(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Santiago Roncagliolo

En diciembre, el fujimorismo defenestró en el Congreso al ministro de Educación, Jaime Saavedra. Fue una idea tan buena que, meses después, estalló una huelga magisterial.

El desprecio de Fuerza Popular por el conocimiento quedó retratado de nuevo en abril, cuando uno de sus congresistas explicó en la mismísima comisión parlamentaria de educación que “existe una enfermedad que se llama síndrome de Alzheimer, que se da en aquellas personas que estudiaron y leyeron mucho. Y uno de ellos son los profesores”. El congresista, médico de profesión, explicó a todo el país que educar es malo para la salud, y que la docencia es causa de enfermedades mentales. Lógico. Lo de Saavedra, aunque mucho más grave por sus efectos, había sido una noticia de consumo nacional. Poca cosa. El fujimorismo necesitaba abochornar a los peruanos más allá de sus fronteras. Y triunfó.

En las últimas semanas, como parte de lo que parece ser un pacto que los ciudadanos no conocemos y nadie nos detalla, el fujimorismo –con su fiel compañero, el aprismo– ha hecho expulsar a dos cargos culturales nombrados por el Gobierno: el director del Lugar de la Memoria, Guillermo Nugent, y al agregado en España, Raúl Tola.
Estoy dispuesto a considerar que Nugent traicionase la confianza del ministro de Cultura albergando en sus instalaciones una exposición innecesariamente provocadora y sesgada. Aun así, en estos casos, las renuncias se producen pasado un tiempo, para no dar una señal de sometimiento y debilidad, que es lo que el Gobierno corrió a hacer.
En cambio, a Tola ni siquiera le dejaron tiempo para equivocarse. Su nombramiento fue firmado y luego anulado ipso facto, antes de su publicación, bajo los cargos de ser amigo del Gobierno.

La verdad, ni en el Perú ni en ninguna parte los gobiernos dan cargos a sus enemigos. Sería divertido de ver, pero bastante inviable. La cuestión es si los elegidos tienen capacidad y experiencia para el cargo, en este caso, para promocionar la cultura peruana en España. Tola es escritor. Sus últimas novelas hablan de las relaciones entre el Perú y los inmigrantes e ideas de Europa. Las ha publicado en una editorial de ámbito hispano, y presentado en Madrid. Trabaja como corresponsal del diario español con mayor presencia internacional. Ha vivido en España. Ha estudiado Derecho. ¿De verdad tenemos mucha gente con un perfil mejor? Por supuesto que el designado final, Alonso Ruiz Rosas, es un excelente diplomático, poeta y gestor cultural. Pero en ningún caso la caída de Tola se justifica por una cuestión de currículum.

Lo alarmante es que todas las piezas que se cobra Fuerza Popular están relacionadas con la cultura, la educación y el conocimiento. El fujimorismo ha declarado persona non grata a cualquiera que lea. El mensaje es claro: si difundes ideas y pretendes trabajar por este país, no importa lo pequeño que sea tu cargo, eres el enemigo número 1. Serás detectado y arrasado, despedido fulminantemente y humillado en público, sin que se ofrezca nada a cambio.

O más bien, lo que Keiko haya entregado a cambio se mantiene en el secreto: nadie se ha tomado la molestia de explicárselo al país.
Sea cual sea el trato, PPK ha dejado claro quiénes son las piezas más frágiles de su gestión. No dudará ni un minuto en entregar la cabeza de cualquier funcionario cultural o educativo para facilitarse la gestión. El fujimorismo está en guerra contra las ideas, pero no será este gobierno el que las defienda.