Jesús  Salazar Nishi

En los últimos 30 años, el Perú logró estabilidad y crecimiento macroeconómico, apertura comercial e integración a los principales mercados del mundo, respetando los principios de una economía social de mercado. Lo hizo también con la aplicación de políticas sectoriales exitosas a la industria minera y a la agroexportación.

Los incentivos tributarios y el marco jurídico promotor de la minería peruana son de los mejores del mundo. Aunque opacado por una mala gestión burocrática, no dejan de ser, sin embargo, una base para atraer inversiones de primer orden. La industria de agroexportación, con cerca de un millón de empleos entre directos e indirectos en nuestra agricultura, es otro ejemplo de políticas sectoriales e incentivos tributarios, junto con la inversión en grandes irrigaciones y los TLC.

Luego de este primer impulso de los 90 y primeros años de la década del 2000, el Perú adolece de políticas sectoriales de desarrollo. Se paralizó la inclusión de nuevos sectores a un marco promotor de inversiones y, más bien, se desnaturalizaron los incentivos a la industria agroexportadora, al punto de que empresas peruanas están trasladando sus inversiones a países de la región que han copiado nuestros incentivos de desarrollo. Hoy en día, el país sufre de una caída de su PBI potencial y de una reducción en sus inversiones privadas. Pasamos de ser la estrella del crecimiento a ser parte del grupo de países de bajo crecimiento del PBI en América del Sur. Mientras que, en contraposición, en las últimas décadas, varios países latinoamericanos pasaron a aplicar intensamente incentivos promotores a la inversión privada y han atraído a nuevas industrias (BID-INTAL, 2021).

En resumen, perdimos el impulso que nos permite reducir nuestra pobreza y hoy, con el casi nulo crecimiento del 2023, tendremos más de 10 millones de peruanos en situación de pobreza monetaria.

¿Qué oportunidades de empleos formales y dignos tendremos para nuestros casi 300 mil jóvenes que cada año se integran a la fuerza laboral? ¿Los condenamos a subempleos, al autoempleo y a la informalidad?

Precisamos de un marco promotor para una nueva industria que integre nuestras ventajas comparativas en materias primas con el potencial exportador a mercados abiertos por los TLC. Necesitamos una ley que cree incentivos como tienen países de la región para atraer nuevas inversiones en sectores productivos. Sin zonas económicas privadas como existen en diversas regiones de Latinoamérica, no atraeremos esas inversiones. Tampoco impediremos el éxodo de nuestro capital humano capacitado.

Sin un marco promotor como el propuesto en el proyecto de ley 5892/2023-CR para una nueva ley de industrias, presentado por el congresista José Jeri, tampoco tendremos las condiciones para industrializar nuestras zonas altoandinas y nuestra Amazonía, que representan menos del 8% del PBI industrial nacional.

Los incentivos para los sectores productivos, propuestos en el referido proyecto, no generan subsidios ciegos ni pérdida de ingresos tributarios, ya que son dirigidos a nuevas inversiones. Solo aplican si los emprendedores peruanos o capitales extranjeros invierten en nuevos proyectos, cuyas utilidades sean reinvertidas en nuevas maquinarias, equipos, mano de obra y generen, más bien, nuevos ingresos fiscales y empleos. Para citar un ejemplo de políticas sectoriales y de atracción de inversiones, en Uruguay, por cada peso invertido en incentivos a la producción se generan ocho pesos adicionales para la economía. Las inversiones y las industrias se quedan en el país y seguirán otorgando ingresos fiscales.

El Perú necesita vencer la pobreza y eliminar la pobreza extrema para los próximos 30 años y no retroceder otros 10 si se paralizan las oportunidades de empleo e inversión. El enorme potencial de diversidad, cultura, materias primas y capital humano debe despegar. Desde la industria manufacturera, textil y confecciones, joyería, forestal, acuicultura, hasta la industria del turismo, del conocimiento, gastronómica, de cine o video, entre otras, podemos crear las condiciones para impedir la fuga de capitales y de nuestros jóvenes que, con sus conocimientos y entusiasmo, deben emprender su futuro en el país. Necesitamos una nueva industria para todos los peruanos.


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Jesús Salazar Nishi es Presidente de la SNI