Iván Alonso

No conviene subestimar el impacto del que se avecina, pero tampoco lo sobreestimemos. Si queremos formarnos una expectativa realista de lo que nos espera, al menos, en términos económicos, no hay mejor guía que la experiencia pasada. El Niño que comenzó en diciembre del 2016 y duró hasta mayo del 2017 ha sido catalogado por la comisión encargada del Estudio Nacional del Fenómeno El Niño (Enfen) como uno de los tres más severos de los últimos cien años. El Enfen estima las probabilidades de que el próximo El Niño sea moderado o débil en 52% y 38%, respectivamente, dejando un 10% de probabilidad residual de que sea uno intenso.

Oficialmente, 101 personas perdieron la vida como consecuencia de El Niño pasado; otras 19 están desaparecidas; 353 quedaron heridas. Se calcula que hubo 140.000 damnificados y más de un millón de afectados. Las pérdidas materiales superarían los US$3.000 millones. La aritmética simple nos dice que los afectados habrían perdido un promedio de US$3.000 en bienes; los damnificados, quién sabe, más de US$20.000. En cualquier caso, para una familia de bajos ingresos, eso puede significar los ahorros de toda una vida.

Pero a nivel macroeconómico, El Niño del 2017 no parece haber tenido un impacto muy grande. Veamos primero qué pasó con el producto bruto interno (PBI) por tipo de gasto en el primer trimestre de ese año. El consumo privado no disminuyó; creció, más bien, 2,2% en términos reales con respecto al primer trimestre del 2016. El consumo público sí se cayó, 10,8%. La inversión privada también cayó, 5,8%; pero la verdad es que ya venía cayendo desde hacía tres años, así que no podemos atribuir esa caída a los efectos de El Niño. La inversión pública, como dijo alguna vez un hoy olvidado ayayero, no se cayó; se desplomó, 16,5%. Por otro lado, las exportaciones, que representan la demanda de otros países por nuestros productos, pero también nuestra capacidad de atenderla, crecieron 11,7%.

La en su conjunto creció 2,3%, siempre en términos reales y con respecto al primer trimestre del año anterior. La producción agrícola, que suele ser la más afectada por El Niño, se mantuvo constante. La pesca, otro sector que suele verse afectado, creció casi 40%. El único de los grandes sectores que decrecieron fue la construcción, 5,5%, pero se recuperó rápidamente, a partir del tercer trimestre del año.

Estas cifras, por supuesto, esconden diferencias entre los distintos departamentos del país. No tenemos cifras del crecimiento económico trimestral por departamento, lamentablemente. Pero si alguno fue particularmente afectado por El Niño en el primer trimestre, el resto del año le fue mejor. Salvo en Huánuco y Madre de Dios, uno apenas debajo de cero y el otro apenas encima, el 2017 fue un año de crecimiento económico en todo el , con tasas que iban desde 1,4% en Loreto hasta 10,2% en Pasco, 12,3% en Cusco y 13,6% en Moquegua.

La lección que podemos sacar es que en el 2017 la economía peruana era resistente a los embates de la naturaleza. Hoy quizá no lo es tanto; pero ojalá los meteorólogos tengan razón, y El Niño no sea tan severo como lo fue aquella vez.



*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Iván Alonso es economista