"Desaparecer", una película sin fuerza ni personalidad propia
"Desaparecer", una película sin fuerza ni personalidad propia
Sebastián Pimentel

En el contexto latinoamericano, un caso interesante de cine de entretenimiento, o como espectáculo de acción –competente a nivel internacional–, lo ofrecen, por ejemplo, algunos episodios de la cinta argentina “Relatos salvajes”, de Damián Szifrón. Y no se debe a que esta tenga una gran originalidad artística. Sin embargo, sí da pruebas de una técnica eficiente a un nivel de pirotecnia de montaje o de composición de imágenes. Cuidados formales de los que adolece “”, la nueva película nacional de Dorian Fernández-Moris.

En la película peruana, Ismael La Rosa debe averiguar qué ha pasado con su novia, interpretada por Virna Flores, una asistenta social que apoya a una comunidad de la selva amenazada por negocios de extracción ilegal. Todo el filme se articula a partir de esta misión de rescate, y tiene la intención de mezclar la pesquisa –con los ingredientes de intriga que supone– y la rutina de persecuciones, enfrentamientos, y alguna explosión.

Lamentablemente, Fernández-Moris (“Cementerio general”) falla, esta vez, en casi todos los apartados. Empezando por la dirección de actores. La Rosa, por ejemplo, en el rol de tipo duro algo ensimismado, está lejos de dar con un perfil de cierta intensidad o carácter reconocible. Por otro lado, los personajes algo más expresivos –como aquellos que encarnan actores experimentados como Teddy Guzmán o Reynaldo Arenas– están desperdiciados por un guion que termina diluyéndolos en el vacío.

Desaparecer” solo muestra la cinefilia de Fernández-Moris en contados momentos, como el breve prólogo donde una niña pasea, inocentemente, en una aldea del paisaje amazónico, en un claro homenaje al inicio de “M”, de Fritz Lang. O cuando vemos a un sujeto que ha sufrido la mutilación de sus extremidades, en un montaje paralelo que lo alterna con una especie de hombre- zombi que hace de atracción humana en la noche de Iquitos, en un interesante contrapunto con visos de horror.

Lamentablemente, estas posibilidades cinematográficas no regresan. Una que otra persecución con móviles nada convincentes se intercala con demasiados diálogos explicativos de lo que sucede, signo inequívoco de la falta de oficio en cuanto a elipsis, síntesis narrativa o capacidad de sugestión. Por la poca solidez de la cadena de sucesos, las vueltas de tuerca argumentales carecen de poder de asombro, y hasta un buen actor, como Óscar Carrillo, se convierte en una entidad abstracta, tan desorientada como las otras. Para finalizar, la denuncia social que el filme propone termina cayendo como un pie forzado en este conjunto desdibujado y, paradójicamente, completamente ajeno a esa adrenalina cinestésica y sensorial con la que el cine de entretenimiento pretende conquistar al público.

Fernández-Moris ha declarado que “Cementerio general” era solo un ensayo para poder financiar “Desaparecer”. Si es así, el director debería reparar en que su pequeña película de horror –sin estrellas reconocibles y sin drones que permitan tomas aéreas a gran escala– resultó ser, a pesar de sus notorios errores, más consistente que esta historia de rescate sin fuerza ni personalidad propia.

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