NORA SUGOBONO SOMOS

Es casi inevitable ver por primera vez a Emilia Drago y no soltar alguna frase que revele cierto asombro ante su aspecto. Un qué-distinta-te-ves-en-persona al que ya está acostumbrada, confiesa. Nunca sé si tomármelo como un cumplido, o si me están intentando decir que en la tele me veo mejor, dice. Acordamos que se trata de lo primero. Y es que despojada de maquillaje, sin el pelo lleno de bucles o lentejuelas enganchadas a su atuendo, la imagen de mujerón que la pantalla ha creado se esfuma rápidamente para que la chica de 24 años haga su entrada a escena. 24 años bien reflejados en una piel perfecta, risita de niña y gestos despreocupados. Belleza natural, que le dicen.

De los días en que llegaba al set de su primera telenovela en uniforme de colegio hay un largo camino recorrido. Casi una década, para ser exactos. Hoy divide su tiempo entre dos obras de teatro y las sesiones de ensayo para El Gran Show. Ha perdido algo de peso por la exigente rutina. Nunca he sido tan flaca, pero ahora puedo comer todo lo que quiero porque lo quemo con tres horas de baile diario, sostiene. Practica para ganar, para ser la mejor. Lo viene haciendo desde niña, cuando el folclore capturó su corazón.

Esa destreza para la danza le sirvió cuando el año pasado recibió la llamada para el casting de un misterioso proyecto. Poco se imaginaba ella que su imagen, en una perfecta toma en cámara lenta bailando al son de El Chacombo, del Zambo Cavero, quedaría inmortalizada por siempre en el séptimo arte. La cinta era Asu Mare, el mayor éxito en la historia del cine peruano.

¿Qué es lo que más te sorprende de tremenda acogida? Nunca me imaginé que vendrían tantas cosas buenas. No sabía que esos tres días de grabación traerían todo esto. Yo iba al set, la pasaba bien, hacía lo que me pedían, y listo. Se acabó la filmación y no supe más. No le di mucha pelota, como que pasó nomás. Pero en febrero estrenaron el tráiler y de pronto un millón de personas ya la habían visto. Ahí es cuando me di cuenta que esto sería grande. De pronto llegó como una avalancha de cosas. Yo no dejo de sorprenderme, de alucinar todo. Esto ha elevado mi carrera.

Algo hiciste bien, entonces. No sé si mi actuación fue espectacular, yo cumplí con el personaje. Tal vez pude hacerla mejor, quién sabe. Los trabajos no me han faltado desde que se estrenó. Eventos, castings, teatro… El Gran Show. Realmente lo tomo con tranquilidad, aprovechando al máximo todo, con humildad también porque la fama es muy grande.

*¿Qué te llevó a conseguir el papel? * El año pasado fue muy duro para mí. Laboral y emocionalmente. No había tenido nada de trabajo. Venía de una relación que no había funcionado bien, deprimida. Además, me accidenté, me corté un tendón de la mano. Era una época en la que decía ¿algo más me puede pasar?. Hay algunos momentos en los que tu autoestima está en el suelo y tienes que tratar de animarte por donde sea. Creo que cuando uno piensa en positivo mueve las cosas. Pedía y pedía y salió un chance para trabajar en la obra Hadas, pero más allá de eso estaba en nada. De pronto llegó esta llamada para la película, pero no me la creía. Trataba de buscar si era verdad que el proyecto estaba en marcha. Y finalmente me escogieron.

*Una de las claves de la película ha sido representar distintos estereotipos de la sociedad limeña. ¿Te fastidia que te encasillen con el papel de la pituca? * Paradójicamente, nunca me ha pasado. No había hecho papeles de pituca, creo que hay otras actrices que los hacen más. Felizmente no me siento encasillada en mi carrera, he tenido distintos papeles.

CHICA DE MODA Actuó en un hit de taquilla, sale con un actor y participa en un programa concurso. Combinación que podría convertir a cualquier aspirante a actriz en una diva inmediata. No para ella. No todavía. Emilia vive con sus padres (aunque ya quiero mudarme) y está por terminar la carrera universitaria que ella misma ha solventado, Comunicación Audiovisual. Ningún escándalo en su historial. Lo que hay es chamba y ambición. De la buena.

Asu mare marca un antes y un después en tu trayectoria. Ahora tienes como 80 mil seguidores en Twitter, por ejemplo. De pronto, tu figura se dispara. Lo de Twitter es increíble, pero también sientes una gran responsabilidad. La gente empieza a depositar mucha confianza en ti. Eso te pone presión. Mi cerebro es muy competitivo, estoy constantemente estresada por hacerlo bien, que la coreografía esté mejor. Me encuentro con varios tweets todos los días de personas que me escriben vamos Emilia, eres la mejor, tú puedes ganar. Es como un conjunto de cosas que termina haciendo súper exigente el estar en el Gran Show.

¿Quieres ganar? Claro. Si no tienes esa idea, estás perdido. Yo no creo en eso de vamos a ver qué pasa. La mentalidad tiene que ser ganadora, así no ganes al final.

*Esa filosofía competitiva posiblemente te venga de familia. Eres nieta del famoso Tito Drago, futbolista del Deportivo Municipal. Tu papá, tío y hermano también probaron suerte en la cancha. * Tengo pasión por el fútbol. Si es que tengo que trabajar un día que haya partido me deprimo si no puedo verlo. Pero no me gusta solo por pertenecer a una familia futbolera; a mi hermana mayor no le emociona, por ejemplo. Yo estoy pegada. Soy la novia ideal para eso. Cuando Diego (Lombardi) se pone a ver fútbol, yo lo veo con él. No nos pasa como en esos comerciales.

Muchas actrices de tu generación prefieren abrirse paso fuera. El modelo Stephanie Cayo. ¿Qué camino quieres seguir tú? Me gustaría convertirme primero en una buena actriz aquí en Perú, consolidarme, aprender mucho más. Veo a Yvonne Frayssinet y la admiro mucho, me encantaría llegar a tener ese nivel. Pero ahora que he probado este bichito de las películas, sí me veo probando suerte fuera.

¿La meca del cine? No veo Hollywood como algo lejano. Es que nada es lejano. Si uno quiere las cosas las puede lograr. No es difícil irte a Los Ángeles. Te compras un pasaje y te vas. La luchas. Si eventualmente me propusiera irme haría todo lo posible por estar ahí. Pero volvería. Me veo viviendo en el Perú. Volvería con la experiencia de haberme ido a muchos lados para hacer muchas cosas.