Fue embajadora de la Bimbo Global Energy 2017, carrera realizada el 24 de setiembre en 18 ciudades. (Hugo Pérez / El Comercio)
Fue embajadora de la Bimbo Global Energy 2017, carrera realizada el 24 de setiembre en 18 ciudades. (Hugo Pérez / El Comercio)
Renzo Giner Vásquez

En menos de cinco minutos sube y baja las escaleras sin cesar, entra a tres salas del set donde graba su última novela y se cambia de ropa dos veces. Sus días parecen ser una maratón.


—Para, para un poco. ¿Siempre estás tan llena de energía?
Sí, trato. Cuando era chica era supertranquila, pero ahora todos coinciden en que tengo un problema de hiperactividad. Fue una acelerada repentina [risas]. Pero es que el trabajo tiene mucho que ver.

—¿Por qué?
Tenemos semanas bastante intensas, normalmente grabamos 12 horas diarias, de lunes a sábado. Recuerdo que el inicio de grabación de la última novela coincidió con que yo perdí por quinta vez mi DNI. Me demoré un mes y medio en poder ir a recoger el duplicado porque no tenía tiempo [risas].

—Ahora te vemos en telenovelas o series de TV, pero muchos te recordamos de cuando comenzaste en “América Kids”...
¡Claro! Era chibola y tenía muchas ganas de actuar. Originalmente yo entré para grabar solo un capítulo. Para los que recuerdan la serie, Sasha y Mayara se tuvieron que separar porque ella se iba a Brasil y yo entré para llenar un capítulo mientras los guionistas pensaban qué hacer. Pero después me llamaron para otro capítulo y otro… Luego un mes, dos… Y así me quedé cinco años.

—La TV mostró tu paso de niña a adolescente.
Totalmente. Para mí la televisión fue una escuela, siempre lo digo. En “La AKdemia” el grupo era muy lindo, todos chicos, nos cuidábamos, íbamos a clases.

—¿No tiene un lado negativo ser tan joven y estar tan expuesto?

[Piensa] Es que era una serie de chicos para chicos. Además, [el mundo del espectáculo] era menos feo de lo que es ahora. Ahora vemos que todo está demasiado expuesto. O quizás por ser chica no medía tanto la exposición, era como un juego. Obviamente sentíamos que la gente nos seguía, pero era mucho más limpio.

—Pero debe haber algo que no te guste de todo esto.
La exposición. Pero sé que es parte de esto, así que me toca lidiar. Creo que en todos los países la prensa y la exposición son fuertes pero hay que saberlo manejar. Te confieso que yo soy superrochosa, a veces me cohíbo, pero lo estoy intentando manejar.

—¿Y esos nervios no te jugaban en contra en TV?
Yo hasta ahora me muero de miedo cada vez que tengo que grabar. Solo que lo aprendes a manejar.

—Tras esa etapa viajaste a Argentina...
Sí, a estudiar y trabajar. Estaba en la universidad, vendía ropa en una tienda y los fines de semana era mesera en un show de tango. Fue muy duro. Salir de tu país, de tu casa, para irte a un lugar donde nadie te conoce es duro, pero personalmente fue hermoso. Al final los tiempos duros son los que te hacen crecer.

—Y tu regreso coincidió con una serie que tuvo un éxito bastante grande.
Sí, vine para hacer “Mi amor el guachimán” y terminamos grabando tres temporadas [risas]. Nos fue superbién, hicimos giras por todo el Perú. Hace poco terminé “Mujercitas” y ahora me voy de viaje, voy a estudiar un poco.

—Estás en la TV desde el 2008 y en el teatro has participado en siete obras. ¿Cuál te gusta más?
Los dos. Claro que en el teatro tienes a la gente aplaudiendo o abucheando, pero la TV también tiene su encanto.

—Claudia Llosa me dijo que el cine nacional se ha vuelto repetitivo. ¿Nos pasa lo mismo en la TV?
Siento que pasa en general, en la moda también. Muchas cosas se van repitiendo. Pero no es algo que en general me afecte. Aunque a veces pasa algo, saco algo de otros personajes cuando te toca interpretar a uno nuevo. Pero eso es parte de la vida, no es algo que me angustie. En cuanto al cine, he podido ser una chica loca, escandalosa y malhumorada en “Margarita”; y al año siguiente ser una chica dulce, con peluca y rockera para “Avenida Larco”.

—¿Qué personaje ha sido el más complicado hasta ahora?
Los de “Avenida Larco” y “La novicia rebelde”. Para esa obra me preparé un año, tomé clases de canto seis días a la semana por todo el año. Para esto, yo tenía un problema fonoaudiológico que con ese año de entrenamiento lo solucioné. Cada día me moría de miedo de enfermarme y no poder cantar.

—Pero todo salió bien…
¡No! Me pasó algo horrible. Me sabía la obra de memoria, perfecta, pero en una escena donde tenía que cantar me quedé en blanco. Entré en pánico y como estaba en escena con siete niños no sabía qué hacer. Fue horrible. En “Avenida Larco” también me quedé en blanco. Y a partir de ahí generé un trauma, empecé a apuntarme en la mano esas partes que me olvidaba. Es vergonzoso pero los nervios te traicionan.

—¿Hay algún secreto para meterse en un nuevo personaje?
Confiar un montón. Pero más allá de eso, yo soy el personaje cuando me pongo su ropa. A mí me funciona eso. Ahora, la suerte es que los proyectos que he hecho es porque me han gustado y he podido decir no a los que no tenía ganas de hacer.

—¿Por ejemplo?
Salir desnuda, no es algo que me interese en este momento de mi vida. He podido hacer proyectos lindos sin la necesidad de exponerme en ese sentido.

—¿Y en cuanto a personajes por interpretar?
Eso es diferente, ahí sí haría de todo un poco. Me gusta variar, sobre todo porque el personaje de malo te permite insultar y hace todo más fácil. Mientras que el de buena, por otro lado, hace todo más difícil porque tienes menos de dónde agarrarte, no puedes insultar, ni decir lisuras [risas]. Muchos pensarían lo contrario, ¿no?

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