Augusto Polo Campos el 2013. El prolífico compositor falleció el miércoles 17 de enero por la noche. (Foto: USI)
Augusto Polo Campos el 2013. El prolífico compositor falleció el miércoles 17 de enero por la noche. (Foto: USI)

estuvo a unos minutos de fallecer el 18 de enero, día de Lima, la ciudad que inspiró tantas de sus canciones, a pesar de que nació en las alturas ayacuchanas de Puquio. Murió, sin embargo, el miércoles 17, a las 11:40 de la noche, por complicaciones
de la diabetes que durante años lo aquejó. Tenía 85 años. Podrían llenarse páginas y páginas en torno a su figura, tan idolatrada como cuestionada, ejemplo recto de esos personajes que los anglosajones
llaman 'bigger than life'.

SOBRE SU PECHO LLEVÓ LOS COLORES

Porque a la vez que se han escrito ensayos completos sobre su talento compositivo (fue una máquina de escribir canciones que calaban hasta el tuétano), también se convirtió en un imán para los restallidos
de la farándula. Una sobreexposición mediática que se hacía patente en sus escándalos amorosos, su paso por 'reality shows', la miniserie
que hace unos años hurgó en su vida, y los reportajes televisivos de cuestionable buen gusto que desde ayer lograron disputarle algo de
cobertura a la visita del Papa. Augusto Polo Campos encarnó siempre esa dicotomía digna de Dr. Jekyll y Mr. Hyde: cuesta creer que el 'sacalagua' dicharachero y verborreico, policía durante diez años,
fuera el mismo autor de valses de extraordinaria sensibilidad como "Cariño bonito" o "Regresa", dedicado a Lucha Reyes y creado para el
portento de su voz. Una dualidad que quizá encontrara su mejor punto de encuentro en el prototipo de poeta mujeriego: una leyenda con mucho de realidad (siete parejas, siete hijos), pero también
con mucho de fantasía, que lo llevaba a afirmar un día que la mujer que más amó en la vida fue la recordada Jesús Vásquez, para otro día decir que fue Eugenia Sessarego, la secretaria del asesinado empresario Luis Banchero Rossi, a quien conoció en prisión y a la que le escribió la excepcional "Cada domingo a las 12". "El día en que encuentre la balanza que pese los sentimientos me voy a dar cuenta
de que a todas mis mujeres las quise igual", declaró alguna vez.

Porque si hay otro rasgo que lo caracterizaba era su facilidad para crear canciones: si no las lanzaba a la cara como décimas improvisadas, las garabateaba en servilletas sin destino seguro.

CANTARLE A LA PATRIA

Augusto Polo Campos atravesó diferentes estilos e inspiraciones: las letras  pícaras y divertidas que firmó para Los Troveros Criollos, como en "Ay, Raquel" o "Romance en La Parada"; los primeros éxitos rotundos con Los Morochucos, donde destacan "Limeña" (la de "boquita de
caramelo, cutis de seda") y "Cuando llora mi guitarra", dedicado a su madre; y los que armó para el inolvidable trío que conformó junto a la
guitarra de Óscar Avilés y los aullidos telúricos de Arturo 'Zambo' Cavero. De estos calaron especialmente los temas que abrazaban la peruanidad con una intensidad que escarapela la piel. Dos en particular se escuchan hasta hoy como himnos nacionales: "Y se llama Perú" y "Contigo Perú", que creó por pedido de dos gobiernos militares diferentes, respectivamente, el de Juan Velasco Alvarado y el de Francisco Morales Bermúdez. Dato que habla también de su capacidad para el trabajo por encargo y la fórmula del hit instantáneo.

"Fue un hombre polémico, con muchos seguidores y detractores –señala Fred Rohner, investigador del Instituto de Etnomusicología
de la PUCP–. Lo que es innegable es que nos deja innumerables canciones que nos acompañarán por generaciones (como lo han hecho
ya), una manera de entender la música criolla, la composición musical y, para muchos, una forma particular de sentirse peruanos". Y esa manera tan peruana de ser peruano –que es por naturaleza bipolar, lacrimógena, exacerbada– adquiere su forma más clara a través del fútbol. En los últimos meses, en los que la selección peruana aseguró
su pase al Mundial de Rusia, las canciones más patrióticas de Augusto Polo Campos sonaron en repetición incansable. Y el 15 de noviembre,
día de la clasificación ante Nueva Zelanda, la gigantesca banderola que cubrió la tribuna Norte del Estadio Nacional llevaba uno de los
lemas polocampianos por excelencia: "Que se haga victoria nuestra gratitud".

Con los años, Polo Campos se dedicó a crear guiones publicitarios, trabajó como libretista de diversos programas cómicos (desde los
monólogos de Camotillo el Tinterillo y varios sketch de "Risas y salsa"), y siguió escribiendo canciones con un vértigo endemoniado. Según sus propias cuentas, superó los 2.000 temas.

Nunca pudo dejar, tampoco, su gusto por el flash y el cotilleo, cuestión que lo seguirá persiguiendo. Pero aunque esa faceta de su vida
genere recordación, también se diluirá en el olvido. Y será sobre todo su música la destinada a grabarse en nuestro inconsciente colectivo.
A unirse en la tierra con su amado Perú. 

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