En la tarde del 16 de abril, un misil alcanzó el campo de refugiados de Al-Maghazi, en el corazón de . Varios niños que se encontraban en el lugar . Días después, cuando CNN le pidió respuestas al Ejército israelí luego de que un análisis realizado por expertos concluyera que la explosión había sido provocada por de alta precisión (como los que ellos utilizan), recibió respuestas cambiantes. Primero, afirmaron que habían atacado un en esa misma zona, pero semanas más tarde recularon y dijeron que no tenían registro del ataque ni de “los daños colaterales” que este había ocasionado.

Se calcula que más de 11.000 niños han muerto en Gaza desde el inicio de la ofensiva israelí en octubre del año pasado. (Ilustración: Giovanni Tazza).
Se calcula que más de 11.000 niños han muerto en Gaza desde el inicio de la ofensiva israelí en octubre del año pasado. (Ilustración: Giovanni Tazza).

Por sí mismo, este hecho grafica tres rasgos que caracterizan la ofensiva en la franja en los últimos meses: el asesinato de un número injustificado de niños, las reiteradas mentiras de las tropas israelíes y lo que, en el discurso de estas, parece ser una división de los habitantes de Gaza entre “terroristas” y “daños colaterales”. Un pensamiento que quedó meridianamente expresado en la conferencia de prensa del presidente israelí, Isaac Herzog, del pasado 14 de octubre en la que afirmó que en Gaza era “responsable” de la barbarie desplegada por Hamas; tanto sus militantes como los civiles que no se habían rebelado contra ellos.

Esta semana, la ONU difundió una estadística escalofriante: de los cerca de 35.000 palestinos que han muerto en el enclave desde el ingreso de las fuerzas armadas israelíes, prácticamente serían menores de edad. Según el organismo internacional y algunas ONG con presencia en el terreno, la mayoría de los niños murieron durante bombardeos como el de Al-Maghazi. Pero en las últimas semanas han venido apareciendo en diferentes medios de prensa reportes de menores gazatíes asesinados en la cabeza o en el pecho, lo que sugiere que, más que víctimas casuales, los niños son un objetivo concreto de las balas y las bombas.

Es cierto que en la actualidad existe bastante evidencia que desacredita las afirmaciones del gobierno de Benjamín Netanyahu de que sus soldados hacen “todo lo posible” por evitar la muerte de personas que claramente no representaban ninguna amenaza para sus tropas (desde el alto número de voluntarios de ONG hasta de personas muriendo mientras intentaban alcanzar convoyes de ayuda humanitaria). Pero, de entre todas, la holgada cifra de menores de edad fallecidos es la que retrata mejor la naturaleza de la ofensiva israelí como una que es, al mismo tiempo, indiscriminada e indolente.

Los niños de Gaza, además, no son los únicos menores de edad víctimas en esta guerra. Desde que esta comenzó en octubre tras el sangriento ataque terrorista de Hamas en Israel, en el otro enclave palestino, Cisjordania, se han reportado centenares de casos de adolescentes detenidos bajo cargos gaseosos de “apoyo al terrorismo”, “daños a la seguridad de la zona” o “pertenencia a organización desconocida”. Como saben todos aquellos que conocen sobre el tema, los palestinos detenidos en este rincón del mundo terminan siendo juzgados por un tribunal militar israelí, sin ninguna garantía de un proceso justo y a veces sin contar siquiera con la asistencia de un abogado.

En diciembre, la periodista Ana Fuentes de “El País” recordaba que hoy un chico de 15 años de Gaza ya ha vivido cinco guerras. De esta, por lo visto hasta ahora, muchos no saldrán vivos y, de entre quienes sí lo logren, miles lo harán huérfanos, mutilados, presos o traumatizados. Siendo brutalmente honesto, no sé quiénes serían los afortunados.

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