Andrés Oppenheimer

El año pasará a la historia como aquel en el que tomó un segundo aire o, por lo menos, un respiro, y en el que sus principales rivales en el mundo sufrieron serios reveses.

Hace apenas un año, todos decíamos que China pronto superaría a EE.UU. como la primera superpotencia económica y tecnológica del mundo, y que Rusia e Irán continuarían ganando influencia internacional.

Y a nivel nacional, en EE.UU. había una creencia muy difundida de que la democracia estaba en peligro. Las encuestas decían que los candidatos de extrema derecha que negaban la derrota del expresidente estadounidense Donald Trump en las elecciones del 2020 ganarían las elecciones intermedias de noviembre del 2022 y que manipularían futuras elecciones a su antojo.

Nada de eso ha sucedido. Por el contrario, la economía de China se ha desinflado a sus niveles más bajos en muchas décadas y el dictador chino Xi Jinping se ha enfrentado a protestas que no se habían visto desde las manifestaciones de la plaza Tiananmen en 1989.

La economía de Rusia ha caído significativamente después de la invasión rusa de Ucrania y las sanciones de EE.UU. y Europa que le siguieron, y se estima que se contraerá en un 3,3% este año. Rusia también recibió un enorme golpe reputacional cuando 143 países condenaron su invasión de Ucrania en la ONU y tan solo cinco naciones la apoyaron.

El régimen fundamentalista islámico de Irán se enfrenta a las manifestaciones antigubernamentales más grandes de su historia reciente. Al menos 326 personas han muerto en las protestas, dicen grupos de derechos humanos.

Mientras tanto, vean lo que ha ocurrido en EE.UU. La gran mayoría de los candidatos extremistas que negaban los resultados de las elecciones del 2020 fueron derrotados en las elecciones intermedias de noviembre. Las posibilidades de un quiebre constitucional en las elecciones del 2024 han disminuido considerablemente.

El dólar estadounidense se ha fortalecido frente a casi todas las monedas del mundo. El desempleo sigue siendo bajo y, aunque la bolsa de valores de Wall Street ha caído y la inflación sigue alta por el impacto persistente de la pandemia, la economía de EE.UU. está mejor que la de la mayoría de otros países.

Las vacunas contra el COVID-19 estadounidenses probaron ser las más efectivas contra la pandemia, al punto de que casi todos los países las prefieren por sobre las rusas o chinas.

Scott Galloway, profesor de economía de la Universidad de Nueva York, me dijo en una entrevista reciente que “EE.UU. seguirá siendo la superpotencia preeminente” en el corto y mediano plazo.

EE.UU. es independiente en alimentos, independiente en energía, y su tasa de empleos sigue bastante fuerte”, me dijo Galloway.

De hecho, la economía de China crecerá apenas un 3,2% este año, muy por debajo de sus tasas de crecimiento anual cercanas al 10% que tuvo en décadas recientes.

El índice bursátil Heng Seng de China cayó un 36% en los primeros 10 meses de este año, mucho más que la bolsa de Wall Street. Varias grandes multinacionales, como Apple, han anunciado que trasladarán algunas de sus fábricas de China a India y Vietnam.

Por supuesto, EE.UU. continúa teniendo grandes problemas. Entre otras cosas, puede haber una recesión en el país el próximo año, y los tiroteos masivos y los crímenes raciales continúan aumentando. Además, ninguna superpotencia mundial dura para siempre y EE.UU. no será la excepción.

Pero una mirada desapasionada del estado del mundo muestra que EE.UU. llega al final del 2022 mejor posicionado que sus principales rivales. Puede ser que China se convierta en la principal superpotencia mundial en el futuro, pero no pasará tan pronto como creíamos.


–Glosado y editado–

© El Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC

Andrés Oppenheimer es periodista