Marisol Pérez Tello

Hace algunos años, en las cárceles aplicamos una medida llamada “mano abierta y mano cerrada”. Mano abierta significa dar condiciones para una verdadera resocialización (estudio, trabajo, visita familiar y buena comida). Por eso, entre otros programas, se creó Cárceles Productivas, para que los internos trabajen, se paguen su reparación civil y tengan una mejor vida en el penal. Mano cerrada, en cambio, se aplicaba cuando algún interno pensaba ingenuamente que obedecer era un signo de debilidad y cualquier distorsión o ruptura del orden suponía un traslado de inmediato a penales de máxima seguridad. Esa es la forma de enfrentar los problemas, con justicia, realismo y firmeza.

Hemos presenciado el enfrentamiento entre peruanos y venezolanos, con rasgos de xenofobia vergonzosos, en un país que tiene al 10% de su población viviendo fuera por la misma razón: buscar oportunidades. En el caso de los venezolanos, su migración se explica en el hecho de sobrevivir a un régimen que les quitó todo.

Los problemas de seguridad no se resuelven con una varita mágica. Tenemos que prevenir para el largo plazo con metas e indicadores, debemos enfrentar con la ley frontalmente al delincuente en el corto plazo y terminar con la impunidad del delito, que es la verdadera enfermedad. El mejor ejemplo de ello es lo ocurrido en las calles del Callao. Todos sabemos que te multaban si pasabas la velocidad máxima permitida. Nadie sabe el costo, pero tenemos la certeza de que, sin importar de quién se trate, te multan. Y de pronto todos aprendimos a manejar en dicha región porque, de lo contrario, nos cae la multa.

Somos el cuarto país más desigual del mundo –según el World Inequality Report 2022– , y la mayor desigualdad se percibe en el acceso a la justicia. Sentimos que cada uno puede hacer lo que quiera y que, dependiendo del tamaño del privilegio del conocido, no vas a recibir ninguna sanción. En ese sentido, es lamentable que se propongan alternativas populistas como la de sacar a las FF.AA. a las calles, que se ha probado que no funciona porque los militares están entrenados para trabajar en un contexto de guerra, hasta dar su vida por la patria, pero no para el orden y control interno. Un policía está entrenado para servir y proteger, para garantizar el orden interno, también a costa de su vida. Es otro entrenamiento, otra formación, otro tipo de armas y métodos. Más militares en la calle significa menos militares atacando el narcotráfico, que es uno de los generadores de la delincuencia.

La declaración de emergencia ha sido un fracaso, la presentación de policías como si fueran un grupo de élite sin entrenamiento y capacitación específica también lo será. Estos fracasos generan frustración y terminamos tomando la justicia en nuestras manos.

Nadie está dispuesto a aceptar más extorsión, menos en un contexto de recesión económica que, si bien puede confundirnos con sus términos, esta se comprende perfectamente desde casa. Cuando entra menos plata, se gasta más en comida, medicina, educación y no se puede atender las necesidades y demandas de los que amamos. La desesperación de que el dinero no alcance genera más delincuencia, puesto que nadie dejaría morir a sus hijos de hambre. Esto no es una justificación bajo ningún punto de vista, pero pone el acento en los problemas que tenemos que enfrentar. Un 30% de pobreza y un 10% de pobreza extrema, sumando a un 45% de anemia y un escenario de recesión.

A eso hay que sumarle un problema tan serio como la inestabilidad política cuasi permanente que espanta la inversión, que es la que genera trabajo y es la única forma justa de distribuir riqueza.

Deberíamos ser capaces de diseñar el futuro sin boicotear las reformas para fortalecer el sistema de justicia, las reformas en salud, las reformas en educación para ir cerrando las brechas en infraestructura que existen en el país. Debemos, en suma, recuperar credibilidad y fijar reglas claras.

¿Vamos a seguir con mentiras piadosas haciéndonos creer que los problemas del Perú se van a resolver solos o vamos a hacernos cargo de nuestro país? La situación reclama justicia, realismo y firmeza. También necesita unidad, buen criterio, renuncia, compromiso y sacrificio. Esta es nuestra patria, nuestra casa y hay que mejorarla.

Marisol Pérez Tello es exministra de Justicia y Derechos Humanos