MARIENELLA ORTIZ RAMÍREZ

Con un expediente bajo el brazo, un padre de familia forma fila entre decenas como él para que su hijo, de cuatro años en promedio, acceda a una vacante en algún colegio capitalino. Desde este año, está prohibido que su pequeño pase por algún tipo de evaluación, según el Ministerio de Educación. Por ello, muchos colegios eligieron a los alumnos según el esfuerzo del padre de ingresar su expediente antes que el resto, y así conseguir una vacante para el año escolar 2014.

Otros colegios optaron por una selección interna que va desde el reconocimiento económico, los valores compartidos con los padres, entre otros indicadores poco conocidos. Como en los exámenes de admisión a las universidades en los 90, los padres de familia sufren el estrés y la angustia de que su hijo se quede sin colegio, el cual esperan integrar por al menos 13 años de sus vidas. Como se aprecia, todo un drama.

Este escenario es parte del divorcio que existe entre la oferta de colegios privados y la creciente demanda de los padres de familia, quienes dan hoy mucha importancia a la educación como una inversión para el futuro de sus hijos. Gabriel Ortiz de Zevallos, presidente ejecutivo de Apoyo Comunicación Corporativa, considera que el crecimiento de la matrícula privada tendría que ver también con un elemento aspiracional y de crecimiento de la clase media en el país.

A esto se añadiría el desprestigio en que ha caído la educación pública.“Al menos un millón de alumnos han pasado de la escuela pública a la privada* en los últimos 10 años*, empujando la demanda por educación de abajo hacia arriba. Los segmentos A y B han sido los últimos en reaccionar”, refiere el experto en temas de educación, León Trahtemberg, para graficar esa creciente opción por los colegios privados.

Debido a esta situación, la correlación es de seis u ocho postulantes por una vacante. En algunos colegios, esa cifra es mucho mayor.

EL ESTADO DE LA OFERTA Esta situación no siempre fue así. Justo Zaragoza, director del grupo Educación al Futuro, refiere que en los años 90 y comienzos del 2000 los colegios privados trabajaban al 60% o 70% de su capacidad, por falta de alumnado. Aún la clase media emergente era incipiente.

En el caso de los colegios de los segmentos C y D, ese escenario se comienza a revertir desde hace más o menos una década. Estos nacieron en casas o edificios para luego terminar fraccionándose en varios locales. Hoy alquilan áreas deportivas u horas a locales con piscinas para suplir las áreas de esparcimientos ausentes en sus infraestructuras.

Pese a ser cuestionadas por su metodología destinada solo al ingreso a una universidad, las cadenas de colegios preuniversitarios se mantienen con una fuerte población educativa. El colegio Trilce, con 18 sedes en la capital, es la institución con una mayor facturación anual, cercana a los S/.100 millones, según Peru Top Publications 2012.

Sin embargo, la cadena de colegios Innova Schools, del grupo Intercorp, que está dirigida al mismo segmento socioeconómico, se presenta como una fuerte competencia, debido a su mejor infraestructura y una pedagogía que apuesta por la educación integral. Con 19 sedes –dos en provincias–, su proyección es llegar a los 70 colegios para el 2020, con una inversión total de US$300 millones. El objetivo de este emprendimiento consiste en mejorar la calidad educativa para la clase media emergente.

Al respecto, Daniel Salas, investigador de Centrum Católica, resalta que gran parte de los colegios privados no necesariamente han venido ofreciendo una educación de calidad y no existe supervisión alguna por parte del Ministerio de Educación. Para los padres, toda oferta privada parece mejor que un colegio estatal.

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