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Boda Real
Redacción EC

El y la estadounidense abandonaron la capilla de San Jorge en el castillo de Windsor como duques de Sussex, tras la .

A la salida del templo se escucharon los vítores de la multitud y se besaron ante los gritos de los allí congregados, antes de bajar por la escalinata cogidos de la mano.

En el exterior, una banda militar con uniformes escarlata y sombreros de piel de oso entretenía a miles de curiosos y entusiastas que se congregaron detrás de las vallas, bajo un cielo despejado y un sol resplandeciente. Para la ceremonia se ha montado un importante despliegue de medidas de seguridad que incluye policía armada con rifles semiautomáticos patrullando las calles y agentes en los tejados.

Los duques de Sussex se subieron a una carroza abierta -un landó Ascot- con la que recorrieron algunos de los lugares más emblemáticos de la localidad, donde más de 100.000 personas se dieron cita para seguir de cerca el acontecimiento del año en el Reino Unido.

Muy sonrientes, los duques de Sussex saludaron a la gente que les vitoreaba al paso de su carroza, tirada por cuatro caballo blancos y escoltada por el regimiento de caballería de la Guardia Real.

Miles de banderas del Reino Unido se agitaban a toda velocidad y tiñeron a la pintoresca localidad de Windsor, de 30.000 habitantes, con el rojo, blanco y azul de la enseña británica.

Para algunos británicos, la boda de un miembro de la familia real con una divorciada cuya madre es afroamericana y su padre es blanco encarna un país moderno en el que la raza o los antecedentes no son obstáculo, incluso en las instituciones más elitistas y tradicionales.

Para otros, se trata de un evento irrelevante o una distracción del cisma del Brexit, que ha dividido profundamente al Reino Unido; las encuestas sugieren que la mayoría de los británicos no verá la ceremonia por televisión.

Fuente: EFE

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