Jorge Paredes Laos

Nació en Puquio, en una tierra musical y arguediana. Ahí, desde niño, quedó encantado por el melancólico de la guitarra que escuchaba tocar en las fiestas agrícolas y religiosas. lleva más de 50 años como guitarrista y dice que lo primero que aprendió a oír es el silencio. “En las alturas el silencio es espectacular”, recuerda. “Luego, uno oye el sonido de los insectos, de las aves, de las campanas pueblerinas, de los manantiales, de los riachuelos y ríos turbulentos, todo eso forma parte de la musicalidad de mi infancia”, evoca, mientras sus dedos juguetean con las cuerdas.

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Es temprano y en su oficina, en el centro de Lima, tampoco se escuchan ruidos. La tranquilidad apenas se altera con los acordes a veces sutiles, a veces afilados de su guitarra. Los mismos que volverán a oírse en un escenario limeño, después de más de dos años de silencio debido a la pandemia. Prado anuncia un concierto llamado “Serenata a mamá” para el próximo 5 de mayo en el Gran Teatro Nacional. Un homenaje que le servirá también para recordar a los músicos de su banda y proyecto Saqra que partieron afectados por el coronavirus. “Ha sido muy duro para todos —se lamenta— y nosotros tuvimos el dolor de perder a tres músicos importantes como Víctor Tomairo, Kenyi Meza y Julio Lingán, quien tocaba el violín indígena”.

—Puquio fue siempre una tierra de músicos, tal como la describió Arguedas ¿Cómo descubres la guitarra?

Sí, Puquio, como muchos pueblos andinos, es muy musical. Los momentos más importantes de la vida pasan al compás de la música. Te voy a contar una anécdota. Con mi hermano Percy, de niños, nos gustaba tirarnos bocarriba para escuchar a los abejorros que se metían por una madera del techo y salían por otra. Para nosotros era musical escuchar eso. Y desde que abrimos los ojos, escuchamos evidentemente el arpa y el violín. Luego, las guitarras, los acordeones, los charangos… Los instrumentos occidentales como son el violín y el arpa se indigenizaron acá, y fueron adoptados por los pueblos originarios andinos, mientras que la guitarra fue tocada por toda la clase media provinciana. Arguedas cuenta eso también. Yo me voy alimentando de este bagaje musical, que, además, escucho en las fiestas de los pueblos. Una de las más importantes, en Puquio, es la del agua, que se realiza en agosto y setiembre, después están las fiestas religiosas del Corpus Christi, la Semana Santa, las cruces, la Navidad, todo esto forma parte de la musicalidad.

—Alguna vez conversaba con el investigador Rodrigo Montoya y él me decía que supiste llevar el sonido del arpa y del violín a la melodía de la guitarra y eso le parecía novedoso, ¿Cómo definirías tu música?

Efectivamente, Rodrigo y otros como el doctor Raúl García Zárate notaron esa influencia indígena en mi guitarra y más aún yo a mi primera producción, hecha en un casete, le puse “Guitarra indígena”. Ahí recojo todas las vivencias de las que te hablo. Yo no tuve la suerte de tocar arpa ni violín, entonces necesitaba transportar la música de estos instrumentos a la guitarra, por necesidad espiritual.

—Fuiste descubriendo acordes e inventándolos

Claro, había que inventar: afinación, acordes, porque también soy autodidacta, no he tenido la suerte de entrar a la academia, aunque no pierdo las esperanzas (ríe). Pero fue la búsqueda incesante la que me fue llevando a nuevos acordes y sobre esa base fui construyendo toda esta expresión.

—Vuelves a los escenarios, después de la pandemia. ¿Cómo viviste las cuarentenas? ¿Pudiste escribir, terminar nuevos discos?

Fue muy duro para todos. Para empezar el dolor que esto ha causado a muchas familias. Nosotros perdimos a músicos importantes como Víctor Tomairo, Kenyi Meza y Julio Lingán. Julio y Kenyi nos acompañaban en la banda y Víctor en el violín indígena. Todos eran partes del proyecto Saqra. La pandemia, por otro lado, nos sirvió para ordenarnos internamente y tratar de entender qué estaba pasando en el Perú y el mundo, para cuidarnos, para regresar a la vida sana, a la comida andina, como lo hicieron muchos peruanos. Después, efectivamente, pudimos revisar nuestra producción y terminar algunas canciones que se habían quedado en el tintero. Una de ellas se llama “La inconclusa” porque tenía más de 20 años sin terminar. La primera frase dice: “Por qué guitarra mía / permites que esta mi vida / se deslice por parajes tan oscuros, / será que aún no hallamos la nota profunda /, será que aún no encontramos el eco divino”. Hasta ahí llegaba, ahora ya la he completado y formará parte del repertorio del concierto que presentaremos el 5 de mayo como homenaje a mamá.

Manuelcha Prado en el centro de Lima, frente a la sede histórica del diario El Comercio. En mayo del 2022, regresa a los escenarios tras una ausencia motivada por la pandemia del Covid-19. Foto: Anthony Niño de guzmán para el GEC.
Manuelcha Prado en el centro de Lima, frente a la sede histórica del diario El Comercio. En mayo del 2022, regresa a los escenarios tras una ausencia motivada por la pandemia del Covid-19. Foto: Anthony Niño de guzmán para el GEC.
/ ANTHONY NINO

EL CONCIERTO

—Hablemos de la figura de la madre, tienes un disco llamado “Madre andina”, ¿Cómo definirías la imagen materna en la cultura andina?

Cuando yo digo en la canción “Madre quechua, madre andina / grande como las montañas, / madre quechua, madre andina / orgullosa de tu historia. / Nuestro pueblo, nuestra tierra necesitan tu coraje / dales fuerzas a tus hijos, mamá Justina del pueblo”, ahí estoy tocando varias aristas de lo que es la madre andina, depositaria de un gran idioma como el quechua y de una gran cultura. Para nosotros, nuestras madres son más grandes que las montañas, por todo lo que representan. ¿Y por qué digo “orgullosa de tu historia”? Porque es la madre la que siempre está soplándole al oído al niño acerca de su familia, de sus abuelos, de su pasado, de los valores, del respeto a los mayores…

—¿Y cómo estructuras el concierto Serenata a mamá? Te presentas con dos artistas importantes como el arpista Luciano Quispe y Princesita de Yungay.

Al comienzo será un concierto de pura guitarra. Luego guitarra y canto, y haremos unos yaravíes con Hans Romaní. El yaraví es un género muy profundo, muy intenso que ojalá no se pierda. Felizmente, muchos jóvenes lo están practicando y es necesario cantarlo. Luego viene Luciano Quispe, un joven arpista heredero de la tradición de Florencio Coronado, de Antonio Sulca, de Rosauro Medina, de Tany Medina, el legendario arpista que hizo famoso “Adiós pueblo de Ayacucho”; entonces, este joven arpista es heredero de esa tradición y tocará temas como “Gentil gaviota” en arpa. Y no te cuento más porque quiero que haya sorpresas (ríe). Después, Princesita de Yungay estará con todo su conjunto, un marco musical muy lindo. Hablar de ella es hablar de una leyenda viva, con toda su trayectoria artística ha tenido la gentileza de aceptar y presentarse con nosotros en este concierto.

—Reúnes la música ayacuchana con la ancashina, ¿Cuáles son los vasos comunicantes entre ellas?

Tienen que ver con la misma musicalidad andina, con el uso de la pentatonía, que es importante en toda el área andina, incluida Bolivia, el norte de Chile, Ecuador, el sur de Colombia. Existen esos vasos comunicantes estructurales musicales. Ahora, efectivamente, los estilos son distintos. El huaino ancashino suele ser más picadito, más alegrón, más festivo, con su estudiantina y conjunto; mientras el ayacuchano es más sentimental, es llorón; pero ocurre este fenómeno que simplemente es una dialéctica: a los que hacemos música sentimental, intensa, nos encanta también la música festiva, el jolgorio, la invitación a la plenitud de la vida. Y viceversa, a los que hacen música festiva les gusta también lo sentimental. Pero, sobre todo, queremos comunicarnos con el público, con las madres, para entregarles nuestro corazón, a través de nuestras canciones, recordar anécdotas, contar qué significa la madre, esta joya universal…

—Recordar a la madre ausente

La madre que se fue en estos últimos tiempos, naturalmente… Por ejemplo, mi abuela, yo soy hechura de abuela, y mi abuela ahora está presente todos los días de mi vida en mi oración cotidiana, junto con mi esposa Josefina. No hay día que con Amaru (su hijo) no oremos brevemente por su descanso eterno. Esto, además, es parte de nuestra cultura, el respeto y veneración a nuestros muertos. Aunque, como diría Atahualpa Yupanqui, ellos solo están dormidos, nunca muertos.

MÁS INFORMACIÓN

"Serenata a mamá"

Día: 5 de mayo

Hora: 8: 00 p.m.

Lugar: Gran Teatro Nacional (av. Javier Prado Este 2225, San Borja)

Entradas: Teleticket

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