Iván Alonso

El gran economista James Buchanan postulaba que los políticos actúan, como el común de los mortales, guiados por su propio interés. Captar votos y acrecentar su influencia son motivaciones más poderosas que el bien común a la hora de legislar. Decisiones políticas aparentemente irracionales encuentran su explicación en motivaciones subalternas. Esa intuición se convirtió en la base de la teoría de la elección pública (‘public choice’) y le valió el Premio Nobel en 1986.

La teoría de Buchanan nos alerta también sobre potenciales conflictos de interés. Las decisiones políticas pueden tener consecuencias que beneficien financieramente a los legisladores o sus allegados. Por eso es una práctica sana pedirles que, antes de cada votación, declaren no tener interés personal en el asunto. Pero sería sano también impedirles realizar ciertas transacciones mientras dure su mandato.

Tomemos como ejemplo los retiros de los fondos de pensiones, el séptimo de los cuales estaba pendiente de aprobación en el al momento de escribirse este artículo. La gran mayoría de entendidos en la materia han opinado en contra. Los congresistas de ayer y hoy, sin embargo, se han empecinado en aprobarlos uno tras otro. A juzgar por la experiencia, difícilmente sirva para captar votos: los pretendidos defensores de antaño de los afiliados a las han sido sabiamente olvidados por el electorado.

Veamos cuál ha sido el efecto inmediato de la aprobación del dictamen sobre el séptimo retiro en la Comisión de Economía el 22 de marzo. Desde entonces hasta el miércoles 10 de abril, el índice general de la bolsa ha bajado 5,6%, mucho más que el índice S&P 500 del mercado norteamericano, que ha bajado 1,8% en el mismo lapso. El volumen negociado en estos días ha subido 26%; el de renta fija o bonos, 32%. Los inversionistas han anticipado el efecto del retiro, que obligará a las AFP a liquidar parte del portafolio de los fondos de pensiones, y han comenzado a vender.

Pero allí donde hay uno que vende hay otro que compra. La venta forzada por parte de las AFP es una buena ocasión para que alguien que tenga plata en la mano en ese momento compre a precios baratos, esperando que más adelante se recuperen; una oportunidad de ganancia a corto plazo y con poco riesgo. Como sucede con otras leyes, hay un potencial conflicto de interés. Hay que prevenir que nuble el pensamiento y tuerza la conducta de quienes supuestamente nos representan.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Iván Alonso es Economista