Adulto mayor: el eterno romance de Lucy Telge con el ballet
Redacción EC

La luz de verano pasa a través del amplio ventanal. La sala es espaciosa, con sillones cómodos y un inmenso estante de libros. no suena de fondo, pero quiebra el silencio cuando evoca su vida, o, lo que es lo mismo, cuando habla de ballet.

Aunque su acogedora y sencilla vivienda de parece detenida en el tiempo del blanco y negro, la maestra no la siente suya cuando recuerda uno de los días más dramáticos de sus casi 80 años: el incendio del , sucedido el 2 de agosto de 1998. De pronto, desaparece su sonrisa: “Fue como si se hubiera quemado mi casa”.

Y no le falta razón. Hace 32 años fundó el y mantiene hasta la actualidad la batuta de ese elenco de medio centenar de bailarines, que monta al año cuatro temporadas con repertorio de ballet clásico. Y fue en ese escenario en el que Lucy comenzó a bailar ante público, incluso antes de aprender a leer y escribir.

En las décadas del 50 y 60 Lucy Telge era estrella de la Asociación de Artistas Aficionados (AAA). (Foto: Archivo histórico de EL Comercio)

Le rogaba a Dios que me dé vida para ver el teatro como era antes –dice Lucy–. Y así fue [el Teatro Municipal  entró en funcionamiento otra vez el 11 de octubre del 2010, totalmente restaurado]”. Hoy la maestra, que se inició en la danza a los 3 años de la mano de Rosita Ríos, la primera profesora de ballet clásico del Perú, tiene otra meta: construir nuevos ambientes en su casa para albergar a más alumnado del , en el que enseña desde hace 48 años.

Apoteósico fue el primer montaje de “El lago de los cisnes” con el elenco edilicio, bajo su guía, en 1986.  A pesar de sus éxitos como directora en el Municipal – “La hija del faraón” y son ejemplos de ello–, Lucy no olvida sus pininos como bailarina en la . Ahí bailó bajo órdenes de maestros de la talla de Dimitri Rostoff y Roger Frenonjois.

“Al principio era floja para los rígidos ejercicios del ballet clásico, pero subía al escenario feliz cuando me debía reemplazar a alguna niña que se enfermaba. Y así me fue gustando más y más el ballet. Hoy se enseña diferente, sin tanta rigidez al principio”, dice.

“Si volviera a nacer, sería otra vez bailarina. No concibo mi vida sin el ballet”, reflexiona la limeña, que ostenta la Orden del Sol del Perú en el grado de Comendadora.
 Hoy –confiesa– lo que más le gratifica es ver a sus alumnas y alumnos responden bien a lo instruido. “Siempre me gustó enseñar. De niña, en Cajamarca, donde mis abuelos maternos tenían una hacienda, enseñaba a niños del lugar, dibujando en la tierra, qué era una bahía o una península”. Recuerdos van y vienen.

Tras casarse con Alfredo Linder –fallecido en el 2010–, se entrega a la enseñanza en serio y empieza en 1958 a dar clases de ballet en la AAA, y en 1960 coge la dirección del elenco de esa asociación. “Nunca tuve hijos, pero los cientos de chicos y chicas a los que he enseñado son como mis hijos. En mi escuela han estudiado niñas, cuyas madres y abuelas también fueron mis alumnas”, comenta Lucy.

JOVEN POR SIEMPRE
Aunque ya no lo hace con zapatillas de ballet, Lucy pisa hasta con seguridad la tramoya del Municipal hasta tres veces por semana para supervisar los ensayos. “El ballet es como un virus: si entra, es muy difícil que lo saques", afirma.

“No me siento de 80 años –su cumpleaños es el 30 de marzo–. A veces me duelen las rodillas cuando subo escaleras, pero en general me siento como hace 30 o 40 años. No veo la necesidad de jubilarme. Hay muchas maestras en el mundo que siguen enseñando incluso en silla de ruedas”, advierte.

Lucy Telge sigue vigente. “A los adultos mayores les aconsejo que sigan trabajando en lo que les gusta. Eso los mantendrá con vitalidad”. Ella sabe. 

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