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papa francisco

A las 8:30 de la mañana del 24 de mayo del 2017, Donald Trump y el papa Francisco se estrecharon las manos por primera vez. Meses atrás, uno hablaba públicamente del otro, aunque sin referencias directas. El inquilino de San Pedro, por ejemplo, se sumó a las primeras voces en contra del pretendido muro fronterizo que el presidente de EE.UU. se ha empeñado en levantar. El magnate no se quedó callado: es “vergonzoso que un líder religioso cuestione” su fe. Su ninguneo al cambio climático y su gobierno populista no quedaron fuera de llamados papales, con lo que quedaba bien definida la línea ideológica insalvable entre ambos. Trump no fue solo a la cita. Custodiados por una comitiva de 60 autos, también asistieron la primera dama, Melania Trump; la hija, Ivanka Trump; el esposo de esta, Jared Kushner; y el secretario de Estado, Rex Tillerson, entre otros. En el encuentro, que duró 30 minutos, no hubo ni media sonrisa. “Deseo que usted sea un instrumento de paz”, le dijo el Papa a Trump al despedirse.

Aquella no ha sido la única visita polémica que se ha registrado en los salones del Vaticano. La ex presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, se ha reunido con Jorge Bergoglio en cinco ocasiones (entre 2013 y 2015). Lo curioso es que no se llevan muy bien. Él se enfrentó duramente al gobierno de Cristina cuando este impulsó una ley a favor del matrimonio homosexual. “Francisco nunca fue mi enemigo y tampoco es mi amigo, es el Papa”, dijo ella en su momento.

Finalmente, en junio del 2015, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, llegó una hora tarde a su encuentro con Francisco en la Santa Sede. Armado de paciencia, el Papa le pidió “restaurar un clima de diálogo” en la –por esos días– turbulenta Ucrania.

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