Sebastian Hasenauer

El impacto que una mala práctica empresarial provoca sobre una marca puede llegar a ser devastador, para su reputación, sin duda, y también para sus ingresos, pues hoy los consumidores valoran que los productos que compran cumplan con los cada vez más relevantes criterios ESG; es decir, de compromiso con el medio ambiente, con la sociedad y el buen gobierno corporativo.

Pero esto no es solo cierto para una empresa o para la marca que comercializa bajo su paraguas. Es un requerimiento que también debe alcanzar a sus proveedores, tanto a los de primera línea como a los que están detrás de estos. ¿Por qué es importante que toda la cadena de abastecimiento de una marca está alineada con los principios ESG?

Imagine que un noticiero ingrese a una fábrica textil, en las afueras de Lima, alentado por una denuncia anónima que acusa a sus dueños de aplicar un régimen de servidumbre entre los trabajadores. ¿Qué sucedería si los periodistas a cargo de la investigación encuentran evidencia que compruebe la denuncia? El reportaje no tardará en aparecer en todas las plataformas de difusión disponibles, como las redes sociales. ¿Y qué ocurriría si esa fábrica figura entre los principales proveedores de una empresa ‘retail’ o una marca reconocida? Pues el daño a la reputación y al consumo de esa marca los habrá perjudicado gravemente, sino es que de manera irreversible.

Para evitar ese tipo de impactos devastadores es que nacen, precisamente, los principios ESG en el 2004, como parte de un acuerdo del Pacto Global de la ONU, donde los principales actores son las empresas y no los gobiernos. En ese marco, es vital que hoy las empresas de gran envergadura ‘exijan’ –como parte de sus políticas comerciales– a las compañías que trabajan con ellas que cumplan también con los de la ONU, a fin de consolidar un círculo virtuoso de sostenibilidad en todos los niveles de la cadena (una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil).

De hecho, una reciente encuesta realizada por McKinsey con los líderes mundiales de la cadena de suministro destaca que el 52% de las empresas en el globo no tiene visibilidad de su cadena más allá del nivel 1. Es decir, no conocen al proveedor del proveedor, lo que podría desencadenar consecuencias desagradables, como acabamos de mostrar. Eso es fatal, hoy que el consumidor es cada vez más consciente del valor de la sostenibilidad.

En nuestro país, por ejemplo, el Estudio de Marcas de Arellano correspondiente a este 2023 demuestra que entre el 63% y 77% de los consumidores peruanos considera ‘importante’ o muy ‘importante’ para su decisión de compra que las marcas cumplan con aspectos como el compromiso con la sociedad, con el medioambiente, la justicia y la ética, todos directamente vinculados con los criterios ESG.

La buena noticia es que ahora hay forma de identificar y medir este cumplimiento. De contar con una cartografía de toda la cadena de valor basada en los principios ESG, logrando hacer uso de los datos para encontrar los problemas, por ejemplo, a través de procesos de debida diligencia, de mayor o menor profundidad, que evalúen en las empresas qué tanto se guían por estos principios.

Algunas industrias peruanas, como la minera, ya vienen siendo reguladas en temas sociales, ambientales y de gobernanza de manera local. No obstante, el resto de industrias se ven o van a verse impactadas en el corto plazo por regulaciones y requisitos en la cadena de suministros, como la Ley de Cadena de Suministro Alemana –ya en vigencia– o, en su defecto, por una regulación similar que va a adoptar toda la Unión Europea en su conjunto. Estas regulaciones afectan tanto a la gran empresa como a todos los niveles de la cadena de proveedores. No lo perdamos de vista.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Sebastian Hasenauer es country manager de CIAL Dun & Bradstreet para la Región Andina