue un acto de dignidad que hoy, 75 años después, recordamos con añoranza.